divendres, 23 de maig del 2014

Sueño y realidad

Los sueños son prolongaciones de nuestra realidad que materializamos en nuestra mente, convirtiendolos en una nueva realidad”
Me desperté, como cualquier otro día normal, siempre con tantas pocas ganas de ponerme de pie como siempre. Cerré los ojos un instante y deseé que fuera un día distinto de los demás; como en mis sueños, aventuras fantásticas, donde no fuera levantarme e ir a clases, dentro del orfanato, saliendo como muy lejos de este antro al patio exterior.
Al final, me levanté. Saqué de un cajón de la cómoda una toalla y me metí en el baño a ducharme. Al salir de la ducha, me acerque a la pila, me lavé los dientes y me afeité. Aunque solo tengo 17 años, la barba ya me crece lo suficiente como para tener la necesidad de afeitármela. Me llegaba hasta las patillas, donde empezaba a nacer mi pelo. Llevo el pelo corto, aunque por arriba es un poco más largo, y mis rizos hacen acto de presencia, y aunque ya soy castaño, esas greñas rubias que sobreviven tras cambiar tu tono del pelo al hacerte mayor. Peinarse no es lo mío, pero como llevo el pelo corto, no lo necesito.
Cuando acabé salí a mi habitación. Estaba solo, a mi compañero anterior lo adoptó una familia hará 2 meses, y aun no me han metido a nadie dentro. En verdad estoy mejor, solo, con mi silencio. Me vestí. En el orfanato vamos uniformados, pantalones negros, una camisa y corbata gris. Me puse los pantalones, y al ponerme la camisa, me di cuenta que si crezco más, cosa que no creo porque en mis últimas revisiones con la enfermera, mi altura no ha pasado de 1’70, o no dejo de hacer deporte, se me quedará tan pequeña que al ponerla se rasgará y me tocara pedir otra. Me gusta el deporte, sobre todo correr por el patio exterior, con un reproductor de música a los oídos. Yo solo, corriendo, con mi música, mi forma de evadirme. No nos permiten tener aparatos electrónicos como reproductores de música MP3 o móviles. Solo tenemos unos aparatos del tamaño de un mando de televisión con forma de muñequera, por los cuales nos mandan avisos desde control y tenemos una agenda personal para apuntar y revisar nuestras tareas. El MP3 me lo dio…
  • ¡Buenos días, Noé! – abrió la puerta de golpe.
  • Buenos días Gladis. – le conteste -Ahora te paso la ropa sucia.
Gladis, la lavandera, planchadora, sastre, y todo lo que tenga que ver con ropa. Una mujer en quien puedo confiar. La mujer que me regalo a escondidas el MP3. Dentro del orfanato es como mi madre. Ella me conoce como si me hubiera parido, pero es complicado porque es mayor y se asemejaría más a mi abuela, bajita y regordeta, con las piernas cortas. Por eso lleva un tupé en el pelo, para parecer más alta.
  • ¿Qué? ¿Qué has soñado hoy, algo interesante? – me preguntó.
  • He vuelto a tener el sueño
  • -¿Otra vez?
