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Prólogo.
Cuando Los Días Grises comenzaron, los
recursos disminuyeron rápidamente. La anarquía reinaba en las
calles. La gente exigía comida y agua entre otros recursos. Sin
embargo, nadie se paraba a pensar que eran los causantes de tal
desastre.
Aunque
se había hablado mucho sobre el calentamiento global, todos se
sorprendieron de su llegada. Este comenzó con una subida exagerada
de la temperatura, que provocó el deshielo de los polos y el mar
comenzó a conquistar la tierra ahogando a millones de personas. El
aumento de la temperatura provocó también la erupción de muchos
volcanes, abrasando ciudades enteras.
De
los países que lograron sobrevivir, algunos se quedaron secos, sin
agua. Por lo que, pedían agua a otros países que aún tenían. Uno
de esos países fue México, que pidió ayuda a Estados Unidos para
que le proporcionase agua. Este, se la proporcionó a cambio de un
precio, evacuar algunas de sus ciudades para poner a disposición
única de Estados Unidos. México, no tuvo problema puesto que muchas
de sus poblaciones ya estaban desiertas a causa de los desastres
naturales, de manera que cedió algunos de sus territorios como Baja
California, Coahulia de Zaragoza y Nuevo León.
Con
el tiempo México empezó a demandar más agua a Estados Unidos
porque intentaba establecer una fuerza militar que les permitiera
tener ventaja ante los demás países aún con vida y, en caso de
entrar en guerra, poseer el control.
Sin
embargo Estados Unidos no quiso proporcionarles más agua, ya que
supondría escasez para él, por lo que México, empezó a preparase
para combatirles y apoderarse del agua, y pretendió fingir que
aceptaba la negativa para evitarse una prematura guerra. Pero empezó
a construir reservas de agua y militarizar a todos los habitantes
capacitados incluyendo mujeres y niños. Preparó también un
sub-ejército con los habitantes poco capacitados en armas, planeando
para ellos el servir como distracción y, mientras atacaban al
sub-ejército gastando fuerza y recursos, entrarían en juego los
verdaderos ejércitos, procurando una ayuda y una victoria segura.
Pasó
un tiempo hasta que pudo poner en marcha su plan, y así comenzar la
contienda. Cuando empezó a entrar en Estados Unidos, les
sorprendieron desde Baja California y Coahulia de Zaragoza ataques
militares estadounidenses que estos colocaron estratégicamente tras
prever la situación. Finalmente, después de tanta tensión, la
guerra había comenzado. Poco después de entrar en guerra, Estados
Unidos convenció a Rusia para que le proporcionara ayuda y
asegurarse así la victoria, sin embargo México también consiguió
apoyo de Suecia, la cual se enemistaba con Rusia, y consideró la
guerra entre Estados Unidos y México, como una excusa para luchar
contra Rusia.
Por
si no hubiera suficiente con los desastres naturales con los que la
madre naturaleza castigaba a la Tierra, ahora los países luchaban
por recursos, lo que los disminuía más.
CAPÍTULO 1:
EL PLAN ROTO.
Nos encontramos entre oscuridad, unos
pegados a otros, sujetando el único objeto que nos sacaría vivos de
allí. Nuestras armas.
Solo
somos material de lucha para ellos. Objetos que les defienden y les
permiten mantenerse a salvo en sus casas acompañados de su familia.
Por separado no somos nadie. En conjunto nos llamamos Box 23, que es
el nombre que usan para designar a un camión lleno de personas cuya
misión es salir y matar, una vez han cruzado la frontera…
La
guerra entre México y Estados Unidos ya no se movía según los
intereses de recursos. Ahora se movía por la venganza. Todos los que
estamos aquí, hemos sido manipulados debido a la muerte de nuestras
familias. Nos prometieron que podíamos tomar represalias, y cuando
toda tu familia ha muerto a causa de un bombardeo lanzado a bocajarro
y sin contemplaciones, no dices que no ante una proposición tan
temeraria.
Los
policías estadounidenses, han estado buscando a personas dispuestas
a matar por las vidas perdidas de muchos de sus familiares.
Convenciéndolos de que ayudan en una causa noble para que sus almas
descansen en paz. Todo eufemismos en mi opinión. La realidad es, que
necesitan gente de a pie que distraiga a los soldados que vigilan la
frontera, para luego pillarles desprevenidos con un grupo de
militares especializados, que se encargará de matar a los vigías, y
luego enterrar nuestros cadáveres.
Sin
embargo yo no creo en esa causa tan noble que liberará las almas de
nuestros difuntos familiares. Mi familia está muerta, y matar a más
personas no me la va a devolver. No estoy dispuesta a seguir su juego
y morir en el intento, ya no creo en el ser humano. Lo único en lo
que creo es en que tengo una sola oportunidad de escapar. El único
motivo que me ha impulsado a aceptar la oferta es, que cuando abran
las compuertas de este camión y todos empiecen a darse tiros, me
esconderé debajo del camión, y cuando entren los soldados a matar a
los vigías, me iré a escondidas hacia el bosque o cualquier zona
apartada de la actividad humana. No es porque sea más seguro, sino
porque en el caso de que saliera con vida de esta afrenta, me
devolverían a Tennessee, o lo que queda de ella, y me harían
trabajar como enfermera o algo de eso, y me niego a permanecer más
tiempo aquí. Ya no hay nada que me retenga.
- Oye. Chica. He oído que pretendes escapar.- me susurra uno de mis “compañeros”. Creo que se llama Larry, porque vi cómo se giraba al gritar alguien su nombre. Es muy alto, ancho de espaldas, diría que bastante fornido para ser un recluta de a pie, lleva el pelo rubio recogido en una cola baja para poder ponerse el casco y aunque no le conozco diría que es muy amigable.
Parecido
a como lo llevo yo salvo por el color negro azabache de mi pelo y que
lo llevo metido dentro de mi uniforme para evitar que lo quemen.
- ¿Qué te importa?- le miro con desdén.
- Es imposible salir de aquí. Se dice que muchos se quedan paralizados con sólo salir de este camión.- dice Larry con cara de diversión. Nadie nos mira aunque sé que están escuchándonos.
- Sin duda no me ocurrirá eso.- respondo con tono desafiante sin mirarle siquiera a la cara. Él se ríe.
- Ten cuidado cuando salgas ahí fuera pequeña, normalmente los vigías ya están armados y los primeros nunca suelen sobrevivir, a menos que tengan buenos reflejos.- me dice muy amigablemente. Aunque esto último me lo menciona acercándose a mí oreja para que los demás no lo oigan.
- ¿Pequeña? ¿A caso me ves pinta de niña?- me enfado, aunque sorprendentemente consego no gritar a pesar de las ganas.
