“Los
sueños son prolongaciones de nuestra realidad que materializamos en
nuestra mente, convirtiendolos en una nueva realidad”
Me
desperté, como cualquier otro día normal, siempre con tantas pocas
ganas de ponerme de pie como siempre. Cerré los ojos un instante y
deseé que fuera un día distinto de los demás; como en mis sueños,
aventuras fantásticas, donde no fuera levantarme e ir a clases,
dentro del orfanato, saliendo como muy lejos de este antro al patio
exterior.
Al
final, me levanté. Saqué de un cajón de la cómoda una toalla y me
metí en el baño a ducharme. Al salir de la ducha, me acerque a la
pila, me lavé los dientes y me afeité. Aunque solo tengo 17 años,
la barba ya me crece lo suficiente como para tener la necesidad de
afeitármela. Me llegaba hasta las patillas, donde empezaba a nacer
mi pelo. Llevo el pelo corto, aunque por arriba es un poco más
largo, y mis rizos hacen acto de presencia, y aunque ya soy castaño,
esas greñas rubias que sobreviven tras cambiar tu tono del pelo al
hacerte mayor. Peinarse no es lo mío, pero como llevo el pelo corto,
no lo necesito.
Cuando
acabé salí a mi habitación. Estaba solo, a mi compañero anterior
lo adoptó una familia hará 2 meses, y aun no me han metido a nadie
dentro. En verdad estoy mejor, solo, con mi silencio. Me vestí. En
el orfanato vamos uniformados, pantalones negros, una camisa y
corbata gris. Me puse los pantalones, y al ponerme la camisa, me di
cuenta que si crezco más, cosa que no creo porque en mis últimas
revisiones con la enfermera, mi altura no ha pasado de 1’70, o no
dejo de hacer deporte, se me quedará tan pequeña que al ponerla se
rasgará y me tocara pedir otra. Me gusta el deporte, sobre todo
correr por el patio exterior, con un reproductor de música a los
oídos. Yo solo, corriendo, con mi música, mi forma de evadirme. No
nos permiten tener aparatos electrónicos como reproductores de
música MP3 o móviles. Solo tenemos unos aparatos del tamaño de un
mando de televisión con forma de muñequera, por los cuales nos
mandan avisos desde control y tenemos una agenda personal para
apuntar y revisar nuestras tareas. El MP3 me lo dio…
- ¡Buenos días, Noé! – abrió la puerta de golpe.
- Buenos días Gladis. – le conteste -Ahora te paso la ropa sucia.
Gladis,
la lavandera, planchadora, sastre, y todo lo que tenga que ver con
ropa. Una mujer en quien puedo confiar. La mujer que me regalo a
escondidas el MP3. Dentro del orfanato es como mi madre. Ella me
conoce como si me hubiera parido, pero es complicado porque es mayor
y se asemejaría más a mi abuela, bajita y regordeta, con las
piernas cortas. Por eso lleva un tupé en el pelo, para parecer más
alta.
- ¿Qué? ¿Qué has soñado hoy, algo interesante? – me preguntó.
- He vuelto a tener el sueño
- -¿Otra vez?
