Otro
día más de lluvia salía a por mi hermana pequeña. Iba por la
calle, oscurecida a consecuencia de los nubarrones negros. Llegaba
tarde como la mayoría de días, así que caminaba deprisa. Las gotas
me caían por la cara, el viento movía mi pelo, la ropa se me iba
apegando conforme más mojada estaba. Un coche paró en medio de la
calle impidiéndome el paso. Solté un insulto y un chico alto bajó
del coche cabreado pero con aspecto divertido: estaba jugando a algo.
Le dije que no se acercara a mí, pero no me hacía caso y poco a
poco iba avanzando diciendo con sarcasmo: ''¿Segura?''... Empecé a
ponerme nerviosa, me estaba empezando a costar respirar y en mi mente
solo veía la imagen de mi hermana sola, esperando mi llegada. Me
puse tensa e intenté huir corriendo, el chico salió corriendo
detrás mía hasta que me cogió del brazo y me pegó en la cabeza
con algo muy duro. Creo que era algo metálico, el choque con mi piel
fue realmente doloroso. Noté como salía un poco de sangre y me
quedé inconsciente.
Cuando
volví a abrir los ojos el dolor de cabeza era insufrible, me sentía
morir cada vez que intentaba levantarme. Intenté situarme y vi que
estaba en una habitación oscura y pequeña. Olía a humedad y era
muy fría. Las paredes eran de una piedra grisácea que no recordaba
haber visto en anterioridad. Estaba completamente vacía, sin ninguna
entrada de luz excepto una ventana minúscula en la parte superior de
una de las paredes. El suelo, que era del mismo material que las
paredes, congelaba mi piel y me hacia encogerme cada vez más y
más... Me puse a llorar... Pensaba más en mi hermana que en mí y,
por mucho que quisiera, no podía hacer nada. Intentar salir era
inútil, la puerta estaba cerrada con llave y la ventada, a parte de
estar situada en una parte bastante elevada, solo dejaría pasar a
alguien con el tamaño similar al de un gato. Era como una pequeña
celda, pero sin absolutamente nada: las paredes y yo. Todavía
llovía, podía oír como las gotas chocaban con el suelo de la
calle, como de vez en cuando un rayo rompía el silencio del momento.
Era lo único que me tranquilizaba un poco, me hacía recordar las
tardes en las que jugaba con mi hermana en el parque dejándonos
mojar por la lluvia, era lo que más nos gustaba, nos hacia sentir
completamente libres, nos daba la oportunidad de estar en paz y
soñar... Empecé a pegar vueltas por la habitación hasta que un
chico al que no había visto nunca entró. Era alto, rubio, robusto y
de piel blanca. En él asomaba una sonrisa maliciosa... me hizo salir
de la habitación. Cuando salí, aunque con un poco de dificultad, vi
a dos chicos más, cada uno me transmitía más miedo que el
anterior, pero no conseguía ver al que me había pegado. Me tiraron
al suelo y me ataron. Era una cuerda áspera y dura que me rozaba por
todas partes y me hacía marcas, me dolía mucho pero intentaba
aparentar ser fuerte... No sé si lo conseguía.
El
suelo estaba sucio, mojado, creo que por alguna copa caída de
alcohol. Se reían mientras daban ideas de qué hacer conmigo. Uno
quería matarme, otro violarme y los otros dos ambas cosas. La cara,
mojada por las lágrimas, intentaba mantenerla impasible. Se oyó un
ruido muy fuerte y todos callaron. Vi cómo se acercaba el chico de
la calle. Era moreno de ojos verdes, me cogió por la cuerda y me
sentó en una silla mientras insultaba a sus amigos. Me dijo que todo
podía acabar bien si yo luego no contaba nada del buen rato que
íbamos a pasar. Tenía una voz profunda, hacía que mis pelos se
pusieran de punta, todo mi cuerpo se ponía alerta cuando hablaba.
Temblaba de miedo. Me quedé mirándole sin decir nada, apretando los
dientes fuerte para no empezar a llorar. Se cabreó conmigo y me
llevó a la habitación prácticamente a rastras. Una vez allí les
dijo a los otros que nos dejaran solos un rato. Estábamos los dos,
yo todavía atada y él con cara de diversión... Se sentó delante
mía y se quedó mirándome durante un instante efímero. De repente,
me arrancó la camiseta y no pude evitar soltar un pequeño grito y
ponerme a llorar. No quería que aquello pasara y no podía hacer
nada para evitarlo. Sentí sus manos frías en la espalda y cerré
los ojos fuerte mientras lloraba amargamente...
Al
día siguiente entre todos decidieron que no saldría nunca de ese
horrible lugar. Me dijeron que me iban a matar y me preguntaron
directamente de qué manera prefería morir. Solo fui capaz de romper
a llorar. ¿Que qué sentía? ¿Miedo? ¿Rabia? ¿Impotencia? ¿Dolor?
Realmente qué más da. El caso es que nunca más salí de allí...
¿Qué sería de mi hermana?
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