- Con ese uniforme y la cara pintada a rayas negras desde luego que no. Pero seguro que eres más pequeña que yo.- añade sonriente mientras revisa su arma.
Era
cierto, yo solo tengo veinte años mientras que él debe rozar los
cuarenta. Para ser un hombre que se dirige a una muerte segura no
parece muy alterado.
- La verdadera edad la hace la experiencia, no el número de años que llevas vivo.- respondo de manera desenfadada mirando al frente. Ahí debo haberme convertido en una cómica porque todos los del camión ríen junto a Larry. Aunque su risa es la que más se oye, ya que lo hace de manera extravagante y con movimientos bruscos.
- Me gusta como piensas pequeña.- me dice con una amplia sonrisa en la cara.
- ¿Por qué estás aquí?- me aventuro a preguntarle. No soy especialmente cotilla ni me interesa la vida de cuantos están en el camión, pero siento cierta curiosidad por Larry y el hecho de que estuviera aquí riéndose de lo graciosa que cree que soy.
- He venido de manera voluntaria.- responde un poco más serio, aunque sin que desaparezca por completo la sonrisa de su cara.
- ¿Voluntario? ¿Por qué?- pregunto aterrada. ¿Cómo alguien puede presentarse voluntario a morir? ¿Es que estaba solo? ¿O simplemente pensaba en actuar de manera kamikaze y suicidarse mientras se llevaba a dos o tres por el camino?
- Verás pequeña, me presenté voluntario para proteger a mi hijo. Mi esposa murió en uno de los bombardeos dirigidos a la escuela. Vinieron a mi casa unos guardias para decirnos que sentían su muerte y que podríamos tomar represalias para salvar su alma, pero me negué. Somos de familia católica y no creo que matando personas puedas salvar almas.- me dice con una sonrisa irónica.- Sin embargo mi hijo lo oyó y estaba dispuesto a vender su alma al Diablo. Así que hice un trato con él. Yo ocuparía su lugar en este camión “salvando” así el alma de su madre, si él me prometía que iba a mantenerse alejado de él, y todo lo relacionado a la guerra.
- ¿Cómo va a mantenerse alejado de la guerra si ahora todo gira en torno a ella?- pregunto con curiosidad.
- Está estudiando para ser profesor. Aunque estemos en guerra, siguen naciendo niños, y alguien debe encargarse de que sepan lo que está ocurriendo y por qué ha ocurrido, además de enseñarles a pensar por sí mismos y no dejarse manejar como soldados.
- No creo que puedan tomar ese tipo de decisiones.- respondo tristemente.
- Tú lo has hecho al decidir intentar huir de aquí.- me dice de manera alegre. Sin duda es un hombre con la cabeza sobre los hombros.- ¿Y tú, has dejado a alguien atrás?
No
puedo evitar cerrar los ojos y sentir una punzada de dolor en el
pecho.
- No. Toda mi familia murió.- dije nostálgicamente. Sin embargo aquí no vale la compasión ya que todos hemos sufrido algo semejante, así que recupero mi expresión normal y logro enderezar la voz.- No quiero formar parte de todo esto.
Larry
me miró esperanzador, y con un tono de voz serio me dijo:
- Te diré algo pequeña, es sólo después de haberlo perdido todo, cuando eres libre de hacer cualquier cosa.- miro a Larry y me doy cuenta de que me apoya en mi misión de huida y sin poder evitarlo le sonrío.
- ¿Cómo te has enterado de que pretendía huir?- digo yo rompiendo el silencio.
- Lo dijiste en sueños.- ríe Larry.- pero sólo te escuché yo porque estaba en la tienda de al lado.- no puedo evitarlo y me pongo a reírme. Esto reconforta mi idea de marcharme en cuanto pueda. Aunque me entristece pensar que Larry no me acompañará, resulta ser un compañero interesante.
Unos
golpes en el camión indican que es hora de mantenerse en silencio ya
que hemos llegado a la frontera con México. De repente me pongo muy
nerviosa y las manos empiezan a sudarme un poco. Larry debe haber
apreciado el miedo en mis ojos y me dice sonriéndome mientras me
guiña un ojo:
- Tranquila pequeña, yo te cubro la espalda.
Eso
me tranquiliza un poco y me da esperanzas de que pueda tener éxito.
- Oye por cierto no se tu nombre.- susurra Larry.
- Me llamo Elizabeth.- susurro sonriente.
- Muy bien Eli, déjame darte un último consejo antes de salir del camión. Nada está perdido mientras quede un insensato dispuesto a luchar por ello.- me dice con una amplia y brillante sonrisa.
Esto
me deja pensativa ya que no sé a qué se refiere, sin embargo la
frenada brusca del camión y los gritos de los vigías mexicanos
distraen mi atención de esas palabras.
Todos
nos mantenemos en silencio mirándonos y esperando a que arrancase el
camión. A los pocos segundos se vuelve a poner en marcha. No creo
que falte mucho para entrar en batalla.
Unos
kilómetros más lejos, el camión frena y las puertas se abren. Mi
corazón se acelera en cuestión de segundos y por un momento se me
nubla la vista, pero Larry me da un suave bofetón y recupero el
sentido.
- Gracias.- logro susurrar, y él me devuelve la sonrisa.
Empiezan
los disparos y las muertes. Tal como dijo Larry, los primeros apenas
tienen tiempo de reaccionar. Van bajando todos rápidamente y cuando
llega mi turno, Larry me coge de la camiseta y me lanza de un fuerte
empujón del camión. Me quedo aturdida. ¿Qué pretendía, matarme?
Sin embargo me doy cuenta de que me he quedado tirada en el suelo
sobre un charco de sangre. ¿Será mía? No, en ningún momento me
han disparado. Debe ser de los primeros soldados que habían salido
del camión. Me asusto mucho e intento levantarme. Pero alguien se
pone encima de mí impidiéndomelo. Cada vez siento más
claustrofobia y los disparos y el olor a sangre no aminoran el
sentimiento. Forcejeo para liberarme de quien fuera que tenía
encima.
- ¡Estate quieta!- me dice una voz masculina. Pero no es la de Larry.
- ¿Qué haces? ¡Déjame marcharme, no quiero morir!- empiezo a gritar y él me manda callar varias veces sin éxito. Suerte que con tanto disparo no se me oye mucho.
- ¡Si dejas de gritar y te haces la muerta no morirás!- esto me deja descolocada y dejo de forcejear. ¿Acaso alguien más aparte de Larry quiere ayudarme? Y si es así, ¿Por qué?
- De acuerdo, escúchame con atención. Hay más de cincuenta guardias y nosotros solo somos cuarenta. En cuanto entren los soldados estadounidenses me levantaré y cuando te avise te irás corriendo hacia el camión ¿Me has entendido?- asiento. No sé porque quiere ayudarme pero está claro que si me ayudan es porque saben que sola no lo conseguiré.