- Si. - y comencé a explicarme – Era el día de la revisión cerebral, una revisión habitual en la que te hacían un escáner cerebral para ver si había alguna anomalía, y parecía una revisión como cualquier otro año, pero este año era diferente, el ambiente en el orfanato era distante, la gente no hablaba, había un silencio perturbador y yo cada vez estaba más y más nervioso, hasta que me llego un mensaje a la muñequera. Tenía que reunirme con un médico en mi habitación que me acompañaría a la revisión. Cuando llegue a la habitación solo recuerdo ver al médico con una pistola eléctrica y todo se nubló. Al volver en mí, estaba en una sala totalmente blanca, tumbado sobre una cama donde me retenían pies y brazos. Encima de mí un foco me iluminaba hasta el punto de molestarme. Escucho ruidos y veo sombras a mí alrededor. Una de ellas dice: “Vamos a comenzar con la extracción”. Tras esto me conectan algo a la cabeza, y me noto un pinchazo en la nuca. Empiezo a sudar, y el corazón me palpita tan rápido que parece que vaya a sacarlo de mi cuerpo. Deseaba poder soltarme, y entonces, de mí sale una fuerza sobrehumana que rompe las correas. Me levanto y pego un pisotón, que hace que todas esas sombras que había a mí alrededor se desplomaran ante mí. Salgo corriendo por la puerta que había, y hay un pasillo blanco, sigo corriendo, traspasando puertas, y lo que había tras ellas eran nuevos pasillos blancos. Tras pasar el cuarto, había una fila de gente vestida de blanco, apuntándome con armas de fuego. Disparan. Yo no deseo morir, y me protegí con las manos. De mis manos salieron una ráfaga de fuego que deshizo las balas a su paso y quemó a los hombres de blanco, haciéndolos correr. Salí corriendo y llegué al orfanato. La gente se giró y me miró fijamente. Yo seguí corriendo y la gente comenzó a perseguirme, entonces…
De
repente sonó mi muñequera, que estaba en la mesa. La cogí. Tenía
2 avisos, el primero decía: clase de matemáticas a las 08:00.
Quedaban 5 minutos para que sonara el timbre. Pasé al segundo aviso:
revisión cerebral a las 09:30, preséntese en su habitación a la
hora programada, un auxiliar de la zona de medicina le llevará a su
revisión
Me
mareé, y me deje caer sobre la pared lentamente. Me puse a temblar.
Cerré los ojos y me pellizqué, deseando despertarme de otro
terrible sueño, pero no. Gladis me miró pálida. Ella también
había leído mi muñequera. Tras esto miro la suya. Quedaban 2
minutos para que fueran las 8, me ayudó a levantarme del suelo. Me
dijo que no me preocupara, que solo eran sueños y que no tenía que
ocurrir nada horrible hoy. Tras esto me dijo que tenía que estar a
las 8 en lavandería y que se iba ya. Me dio un beso en la frente y
siguió con su rutina.
Yo
cogí la bolsa y salí corriendo a clase. Tenía que estar sentado en
clase antes de que sonara el timbre. Baje corriendo las escaleras
hasta la primera planta y llegué al aula. Me senté y sonó el
timbre. Entró el profesor. Los demás estaban muy serios, demasiado
serios. La clase fue muy aburrida, y los demás con sus caras serias,
con los ojos medio cerrados, con una cara similar a cuando tienes
sueño y no has dormido. Pero lo que tenían no era falta de sueño,
era otra cosa, no sabía bien lo que era, pero me perturbaba. Esto
hacia acrecentar mis nervios. A las 09:30 tenía la revisión y no
podía pensar en otra cosa. Hoy no estaba yo con ganas de atender a
matemáticas, y miraba fijamente a un infinito de la pizarra,
mientras pensaba en la revisión.
Tocó
el timbre, y mis nervios iban a más. Me levanté como todos y mis
nervios me llevaron a andar rápido hacia el aula 12, donde me tocaba
filosofía. Me percaté de que el resto de mis compañeros iban como
zombis hacia clase: en silencio, cabizbajos, con la mirada distante,
en fila. Era todo muy extraño. Cuando entró el profesor a clase me
acerqué a decirle que tenía que salir a la revisión, pero antes de
que pudiera soltar palabra, dijo: “Tienes que salir a las cero
nueve veinticinco para hacerte la
revisión cerebral”. Asustado cada vez más, me senté y estuve
mirando el reloj, viendo pasar el tiempo, dándole vueltas al sueño,
a las palabras de Gladis, a la actitud del resto de compañeros, a
las palabras del profesor… no cuadraba nada. Todo se asemejaba al
sueño, pero no era igual, era un sueño.
De
repente la muñequera del profesor se iluminó. La miró, paró la
clase y me dijo que ya podía salir de clase. Mis piernas comenzaron
a temblar, la tensión se notaba en el ambiente. Me levanté y recogí
mis cosas. La clase no continuaba, el resto de compañeros me miraba.