  • Si. - y comencé a explicarme – Era el día de la revisión cerebral, una revisión habitual en la que te hacían un escáner cerebral para ver si había alguna anomalía, y parecía una revisión como cualquier otro año, pero este año era diferente, el ambiente en el orfanato era distante, la gente no hablaba, había un silencio perturbador y yo cada vez estaba más y más nervioso, hasta que me llego un mensaje a la muñequera. Tenía que reunirme con un médico en mi habitación que me acompañaría a la revisión. Cuando llegue a la habitación solo recuerdo ver al médico con una pistola eléctrica y todo se nubló. Al volver en mí, estaba en una sala totalmente blanca, tumbado sobre una cama donde me retenían pies y brazos. Encima de mí un foco me iluminaba hasta el punto de molestarme. Escucho ruidos y veo sombras a mí alrededor. Una de ellas dice: “Vamos a comenzar con la extracción”. Tras esto me conectan algo a la cabeza, y me noto un pinchazo en la nuca. Empiezo a sudar, y el corazón me palpita tan rápido que parece que vaya a sacarlo de mi cuerpo. Deseaba poder soltarme, y entonces, de mí sale una fuerza sobrehumana que rompe las correas. Me levanto y pego un pisotón, que hace que todas esas sombras que había a mí alrededor se desplomaran ante mí. Salgo corriendo por la puerta que había, y hay un pasillo blanco, sigo corriendo, traspasando puertas, y lo que había tras ellas eran nuevos pasillos blancos. Tras pasar el cuarto, había una fila de gente vestida de blanco, apuntándome con armas de fuego. Disparan. Yo no deseo morir, y me protegí con las manos. De mis manos salieron una ráfaga de fuego que deshizo las balas a su paso y quemó a los hombres de blanco, haciéndolos correr. Salí corriendo y llegué al orfanato. La gente se giró y me miró fijamente. Yo seguí corriendo y la gente comenzó a perseguirme, entonces…
De repente sonó mi muñequera, que estaba en la mesa. La cogí. Tenía 2 avisos, el primero decía: clase de matemáticas a las 08:00. Quedaban 5 minutos para que sonara el timbre. Pasé al segundo aviso: revisión cerebral a las 09:30, preséntese en su habitación a la hora programada, un auxiliar de la zona de medicina le llevará a su revisión
Me mareé, y me deje caer sobre la pared lentamente. Me puse a temblar. Cerré los ojos y me pellizqué, deseando despertarme de otro terrible sueño, pero no. Gladis me miró pálida. Ella también había leído mi muñequera. Tras esto miro la suya. Quedaban 2 minutos para que fueran las 8, me ayudó a levantarme del suelo. Me dijo que no me preocupara, que solo eran sueños y que no tenía que ocurrir nada horrible hoy. Tras esto me dijo que tenía que estar a las 8 en lavandería y que se iba ya. Me dio un beso en la frente y siguió con su rutina.
Yo cogí la bolsa y salí corriendo a clase. Tenía que estar sentado en clase antes de que sonara el timbre. Baje corriendo las escaleras hasta la primera planta y llegué al aula. Me senté y sonó el timbre. Entró el profesor. Los demás estaban muy serios, demasiado serios. La clase fue muy aburrida, y los demás con sus caras serias, con los ojos medio cerrados, con una cara similar a cuando tienes sueño y no has dormido. Pero lo que tenían no era falta de sueño, era otra cosa, no sabía bien lo que era, pero me perturbaba. Esto hacia acrecentar mis nervios. A las 09:30 tenía la revisión y no podía pensar en otra cosa. Hoy no estaba yo con ganas de atender a matemáticas, y miraba fijamente a un infinito de la pizarra, mientras pensaba en la revisión.
Tocó el timbre, y mis nervios iban a más. Me levanté como todos y mis nervios me llevaron a andar rápido hacia el aula 12, donde me tocaba filosofía. Me percaté de que el resto de mis compañeros iban como zombis hacia clase: en silencio, cabizbajos, con la mirada distante, en fila. Era todo muy extraño. Cuando entró el profesor a clase me acerqué a decirle que tenía que salir a la revisión, pero antes de que pudiera soltar palabra, dijo: “Tienes que salir a las cero nueve veinticinco para hacerte la revisión cerebral”. Asustado cada vez más, me senté y estuve mirando el reloj, viendo pasar el tiempo, dándole vueltas al sueño, a las palabras de Gladis, a la actitud del resto de compañeros, a las palabras del profesor… no cuadraba nada. Todo se asemejaba al sueño, pero no era igual, era un sueño.
De repente la muñequera del profesor se iluminó. La miró, paró la clase y me dijo que ya podía salir de clase. Mis piernas comenzaron a temblar, la tensión se notaba en el ambiente. Me levanté y recogí mis cosas. La clase no continuaba, el resto de compañeros me miraba. Me sentía observado. Yendo hacia la puerta tropecé con una mesa y me caí. Nadie se inmutó, ni un gesto de preocupación, nada. Salí por la puerta y fui lentamente dirección a mi habitación.