- Gracias.- logro decir.
- No me las des a mí, luego se lo agradeces a Larry. ¿Le has caído en gracia sabes? Tienes suerte de que le deba un favor.- habló con cierto reproche, pero no iba dirigido a mí.
El
chico se levanta por fin de encima, lo que significa que ha llegado
nuestra ayuda estadounidense. Sin embargo no oigo su aviso. ¿Le
habrán disparado? El miedo vouelve a internarse dentro de mí. ¿Qué
puedo hacer ahora? Me quedo quieta en el suelo. Entonces un chico
joven al que acababan de abatir cae en frente de mí y se queda
mirándome mientras esboza palabras en su boca que no consigo
descifrar y sacudo la cabeza indicándole que no le entiendo. El
chico, sin saber de dónde, saca fuerzas y grita:
- ¡Vete ya niña!- entonces me doy cuenta que él es el chico que estaba encima de mí. Me levanto de un salto y tomándome un segundo para localizar el camión, me pongo a correr hacia él.
No
sé si por ganas de huir de ese panorama de muerte, por miedo a morir
o por pura adrenalina, pero alcanzo el camión en pocos segundos
aunque estaba bastante lejos. Me meto debajo tal como me dijo el
chico y me permito unos segundos para buscarle. Cuando le localizo,
veo que me ha seguido con la mirada y me sonreía. Yo le esbozo con
la boca un “Gracias” y él levanta el dedo pulgar como si me
hubiera entendido. Luego cierra los ojos y apoya la cabeza en el
césped.
Ahora
no sé qué más hacer. Estoy atrapada entre disparos. Me pongo a
buscar a Larry pero no le veo, así que decido quitar el seguro de mi
arma. Tendré que salir y seguramente me tocará disparar a alguien.
Busco una parte suficientemente arbolada para ocultarme ya que no nos
encontramos en zona boscosa sino más bien en campo abierto y a mi
derecha veo unos arbustos suficientemente grandes para ocultarme que
además están muy cerca. Cuento hasta tres y salgo muy rápido de
debajo del camión recorriendo unos metros arrastrándome por el
suelo hasta estar a poca distancia de los arbustos, que me levanto y
me pongo a correr hacia ellos.
Como
es de esperar me han visto y me están disparando aunque por suerte
las balas sólo me rozan la piel actuando a modo de cuchillo. Mejor
cortes que convertirte en un colador, pero una vez esté lejos de
aquí tendré que preocuparme de curarlos. Aunque me están viendo
todos nadie se atreverá a seguir a una muchacha que huye despavorida
arriesgándose a ser abatido. Me dejarán morir por mí sola.
Atravieso
los arbustos que me esconden y decido descansar un poco después de
tanta carrera apoyando las manos en las rodillas. Aprovecho el
descanso para observar a mi alrededor. Un poco más lejos se ven
zonas boscosas, ese será mi próximo destino. Se me pasa por la
cabeza el volver allí una vez los disparos hayan terminado, pero
enseguida rechazo la idea ya que no encontraré más que muerte. Una
mano se apoya en mi hombro y me hace enderezarme rápidamente
parándome el corazón por unos momentos, pero su voz me devuelve a
un estado más tranquilo.
- Tranquila pequeña, lo has conseguido.- me susurra Larry al oído. Me giro de golpe y siento alegría al verlo.
- ¡Tú también has escapado! ¿Vendrás conmigo?- en estos momentos me parezco a esas niñas que suplican a sus padres que las lleven de excursión un domingo por la mañana.
- Lo siento pequeña, pero ahí detrás me necesitan.- dice con una triste sonrisa.
- ¿Vas a volver después de haber salido de allí? ¿Por qué?- no puedo creer lo que oía. ¡Tiene la posibilidad de huir y poder reencontrarse con su hijo e va a dejarla pasar!
- No se trata de escapar o no escapar. Nadie puede huir de nada mientras viva en esta Tierra. Sólo he venido a traerte esto.- me dice dejando caer a mi lado una mochila bastante grande y bien llena.- aquí tienes todo lo que te hace falta para sobrevivir unos días en el bosque, pero luego deberás aprender a buscarte los recursos tú sola ¿Entiendes?- asiento.
- Pero ¿Qué va a ser de ti?- al ver mi cara de tristeza se acerca y me da un cálido abrazo que yo le devuelvo.
- Yo estaré bien mientras mi hijo y tú lo estéis. Puede que no seas de mi familia, pero veo un futuro esperanzador en ti si sabes aprovechar las oportunidades. Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo, suelen decirlo aquellos que nunca han conseguido lo que se propusieron.- se separa de mí y sin poder evitarlo las lágrimas empiezan a salir de mis ojos una detrás de otra. ¿Cómo le puedo haber cogido tanto cariño a alguien que conozco desde hace unos días?- Esta situación que tenemos no es lo peor que va a suceder. Todavía vendrán cosas peores. Pero no durarán eternamente y sólo personas dispuestas a construir un nuevo futuro serán capaces de mejorarla.
- ¿Y pretendes que construya yo ese nuevo futuro?- esto me supera.- Mi plan era únicamente el de escapar de ese camión y vivir el resto de mis días evitando a toda costa las guerras.- le digo en tono de reproche.
- Las guerras no son lo único que vas a tener que evitar… - me mira tristemente.- Esto que nos está sucediendo es a causa de acciones humanas que no han sido controladas a tiempo. La Tierra no va a morir por nuestras acciones, pero nosotros sí. ¿Nunca te han dicho que la naturaleza es muy sabia?- dice sonriente.- No te pido que realices ningún acto heroico que salvará a la humanidad. Desgraciadamente eso está bastante fuera de nuestro alcance. Lo que sí te pido, es que atrapes las oportunidades deprisa y sin dudar. Nuestro destino está dentro de nosotros, sólo tenemos que ser valientes para poder verlo.- me mantengo pensativa e inexpresiva, mientras le miro los ojos verde hoja.
Sin
pensárselo más veces, me pone la pesada mochila en la espalda, me
besa en la frente, me desea suerte, da media vuelta y se dirige hacia
los disparos. No sé que me duele más, el hecho de que no lo volveré
a ver o pensar que ha depositado en mí falsas esperanzas.
Si
dudarlo más, me giro de espaldas a él, me cuelgo el arma en un lado
y empiezo a atravesar el semidesierto.
CAPÍTULO 2:
HACIA RUTAS DESCONOCIDAS.
