En
las entrañas del barco que llevaba a la corte del Rey Luis XVI, se
encontraba una joven prisionera de 16 años. Esta joven era hija de
unos campesinos acostumbrados al sufrimiento, al hambre y al frío
producido por las malas cosechas que durante varios años azotaron el
país. Los padres cayeron enfermos por la peste lo cual hizo que ella
tuviera que trabajar desde los 10 años para poder pagar los
impuestos que la familia no podía asumir.
La
pobre muchacha sufría día tras día, mientras veía como sus padres
iban perdiendo la vida sin que ella pudiera ayudarles, pues el poco
dinero que podía recaudar era depositado en las arcas de los nobles
en cuyas tierras vivían. El trabajo que realizaba la pobre niña era
muy penoso. No poseía más que unos harapos para cubrir su cuerpo y
por calzado llevaba unos trapos atados a los tobillos. Debía recoger
las cosechas de los campos bajo el tiempo invernal y llevarla al
granero de la gran casa, donde a cambio de daban un mendrugo de pan y
un trozo de queso con el que alimentaba su pequeño cuerpo y guardaba
un pedazo para sus padres. En alguna ocasión cuando la cosecha no
era todo lo buena que los señores feudales esperaban, la pobre niña
recibía un azote por cada año que tenía.
Sus
padres murieron sin que ella pudiera verlos, pues mientras trabajaba
la pequeña en los campos, se llevaron los cadáveres de sus padres a
la fosa común del cementerio. Nada más llegar a casa y ver que sus
padres no estaban, solo pudo llorar y llorar pensando en su triste
vida, sola y sin familia, pensaba que no podría hacerle frente a la
vida, que no podría vivir sola, sin nadie…
Así
fueron pasando los años hasta que un día pensó en marcharse, dejar
de sufrir y así poder encontrar otra manera de vivir, encontrar su
propio yo y ser feliz. Tras varios días de deambular por los
horribles campos y pueblos desérticos, tras pasar noches en vela sin
poder dormir debido al frío, tenía unos pies repletos de llagas
sangrantes y un cuerpo tan delgado y cansado que apenas podía
mantenerse de pie.
Una
tarde, derrotada, se puso a descansar a los pies de un árbol y unos
bandoleros que pasaron por ahí la raptaron para venderla como
esclava. La metieron en una jaula con otros humanos de todo tipo de
edades para poder comerciar con ellos. Así acabó vendida a uno de
los guardianes de los prisioneros que abastecían las galeras de los
barcos reales. Paso años dándole vueltas a los remos… Y así
hasta que no pudo remar más. Murió con dolores terribles, con un
terrible sufrimiento que esperaría no volver a sufrir nunca más…
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