Las escaleras se volvían infinitas, subir hasta la tercera planta, me era imposible. Estaba temblando, cada vez más. Yo deseaba que fuera un día distinto, pero no de esta manera. A lo mejor el sueño me está jugando una mala pasada y no va a ocurrir nada distinto, pero la actitud de la gente me preocupaba tanto que no podía creer que iba a ser un día como cualquier otro.
Ya había llegado a la tercera planta cuando desde el fondo del pasillo donde acababan las escaleras ya veía entreabierta la puerta de mi habitación, el auxiliar de la zona de medicina ya estaba esperando para llevarme a la revisión. Me acerqué, aunque no quería llegar a mi habitación, e inconscientemente iba a paso de tortuga. El silencio provocaba que se escuchara el ruido de mis pasos, y el auxiliar se percató de ello, ya que vi movimiento en su sombra.
Llegué a la habitación y el auxiliar tocaba un aparato electrónico, similar a mi muñequera, pero con el tamaño de un libro. Era un hombre, joven, rubio alto, vestido con una bata blanca, pantalones blancos y unos zapatos blancos con rayas grises. Cuando me vio, el auxiliar apagó el aparato y me dijo:
  • Buenos días. Soy el auxiliar Nº 085. Te acompañaré al área de medicina y te llevaré hasta la consulta donde se realizará el examen cerebral. Por favor, sígame.
  • Vale.
Me calmé un poco, no estaba del todo despreocupado, pero ya no estaba ocurriendo como el sueño. Seguí al hombre hasta la planta baja, y salimos al patio exterior, el lugar por donde me gustaba correr. Había muchos árboles y ahora en época otoñal las hojas de color dorado cubrían el césped. El muro alto que cerraba el complejo hacia que el paisaje fuera un tanto triste, ya que no podíamos ver el exterior, pero los colores de la naturaleza del interior del orfanato, unos cuantos bancos y un par de farolas alrededor del orfanato hacían que el muro no fuera un problema. Al lado del orfanato había un edificio blanco, a bloques, alto, dentro del muro. Ese era el edificio médico a donde yo me dirigía.
Entramos por la puerta y había una sala con sillones blancos, totalmente vacía. El auxiliar dijo que íbamos hacia la derecha, donde comenzaba un pasillo. Antes de dirigirme hacia allí vi como la puerta que había a la izquierda se comenzaba a abrir, pero no era algo que me preocupara. Ahora mismo lo que me provocaba temores era que el pasillo donde nos encontrábamos era igual a todos los pasillos que cruzaba en el sueño, blancos y con una puerta al final. De repente noté que alguien me seguía, y al girarme, una persona me pinchó con una jeringuilla en el cuello.
Me desperté. Mi cabeza daba vueltas y me sentía mareado. Estaba tumbado en una habitación blanca, iluminada por unos focos pequeños que esparcían la luz por la habitación. Encima de mí había un gran foco que me cubría a mí por completo. No entendía nada. Trate de levantarme y… ¡Tenía pies y manos atadas con correas! Era como el sueño, no podía moverme, y estaba comenzando a sudar. Me puse a gritar para ver si alguien me escuchaba, pero no recibía respuesta.
De repente, escuché abrirse una puerta, y entrar gente. Cada vez sudaba más, y la gente murmuraba cosas. No lo lograba comprender todo; “… creemos que no conoce su poder…”, “… los sueños son la fuente…”, “… cerebro…”, “… él ya puede haber soñado esta situación…”, “… actuad con cautela…”.