Llevo tres días cruzando el semidesierto
hacia la zona boscosa con la intención de estar bajo la protección
de un medio más denso, estoy bastante cansada. Por suerte sé
manejarme bien en los bosques, por lo que mi único reto será llegar
hasta allí, una vez esté en él ya podré… De pronto me detengo y
me doy cuenta de algo muy importante… ¡No sé hacia dónde me
dirijo! Es decir, sé que voy hacia ese bosque pero ¡En ningún
momento me he ubicado en un mapa! ¿Qué voy a hacer? No puedo ir de
aquí a allá sin rumbo porque podría encontrarme con las bases
militares mexicanas o peor aún, con las estadounidenses ¡Horror!
¡Me devolverán a Tennessee! ¡Incluso puede que me obliguen a
trabajar para ellos! De ninguna manera voy a dejar que me
encontraran, prefiero morir a manos de los mexicanos. Me dejo caer al
suelo de rodillas cansada por la pesada mochila que Larry me había
proporcionado y por el hecho de no tener un plan que seguir. Doy un
grito de rabia por lo estúpida que había sido al no coger un mapa o
indicaciones y me tumbo de lado con la cara entre las manos.
Consigo
escapar de una muerte segura y abastecerme con provisiones (aunque
gracias al libro que me dejo Larry podré buscar plantas comestibles
y aprender a cazar) ¿Para qué? ¡Para ir perdida por una montaña
en México! Además hace mucho calor y no hay árboles bajo los que
cobijarme. Mi frustración empieza a aumentar ya que para mejorar mi
situación es por la tarde y oscurecerá de un momento a otro y ni
siquiera tengo un lugar en el que pasar la noche. Me quito la mochila
de la espalda, me siento en el suelo terroso y decido mirar qué más
ha conseguido Larry para mí. En la parte de dentro encuentro comida
y agua suficiente para tres semanas (hay fruta y verdura, aunque la
mayor parte de comida son galletas, frutos secos y otros alimentos
que tardarán en ponerse malos). También saco un abrigo de pelo de
búfalo, una chaqueta térmica y otra más fresquita, supongo que al
no saber hacia dónde me dirigía me cargó la mochila con lo que
creyó que me vendría bien…. Aunque debió tardar bastante en
recoger todo esto, apuesto a que empezó a prepararlo cuando me oyó
planear mi huida en sueños, ¿Cómo sino se había apoderado de un
abrigo de piel de búfalo?
Me
pongo la chaqueta más fina ya que se acercaba la noche, vuelvo a
guardar la ropa de abrigo y toda la comida, salvo lo que me voy a
comer ahora. Mañana seguiré mirando ahí dentro ya que si saco todo
lo que hay puede que no consiga meterlo de nuevo y me quede sin las
provisiones. Sin embargo escudriño en los bolsillos pequeños
exteriores dónde encuentro una brújula, una linterna, una navaja
con un filo de palmo y medio de largo metida en una funda color azul
marino, una lupa, un lápiz con borrador y un mapa. ¡Un mapa!
¡Gracias Larry! ¡Si estuvieses aquí delante te besaría!... Si
estuvieses aquí, claro…
Me
invade la tristeza al recordar a Larry y que sin su ayuda seguramente
no me las podría arreglar sola. Mejor descansar, mañana ya me
preocuparé de situarme en el mapa.
***
Después
de almorzar me aseguro de que el perímetro está despejado de
cualquier persona o animal y abro de nuevo la mochila para ojear todo
lo que Larry me ha dado. Junto a la ropa de abrigo y la comida
encuentro una cuerda muy larga de la cual no sé concretar cuantos
metros tiene, suficientes balas como para matar a un ejército de dos
mil soldados ¡Y aún así me sobrarían!, un par de botas de
montaña, un kit de escalada con más utensilios de los que conozco….
Con razón pesa tanto la mochila…. Dejo de sacar más objetos de la
bolsa porque estaba empezando a marearme de verdad. ¿Dónde pensaba
que iba, a escalar el Everest? Empiezo a pensar que Larry se había
vuelto loco…. Si ni siquiera sé si podré salir de México, ¿Cómo
iba a llegar al continente asiático? ¿Y para qué necesito llegar
hasta allí? De todas formas el mundo entero está destruyéndose…
Vuelvo
a guardarlo todo tal y como lo he sacado pensando que más adelante
descubriré qué más objetos yacen guardados. Decido seguir el plan
inicial y cobijarme en el bosque que tengo a pocos kilómetros (o eso
espero), y una vez allí planearía mi siguiente paso.
***
Me
detengo delante de una valla hecha de alambres con un cartel colgado
en el que pone “Reserva de la Biosfera Janos”, encima de otro
cartel de “Peligro, valla electrificada”. No creo que actualmente
esté electrificado, aunque no tengo intención de cruzar al otro
lado ya que está muy destrozado, como si hubiera pasado algún
huracán. Saco el mapa, ¡Por fin podré ubicarme! Utilizo la lupa
que había encontrado el otro día y busco mi posición.
- A ver…. Debería estar a más o menos unos veinte kilómetros del bosque…- hacía tiempo que no escuchaba mi voz. No es que sea muy habladora como mi hermana pequeña Adele pero últimamente no he tenido ocasión de abrir la boca más que para comer, beber y pegar algún grito de desesperación y cansancio.
Tras
comer y beber un poco vuelvo a ponerme en marcha. Ya estaba empezando
a notar cómo los músculos de mis piernas y mi espalda pedían unas
vacaciones. En Tennessee no es que haya sido precisamente la más
atlética, tengo bastante resistencia pero nunca he recorrido tan
largas distancias y tampoco se molestaron mucho en el campamento
militar de entrenarnos. Sin duda alguna nos les hemos importado nunca
en absoluto…
Mientras
recorro los eternos veinte kilómetros, pienso en mi antigua vida.
Recordando mis momentos de pesca junto a mi hermano mayor Sam, las
continuas bromas y gracias con mi mellizo Cédric, y las tardes de
juegos que pasaba con mi hermano pequeño Elliot. He crecido rodeada
de chicos, quizá por eso en el colegio me costaba más la relación
con mis semejantes femeninas…. Cuando salgo de mis pensamientos me
doy cuenta que estoy a dos o tres kilómetros del bosque. Es más
denso de lo que había pensado, una ventaja más para mí. Con un
impulso de llegar y poder descansar decido hacer una última carrera.
Llego
a la entrada del bosque jadeando por culpa de la mochila y bajo el
ritmo sin llegar a detenerme hasta llegar a una zona más segura.
Encuentro un árbol con ramas suficientemente robustas como para que
soporten el peso de la mochila, que es mi mayor preocupación.