Me sentía observado. Yendo hacia la puerta tropecé con una mesa y
me caí. Nadie se inmutó, ni un gesto de preocupación, nada. Salí
por la puerta y fui lentamente dirección a mi habitación.
Las
escaleras se volvían infinitas, subir hasta la tercera planta, me
era imposible. Estaba temblando, cada vez más. Yo deseaba que fuera
un día distinto, pero no de esta manera. A lo mejor el sueño me
está jugando una mala pasada y no va a ocurrir nada distinto, pero
la actitud de la gente me preocupaba tanto que no podía creer que
iba a ser un día como cualquier otro.
Ya
había llegado a la tercera planta cuando desde el fondo del pasillo
donde acababan las escaleras ya veía entreabierta la puerta de mi
habitación, el auxiliar de la zona de medicina ya estaba esperando
para llevarme a la revisión. Me acerqué, aunque no quería llegar a
mi habitación, e inconscientemente iba a paso de tortuga. El
silencio provocaba que se escuchara el ruido de mis pasos, y el
auxiliar se percató de ello, ya que vi movimiento en su sombra.
Llegué
a la habitación y el auxiliar tocaba un aparato electrónico,
similar a mi muñequera, pero con el tamaño de un libro. Era un
hombre, joven, rubio alto, vestido con una bata blanca, pantalones
blancos y unos zapatos blancos con rayas grises. Cuando me vio, el
auxiliar apagó el aparato y me dijo:
- Buenos días. Soy el auxiliar Nº 085. Te acompañaré al área de medicina y te llevaré hasta la consulta donde se realizará el examen cerebral. Por favor, sígame.
- Vale.
Me
calmé un poco, no estaba del todo despreocupado, pero ya no estaba
ocurriendo como el sueño. Seguí al hombre hasta la planta baja, y
salimos al patio exterior, el lugar por donde me gustaba correr.
Había muchos árboles y ahora en época otoñal las hojas de color
dorado cubrían el césped. El muro alto que cerraba el complejo
hacia que el paisaje fuera un tanto triste, ya que no podíamos ver
el exterior, pero los colores de la naturaleza del interior del
orfanato, unos cuantos bancos y un par de farolas alrededor del
orfanato hacían que el muro no fuera un problema. Al lado del
orfanato había un edificio blanco, a bloques, alto, dentro del muro.
Ese era el edificio médico a donde yo me dirigía.
Entramos
por la puerta y había una sala con sillones blancos, totalmente
vacía. El auxiliar dijo que íbamos hacia la derecha, donde
comenzaba un pasillo. Antes de dirigirme hacia allí vi como la
puerta que había a la izquierda se comenzaba a abrir, pero no era
algo que me preocupara. Ahora mismo lo que me provocaba temores era
que el pasillo donde nos encontrábamos era igual a todos los
pasillos que cruzaba en el sueño, blancos y con una puerta al final.
De repente noté que alguien me seguía, y al girarme, una persona me
pinchó con una jeringuilla en el cuello.
Me
desperté. Mi cabeza daba vueltas y me sentía mareado. Estaba
tumbado en una habitación blanca, iluminada por unos focos pequeños
que esparcían la luz por la habitación. Encima de mí había un
gran foco que me cubría a mí por completo. No entendía nada. Trate
de levantarme y… ¡Tenía pies y manos atadas con correas! Era como
el sueño, no podía moverme, y estaba comenzando a sudar. Me puse a
gritar para ver si alguien me escuchaba, pero no recibía respuesta.
De
repente, escuché abrirse una puerta, y entrar gente. Cada vez sudaba
más, y la gente murmuraba cosas. No lo lograba comprender todo; “…
creemos que no conoce su poder…”, “… los sueños son la
fuente…”, “… cerebro…”, “… él ya puede haber soñado
esta situación…”, “… actuad con cautela…”.