El miedo comenzaba a apoderarse de mí, el sueño se estaba haciendo realidad. Entonces un hombre se puso a hablar, y lo escuchaba con claridad:
  • El chico es especial, tiene control sobre sus sueños, pero desconocemos qué puede hacer con su poder en estado consciente. El orfanato es una tapadera para que su poder no surja, y para poder controlarlo y poder quitárselo para analizarlo. Este tipo de personas deben desprenderse de su poder porque pueden ser peligrosas. Creemos que sus sueños interactúan con la realidad pasada y futura. Por ello creemos que ha soñado con una situación similar a la que está viviendo en estos momentos, pero desconocemos con qué tipo de poder haría frente a la situación. Por ello, estad todos atentos y dad comienzo a la extracción de su cerebro.
Empecé a escuchar ruidos de máquinas moviéndose. Personas alrededor de mí se vestían con batas blancas. Yo no quería morir, me iban a extraer el cerebro. Entonces pensé que esos poderes de los que hablaba el hombre podía utilizarlos. Trate de soltarme, pero no tenía fuerza. Me caía una lágrima, se acercaba mi final. Yo deseaba vivir, y conocer los secretos que escondía mi vida.
Entonces, como pasó en el sueño, una fuerza extraordinaria se apoderó de mí y me liberó de las correas que me oprimían. La gente se alteró y un par de personas me apuntaban con pistolas. “Cálmate” me decían, “Solo es una revisión”. Pero yo ya lo había escuchado todo, lo había soñado, y sabía qué me querían hacer. Entonces puse la mano hacia delante, y ellos dispararon. De mi mano salió una ráfaga de aire que hizo que las balas cayeran al suelo, y la gente que se encontraba delante quedó inconsciente tras haberlos estampado contra la pared.
Salí corriendo por la puerta, y comenzaron los pasillos blancos infinitos. Una alarma comenzó a sonar y en megafonía se escuchaba: “Alerta nivel 5, sujeto Noé Demant en búsqueda, permisos de utilizar armas contra el sujeto admitidas, actuad sin discreción”. La frase se repetía una y otra vez, sin parar mientras yo corría. En el cuarto pasillo había unas escaleras y un cartel donde ponía P3. Tenía que bajar tres plantas para salir de aquí. Bajando por las escaleras, 4 hombres de blanco con pistolas eléctricas me obstaculizaron el paso. Dispararon, pero un muro de fuerza bloqueó las puntas eléctricas que rebotaron en su contra, derribándolos. Seguí corriendo y al llegar a la planta baja, vi la puerta que conducía al patio exterior.
Me acerqué para salir, pero estaba bloqueada. Entonces me armé de valor y arremetí contra ella. Hice un agujero en la pared. Ya me encontraba en el patio exterior, la gente me buscaba, y cuando me vieron comenzaron a perseguirme. Corrí por el muro buscando una puerta, la gente venía detrás de mí y alguien me rozaba. Le aparté con la mano, y cuando me gire para ver si aún me seguía, me percaté de que había congelado a toda la gente que había tras de mí. Entonces vi una puerta en el muro no muy lejos de donde me encontraba, y corrí hacia ella.
Abrí la puerta de un empujón y al salir, había un ejército de personas que no acababan, vestidos de negro, apuntándome con miles de pistolas, y helicópteros iluminándome. La puerta se cerró tras de mí. Entonces, uno de los hombres de negro se me acercó y dijo:
  • Eres diferente, tus semejantes son peligrosos, y tú también. Controlas los sueños, y sabes el futuro por ellos, puedes modificarlos, y tratar de cambiarlos, y hacer de ellos una realidad. Pero son peligrosos, ya que lo que veas será una realidad, un tanto distinta, pero real, porque así lo has soñado. Por ello, tus sueños se hacen realidad, perjudicando a quien sea, y para protegernos, debes ser eliminado.
Debes ser eliminado”, esas palabras resonaron en mi cabeza un instante, entonces, todos los presentes apuntaron hacia mí con sus pistolas, y recordé que no le conté todo el sueño a Gladis. Yo ya lo había soñado. Yo ya estaba muerto.

 Sergio Fernández García  
 1º BAT D