Intento escalar, pero con la mochila me resulta imposible, y recuerdo
todo el kit que había sacado en el semidesierto y que yo supuse que
era para escalar el Everest. Cuando era pequeña me iba alguna vez a
escalar con mi padre y estoy un poco familiarizada con lo que hay
dentro del kit, aunque muchos de los objetos que no los he visto
nunca.
- Bueno al menos dispongo de lo básico así que utilizaré la cuerda, dos pirámides y dos mosquetones. Con esto será suficiente, o al menos eso espero….- empieza a no resultarme extraño hablar sola.
Escalo
primero el árbol a unos diez metros del suelo para pasar la cuerda
por una de las gruesas ramas y así subir a modo de polea la mochila,
con la navaja corto un trozo de cuerda suficientemente largo para que
rodee la rama y le ato a cada extremo una pirámide (que son como
mosquetones salvo que en forma de ocho y todo unido en una pieza). De
esta manera consigo que al pasar por dentro de las pirámides la
cuerda, esta circule sin dificultad y no se rompa. Vuelvo a bajar
para enganchar a un extremo un mosquetón y este a la mochila. Me doy
cuenta de cuánto pesa realmente esa condenada mochila y hace que el
sudor me caiga como un río. Cuando logro subirla decido que
realmente soy estúpida, ¡Debí subir primero yo y luego la mochila!
porque ahora no tenía como dejarla ahí arriba. Un crujido detrás
de mí me sobresalta y me hace aflojar las manos provocando que la
cuerda se me resbale y me las queme hasta que la mochila impacta con
el suelo. Suelto inmediatamente la cuerda para coger mi arma
apuntando al origen del crujido. Otro crujido suena más cerca, cargo
el arma y doy un disparo al cielo como advertencia. Si es un animal
huirá, si es un ser humano armado intentará dispararme y si no
estaba armado suplicará que no le dispare. Sin embargo no sucede
nada de esto así que me relajo un poco y dejo mi arma preparada para
ser disparada justo al lado de mí y decido revisar si algo de la
mochila se ha roto con el impacto. Está todo perfectamente.
- ¡Uf! – suspiro.- Por que poco…
Cuando
me dispongo a volver a escalar, un brazo fuerte me coge del cuello y
la mano del derecho me deja ver un resplandeciente cuchillo de sierra
y con puntas muy afiladas.
- ¡Cе обиде нешто како умре! – me grita un hombre.
No
sé en qué idioma me está hablando pero no es ni inglés ni español
(los únicos dos idiomas que aprendí a la perfección), lo que sí
sé es que sus intenciones no son buenas y en un acto de adrenalina
cojo el cuchillo que me había guardado en la cintura con la mano
derecha y se lo clavo en la pantorrilla derecha. Hace un gesto dolor
e intento escaparme de su brazo pero aún me tiene fuertemente
agarrada y comienza a apretar más con la intención de ahogarme.
Intento no perder de vista su cuchillo y mantenerlo con la mano
izquierda lejos de mi cuerpo mientras mantengo mi navaja aún metida
en su pierna, pero empiezo a quedarme sin sentido así que saco la
navaja de su pierna y se la clavo en el brazo con el que me estaba
ahogando. Esto me da un respiro ya que ha perdido fuerza, doy una
fuerte bocanada de aire y le vuelvo a meter mi navaja en el cuerpo
mientras libero su brazo de mi cuello, pero esta vez le penetro el
cuello y él deja de oponer resistencia cayendo finalmente al suelo.
Mi respiración se vuelve acelerada y aspirando grandes bocanadas,
acaricio mi cuello mientras observo cómo se desangra, no parece
ningún militar y va vestido de negro. En cuanto recupero el aliento
me guardo su cuchillo y el mío, recojo todas las cuerdas para
guardarlas en la mochila y colocármela en la espalda, me engancho el
arma y corro todo lo rápido que mis piernas me permiten para
adentrarme más en el bosque.
Al
poco de alejarme corriendo escucho unos gritos en el mismo idioma en
el que me había amenazado mi agresor, sin embargo me niego a
girarme, sólo corro y corro hasta que mis piernas no pueden soportar
el peso de la mochila ni el mío y caigo de bruces contra el suelo
sofocada. Miro a mi alrededor rápidamente para buscar una mínima
oportunidad de ocultarme, porque en el caso de que vengan a buscarme
(que es lo más seguro), no podré defenderme, y como si el bosque
hubiera escuchado mis pensamientos localizo un hueco en un gran
árbol. Con gran dificultad logro ponerme en pié y llego al hueco
dando tumbos suplicando a quien me escuchase, que no haya ningún
animal allí dentro, aunque de todas formas mi arma está lista para
ser disparada.
Por
suerte no hay ningún animal en este hueco, el cual nos viene justo
para la mochila y para mí, y me meto la primera poniendo la mochila
por delante para tener una oportunidad de dispararles en caso de que
me descubran. Cubro como puedo la entrada del hueco con ramas y hojas
y apunto con mi arma a la entrada. Intento escuchar si oigo sus voces
pero nada. A los pocos segundos noto como mi cuerpo se relaja
haciendo desvanecerse mis fuerzas paulatinamente hasta el punto de
que ni mis párpados se mantienen levantados, así que con un último
deseo de que no me encuentren, la oscuridad se sume sobre mí y
pierdo el conocimiento.
CAPÍTULO 3:
UN ENCUENTRO INESPERADO
Oscuridad, silencio y soledad, esto es lo
único que siento.
Me
duele el cuerpo entero a cada movimiento que hago. ¿Corrí demasiado
ayer en clase de educación física? Intento moverme y jadeo del
dolor, mejor me espero a que se me pase un poco, parece reciente…
aunque ahora que lo pienso… no recuerdo haber ido ayer clase, más
bien no recuerdo nada de ayer… debería bajar y preguntarle a papá
si me fui a escalar con él porque de verdad me duelen mucho los
brazos y piernas.
Intento
abrir los ojos pero me pesan demasiado. Al segundo intento consigo
abrirlos lo suficiente como para ver que no me encuentro en mi
habitación… ni en ninguna otra habitación. ¿Dónde me he metido?
De
pronto me vienen todos los recuerdos a la cabeza: la guerra entre
México y Estados unidos, el Box 23, mi plan de huida, a Larry
poniéndome la mochila, yo atravesando el semidesierto, mi encuentro
con el hombre de acento extraño, mi entrada en el hueco del árbol,
mi familia mutilada por una bomba mientras asistía a una convención
científica… ¡¿Mi familia muerta?!