El
miedo comenzaba a apoderarse de mí, el sueño se estaba haciendo
realidad. Entonces un hombre se puso a hablar, y lo escuchaba con
claridad:
- El chico es especial, tiene control sobre sus sueños, pero desconocemos qué puede hacer con su poder en estado consciente. El orfanato es una tapadera para que su poder no surja, y para poder controlarlo y poder quitárselo para analizarlo. Este tipo de personas deben desprenderse de su poder porque pueden ser peligrosas. Creemos que sus sueños interactúan con la realidad pasada y futura. Por ello creemos que ha soñado con una situación similar a la que está viviendo en estos momentos, pero desconocemos con qué tipo de poder haría frente a la situación. Por ello, estad todos atentos y dad comienzo a la extracción de su cerebro.
Empecé
a escuchar ruidos de máquinas moviéndose. Personas alrededor de mí
se vestían con batas blancas. Yo no quería morir, me iban a extraer
el cerebro. Entonces pensé que esos poderes de los que hablaba el
hombre podía utilizarlos. Trate de soltarme, pero no tenía fuerza.
Me caía una lágrima, se acercaba mi final. Yo deseaba vivir, y
conocer los secretos que escondía mi vida.
Entonces,
como pasó en el sueño, una fuerza extraordinaria se apoderó de mí
y me liberó de las correas que me oprimían. La gente se alteró y
un par de personas me apuntaban con pistolas. “Cálmate” me
decían, “Solo es una revisión”. Pero yo ya lo había escuchado
todo, lo había soñado, y sabía qué me querían hacer. Entonces
puse la mano hacia delante, y ellos dispararon. De mi mano salió una
ráfaga de aire que hizo que las balas cayeran al suelo, y la gente
que se encontraba delante quedó inconsciente tras haberlos estampado
contra la pared.
Salí
corriendo por la puerta, y comenzaron los pasillos blancos infinitos.
Una alarma comenzó a sonar y en megafonía se escuchaba: “Alerta
nivel 5, sujeto Noé Demant en búsqueda, permisos de utilizar armas
contra el sujeto admitidas, actuad sin discreción”. La frase se
repetía una y otra vez, sin parar mientras yo corría. En el cuarto
pasillo había unas escaleras y un cartel donde ponía P3. Tenía que
bajar tres plantas para salir de aquí. Bajando por las escaleras, 4
hombres de blanco con pistolas eléctricas me obstaculizaron el paso.
Dispararon, pero un muro de fuerza bloqueó las puntas eléctricas
que rebotaron en su contra, derribándolos. Seguí corriendo y al
llegar a la planta baja, vi la puerta que conducía al patio
exterior.
Me
acerqué para salir, pero estaba bloqueada. Entonces me armé de
valor y arremetí contra ella. Hice un agujero en la pared. Ya me
encontraba en el patio exterior, la gente me buscaba, y cuando me
vieron comenzaron a perseguirme. Corrí por el muro buscando una
puerta, la gente venía detrás de mí y alguien me rozaba. Le aparté
con la mano, y cuando me gire para ver si aún me seguía, me percaté
de que había congelado a toda la gente que había tras de mí.
Entonces vi una puerta en el muro no muy lejos de donde me
encontraba, y corrí hacia ella.
Abrí
la puerta de un empujón y al salir, había un ejército de personas
que no acababan, vestidos de negro, apuntándome con miles de
pistolas, y helicópteros iluminándome. La puerta se cerró tras de
mí. Entonces, uno de los hombres de negro se me acercó y dijo:
- Eres diferente, tus semejantes son peligrosos, y tú también. Controlas los sueños, y sabes el futuro por ellos, puedes modificarlos, y tratar de cambiarlos, y hacer de ellos una realidad. Pero son peligrosos, ya que lo que veas será una realidad, un tanto distinta, pero real, porque así lo has soñado. Por ello, tus sueños se hacen realidad, perjudicando a quien sea, y para protegernos, debes ser eliminado.
“Debes
ser eliminado”, esas palabras resonaron en mi cabeza un instante,
entonces, todos los presentes apuntaron hacia mí con sus pistolas, y
recordé que no le conté todo el sueño a Gladis. Yo ya lo había
soñado. Yo ya estaba muerto.
Sergio Fernández García
1º BAT D
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