Abro
los ojos del todo y me incorporo rápidamente provocando que mi
cabeza colisione con el techo de lo que recordaba que era el hueco de
un árbol. Doy un grito apagado por el choque y me llevo las manos a
la cabeza para ver si me he hecho alguna brecha, por suerte no hay
ninguna, luego miro mis manos que me arden mucho y las veo rojas y un
poco encarnizadas. Me viene a la mente la cuerda resbalando por mis
manos, lo que me hace pensar que en este bosque debe de haber alguna
planta que pueda usar, siempre hay una que al mezclarla con agua saca
su jugo curativo, o al menos eso me hicieron creer los documentales y
películas cuando era más pequeña…
Una
vez completamente despierta gracias al golpe, me sitúo en mi
memoria y empiezo a repasar despacio mis pasos tras mi encuentro con
el hombre que me intentó asesinar, recuerdo que estaba tan agotada
que me metí en este hueco y perdí el conocimiento…. Un gran
alboroto que proviene de mi barriga me distrae y hace que me ponga a
comer, parece como si no hubiera comido en una semana…
Al
terminar, empujo la mochila hacia fuera con dificultad debido a mis
manos quemadas y salgo del hueco que ya empezaba a provocarme
claustrofobia. Cuando estoy fuera, el sol que anuncia la llegada de
la mañana hace que me duelan los ojos y me veo obligada a tapármelos
con una mano. Esto es muy extraño… o el sol se ha acercado más a
la tierra (lo cual es muy poco probable) o he mantenido durante mucho
tiempo los ojos cerrados, que, uniéndolo a la voracidad con la que
he engullido la comida, diría que he estado varios días durmiendo
ahí dentro. Me pongo el casco que estaba sujeto a un lateral de la
mochila de manera que pueda ocultarme un poco los ojos y así revisar
si me falta algo. Tras sacar el mapa, la lupa, el lápiz y la
linterna, entro en el hueco de nuevo metiendo esta vez mi mochila la
primera y luego yo, así me iré habituando a la luz poco a poco.
Según
mi situación me encuentro en un bosque situado por el este de
Chihuahua. Si sigo esta dirección llegaré al mar, pero no tengo
barco ni ningún otro medio para atravesar el Océano Pacífico.
- Genial, estoy atrapada en tierra de México….- digo de manera irónica.- Aunque de todas formas vaya donde vaya no tengo ningún lugar en especial al que necesite o tenga que acudir…
Me
apoyo en la pared del árbol y miro el techo pensativa. No tengo
lugar donde ir, y aunque lo tuviera, no tengo medios para llegar a él
porque seguro que no sería en México. De pronto me viene una idea a
la cabeza me incorporo y recorro con mis ojos el mapa.
- No tengo un lugar a dónde ir, pero esto no es del todo malo porque puedo ir donde quiera. El mundo será mi ciudad ahora y cada continente una casa.- digo en tono alegre.
Mi
boca reproduce lo que mi mente le ordena sin embargo no suena tan
bien como pensaba. En realidad no era una idea tan descabellada, de
todas formas no perdería nada por intentarlo y de paso voy
practicando en la caza, aún me queda comida pero necesito alimentos
más nutritivos como la carne o el pescado. Guardo todo en la mochila
y salgo de hueco llevándome la mochila conmigo. Me dirigiré hacia
alguna ciudad situada en la costa para coger algún barco.
Utilizo
el sol para situarme ahora que mi vista se ha vuelto a adaptar a la
luz y mi brújula para encaminarme bien al mar. Mirando el mapa
decido ir hacia Mazatlán, está en la costa así que podré buscar
barcos.
***
He
tardado tres días en llegar hasta Guadalupe y el Calvo y todavía no
me he encontrado a nadie, por lo que deben de estar muy atareados con
su guerra lo que significa que tengo más posibilidades de
sobrevivir. Conseguí encontrar la planta para las quemaduras, en
efecto hirviéndola con agua y luego estrujándola contra una piedra
conseguí sacar el jugo curativo, ahora ya las tengo casi del todo
curadas pero me sigo aplicando el ungüento por las manos para que se
repongan del todo. Aunque no tenía las manos en perfecto estado, he
ido mejorando mi puntería mientras avanzaba por el bosque. ¡Por fin
vuelvo a comer carne! He cazado sobre todo roedores y aves, aunque
los días que no encontraba alimento tuve que conformarme con la
comida que tenía en la mochila la cual me durará más ahora que ya
sé cazar.
Tras
descansar en una de las ramas altas de un árbol, me pongo en marcha
de nuevo con la esperanza de llegar en menos de una semana a
Mazatlán.
***
Tal
y como calculé he llegado a Mazatlán en cinco días y medio, sin
embargo creo que no he llegado yo sola hasta aquí. Ya en el bosque
notaba como una presencia que me seguía pero pensaba que eran los
animales, y ahora estoy segura de que no, espero que no sean los
amigos de mi agresor de acento extraño, aunque supongo que si lo
fueran seguramente ya me habrían intentado matar o algo parecido.
Mientras camino por las calles veo cómo la ciudad costera ha sido
afectada por los huracanes. Todas las casas están destrozadas o les
falta alguna pared, las carreteras están fragmentadas pues hay zonas
donde el asfalto ha desaparecido dejando un agujero en su lugar, veo
coches que han atravesado paredes y cristales, y como no… hay
muertos…
Me
alejo lo más rápido posible de la ciudad porque todos los cadáveres
me recuerdan al de aquel hombre que intentó matarme. En pocas horas
llego a la costa y busco algún barco en buenas condiciones sin
éxito. Recorro el muelle de arriba abajo pero todos están medio
hundidos, rotos o hundidos por completo.
- Buscaré por las casas que estén en la costa.- pienso en voz alta.
Salgo
del muelle y camino por la costa buscando casas que tengan algún
barco. Tras tres horas mi búsqueda saca sus frutos. En una pequeña
casa bastante alejada del muelle hay un barco atracado, y parece poco
perjudicado. Corro un poco hasta él y cargo el arma ya que el barco
está en demasiadas buenas condiciones como para no haberse movido de
aquí desde los huracanes. Tras revisar si la casa está vacía, me
dirijo al barco. Es un barco pesquero de color azul mar con un
letrero en los dos lados que pone “Poseidón”. No parece estar
habitado así que subo en él y entro en la cabina de mando. Observo
todas las palancas y botones que hay (aunque no son demasiadas) pero
no encuentro ningún botón que sirva para encender el motor.
- Mejor será que utilice el libro….- digo con un suspiro.
Mientras
revisaba la casa encontré algunos objetos de valor que decidí
coger. Uno de ellos era el libro que estoy manejando, espero que no
sea muy complicado.
Tras
una hora peleando por entender el libro consigo poner el motor en
marcha.
- ¡Si! - grito triunfante mientras alzo los puños hacia arriba.
Utilizando
una palanca y el volante consigo mover el barco de sitio y salir al
océano tras colisionar por uno de los lados con otro barco que
estaba medio hundido. Por suerte solo ha afectado al barco respecto a
la pintura la cual se ha desprendido por un lado de punta a punta del
barco.
Un
par de horas después manejaba el volante con seguridad.
- Podría hacerme capitana de un barco y todo.- digo en voz alta rompiendo el silencio.
- Eso es lo que tú te crees.- oigo decir a alguien detrás de mí.
Me
quedo helada pensando si girarme o no buscando con los ojos el arma,
la cual había dejado justo en la puerta de la cabina de mandos.
Volteo lentamente la cabeza sin soltar el volante y veo a una mujer
con piel oscura de mediana edad sujetando mi arma. Lleva el pelo
suelto de color rojo y liso (lo cual es muy llamativo dado su piel
oscura), viste unos pantalones pirata vaqueros y una camisa del mismo
azul que el barco.
- ¿Quién eres? – consigo preguntar.
- ¿Qué quién soy yo? La dueña del pesquero.- dice en tono de reproche.- ¿Y tú pequeña ladronzuela?
- ¡No soy ninguna ladrona! – digo enfurecida.- Solo lo he tomado prestado al no ver a nadie en él, ¿De dónde has salido?
- Querida, en todo barco hay una trampilla que lleva a un camarote subterráneo.- dice cargando el arma.- Y tú me has despertado con tanto golpe, espero que puedas pagar el destrozo que le has hecho al barco…- suelta con una sonrisa traviesa.
- La verdad es que no, ¿Vas a matarme? – digo en tono serio.
La
mujer pelirroja se queda en silencio unos segundos mientras me apunta
con mi arma.
- Todavía no querida, tengo resaca y no puedo conducir, así que nos llevarás tú.- dice bajando el arma con sonrisa pícara.
- ¿Llevarnos dónde? – pregunto insegura.
- A las Islas Marías.
Decidí
no cuestionarle ya que tenía mi arma y yo no estaba en condiciones
de negarle nada.
- ¿Para qué tenemos que ir allí? – le pregunto mientras reoriento el barco en la dirección que marcaba el mapa.
- Porque necesito hacer unos trueques con unos mercaderes de allí.
- ¿Aún hay gente? - pregunto asombrada.
- Sí, al parecer han desarrollado una zona protegida de maremotos y huracanes.- me dice mientras se sienta en la mesa de detrás y se sirve una copa.- ¿Bebes querida?
- ¿Qué es?- debe de ser algo alcohólico por la resaca que lleva.
- Ron.- dice levantando la botella para enseñármela.- Pero no está muy fuerte, lo mezclé con agua hace algunos días.
¿Ron
con agua? Ya sé para qué nos dirigíamos a las Islas Marías…
- No gracias, no bebo alcohol.- digo sin apartar la vista del horizonte.
- Ya lo harás.- dice después de dar un trago, y se pone a reír sola hasta que se desmaya encima de la mesa tras un suspiro.
- Lo que tengo que aguantar…- digo mientras rodeo los ojos.
Al
cabo de varias horas se despierta y me pregunta:
- ¿Tienes hambre?
- ¿Tienes comida?- le respondo.
- Tengo pescado del día.- dice sacando uno de la nevera que había al lado de la mesa.
- Entonces sí, tengo hambre.
Ha
anochecido y la mujer pelirroja está en la cocina situada en el
camarote de arriba. Cuando acaba de hacer la cena me dice que pare el
motor y suba a cenar. Lo hago aunque no estoy segura de que sea buena
idea ya que la corriente nos podría cambiar la dirección.
- Espero que te guste.- me dice poniendo el plato en la mesa de las cocina.
- Gracias.- respondo sentándome delante de él.- Se nota que es fresco.
La
verdad es que huele realmente bien.
- Querida no tengo un barco pesquero sólo para beber y dormir ¿Sabes?
- Ya me imagino.- digo riéndome.- Por cierto no me he presentado, me llamo Elizabeth.
- Yo soy Nefertari, puedes llamarme Neri si te es más cómodo.- dice mientras se sienta enfrente de mí.
- De acuerdo Neri, ¿De dónde eres? No tienes acento mexicano.
- Seguramente porque no lo soy, solo vivía en la casa de la que sacaste el libro.- levantó la mirada hacía mí aunque no me sentí culpable.
- Bueno si no lo hubiera cogido nos hubiéramos tenido que fiar de que tu resaca no fuera muy fuerte como para dejarte navegar.- me excuso.
Neri
me mira y empieza a reírse a carcajadas.
- Eres una pequeña ladrona muy inteligente.- responde aún riéndose.- Dime, ¿Has cogido algo más?- pregunta levantando una ceja.
Quizá
no sea buena idea pero decido confiar en ella.
- Sí, un par de cosas que me servirán en mi viaje.- respondo con sinceridad.
- Espero que no te hayas llevado media casa… - dice mientras sonríe.
- No creas, sólo todos tus objetos de valor.- de nuevo vuelve a reír. Otra que se cree que voy para cómica...
- Bueno, ¿y tú de dónde vienes? a juzgar por la ropa debes de haber estado metida en la guerra de Estados Unidos y México, además no tienes acento de mexicana así que juraría que eres de Estados Unidos.
- De Tennessee exactamente. Y lo de la ropa es una historia bastante complicada…. Digamos que me metí en la guerra para escaparme de ella.
- ¿Cómo se puede hacer eso exactamente?
- Bueno, en mi caso metiéndote en camiones que enviaban más allá de la frontera mexicana lleno de personas deseosas de venganza por haber perdido a su familia. Lo único que me difería era que no buscaba venganza por la muerte de mi familia. Además era una muerte segura.
- Yo también perdí a mi marido e hijo en esta guerra.- dejó de comer y me miró a los ojos.
- Lo siento.- digo devolviéndole la mirada.
- Yo también.- me responde.
Nos
quedamos un rato en silencio comiendo hasta que ella lo rompe.
- ¿Y cómo conseguiste escapar?
- Me ayudó un buen amigo… - digo nostálgica.
- Y ¿Dónde está él ahora?- me pregunta curiosa.
- No lo sé.- contesto secamente.
Prefiero
no pensar en qué le ha podido pasar, porque sé que no le volveré a
ver. Ella me mira y dice:
- Entiendo…. Bueno mejor será que vayas a dormir yo me ocupo del barco.
- ¿Tú no duermes? – dije mientras me levantaba de la mesa.
- Creo que he dormido suficiente por hoy, además no estoy cansada.- responde mientras recoge los platos sucios.
Asiento
y me dirijo hacia el camarote escondido debajo de la trampilla. Una
vez abajo me acuesto en la hamaca hecha con tela de colores y un
estampado árabe. Me pregunto si Neri piensa venderme a los mexicanos
ahora que sabe que soy estadounidense….
***
- Buenos días querida.- me despierta Neri en tono cantarín.
Cuando
abro los ojos me encuentro su cara encima de la mía.
- ¡Ah! – grito.- ¿Pretendes matarme de un susto? Hay maneras más fáciles de matar ¿Sabes?
- El almuerzo está listo.- me dice sonriendo.
Cuando
subo a la cocina me sorprende no encontrarme con pescado del día.
- ¿Qué es esto? – pregunto sentándome a la mesa.
- Un bol de leche con pescado.- responde mientras se lo beben.
Me
quedo mirando el bol con cara de repulsión y al mirarle a la cara
suplicante me la encuentro aguantándose la risa.
- Muy graciosa… - le digo con reproche y ella estalla a carcajadas.- ¿De dónde la has sacado?
- Tengo mis reservas…. Cuando acabes ven abajo.- dice bajando a la sala de mandos.
Al
bajar me doy cuenta de que al horizonte se encuentra la Isla María
madre, es la más grande de las tres. Al desembarcar, nos han
recibido dos hombres uniformados con ropa militar armados y nos han
llevado a una base rodeada por un muro metálico de diez metros de
altura.
- ¿Qué hay ahí detrás?- pregunto inspeccionando el muro.
- Es un refugio que se creó tras empezar los desastres naturales, solo hay tres en todo el mundo y cada uno lo utilizan para diferentes cosas. Uno es para cultivar alimentos, otro es un refugio de salud y el último es en el que viven los que consiguen llegar a él.
- ¿Y cómo es que solo hay tres?
- Porque todos los demás países están más preocupados en matarse que en construir refugios.
La
miro confundida sin saber a qué se estaba refiriendo.
- ¿No sabes lo del resto de guerras? – me pregunta sorprendida.
- ¿El resto de guerras? – digo frunciendo el ceño.
- Eli, casi todos los países salvo África, China y esta isla están en guerra…
Me
quedo paralizada por un momento.
- ¿Cómo puede ser eso? – respondo aterrada.
- Porque tanto Estados Unidos como México pidieron ayuda a otros países haciéndoles promesas para que se unieran a ellos. Estos refugios no son solo para protegernos de los desastres naturales.
- ¿Cuál es este? – pregunto mientras nos llevan al interior del muro.
- El de los alimentos.- me dice mientras entramos en una habitación donde nos ordenan esperarnos.
- ¿Y dónde se encuentran los otros dos?
- El de la salud en China y en el que vive la gente se encuentra en el Congo.
- Y si todos los demás países están en guerra ¿Cómo llevan las medicinas y los alimentos al refugio de supervivencia?
- Mediante tratos. Para llegar hasta África sin sufrir percances, hacen trueques para ser protegidos, de manera que no solo cultivan para los refugiados sino también para aquellos que protegen la carga hasta llegar a África.
Me
quedo pensativa unos instantes y cuando voy a hablar, entran unos
hombres vestidos de negro con aspecto poco amigable que se dirigen a
Neri.
- El jefe la espera.- dice uno de ellos. Parecen armarios andantes…
- De acuerdo.- responde ella.
Cuando
se dirige a la puerta de la que han salido los hombres, la detienen.
- ¿Está borracha? – pregunta el otro hombre.
- No… solo han sido un par de copas… - responde ella rezumando olor a Ron.
- Es que hemos celebrado mi cumpleaños con un par de copas, espero que no esté prohibido.- digo rápidamente.
Los
hombres me miran de arriba abajo y se apartan para que podamos pasar.
- Gracias.- me susurra Neri.- Ella entrará conmigo.
Ambos
asienten y entramos a una habitación muy grande con un hombre
sentado en un escritorio al fondo. Nos acercamos hasta él poco a
poco.
- ¿Quién es? – susurro discretamente.
- Alguien peligroso. Todo esto está manejado por mafias, así que mantente al margen y no digas ni una palabra ¿Entendido? – me dice mirando al frente.
- De acuerdo.
El
hombre del fondo también va de negro, con un peinado echado hacia
atrás y lleno de gomina. Cuanto más nos acercamos, más tensa noto
a Neri.
- Hola Neri, te veo bien.- dice mientras escribe en unos papeles.
- Hola Rousseau, ¿Aún ocupado? - responde Neri.
- Como siempre ya lo sabes. ¿Tienes lo que te pedí? – pregunta levantado al fin la cabeza de sus papeles.
- Sí, está en el barco.- responde muy seria.
- Muy bien, coge lo que te deba y llévate a mis hombres para que recojan el paquete.- dice mientras vuelve a sus papeles.
Salimos
de la habitación y ella se destensa. Llevamos a los guardaespaldas
hasta el barco y les veo sacar del camarote de la trampilla una caja
que no había visto cuando dormí ahí. Cuando se van los dos hombres
me vuelvo hacia Neri.
- Oye Neri necesito un favor.- le digo muy seria.
- ¿De qué se trata? – dice mirándome preocupada.
- Quiero que me ayudes a llegar hasta África. Tengo que llegar hasta ese refugio.
- ¿Y cómo quieres que te ayude yo? – me pregunta frunciendo el ceño.
- No lo sé, esperaba que me lo dijeras tú…
Se
queda mirándome unos segundos pensativa.
- ¿Sabes acaso quién maneja los trueques? – me mira fijamente.
- Rousseau ¿Verdad?
- Sí, es muy peligroso.
- Lo sé. Pero necesito llegar allí y alejarme todo lo posible de las guerras.- le digo con mirada suplicante.
- Espera aquí.- me dice y se vuelve dentro del muro.
Tras
tres horas esperando, sale y viene a paso ligero hacia mí.
- No digas nada. Tenemos diez minutos para coger lo que queramos y meternos en una avioneta con provisiones dirigido a Gabón, una vez allí tendremos que arreglárnoslas solas para llegar al Congo, donde está el refugio y más te vale tener en esa mochila que has escondido en la cocina suficiente comida y en esa arma suficientes balas para llegar sanas y salvas ¿Entiendes? – dice Neri seriamente y sin detenerse para respirar.
Mi
primer impulso nada más acaba de hablar es abrazarla bien fuerte, lo
que la pilla por sorpresa.
- Muchas gracias.- le digo sin dejar de sonreír.
- No sabía que fueras tan sentimental querida.- dice devolviéndome el abrazo.
- ¿Qué le has dado a cambio? – digo separándome del abrazo.
- El Poseidón. Así que más te vale que lleguemos o de lo contrario te mataré ¿Me oyes? - me dice en tono de reprimenda, aunque no podía evitar sonreírme.
- Entendido.- digo entre risas.
Sacamos
todo lo que podríamos necesitar del barco incluyendo la mochila y el
arma (aunque está escondida para que no nos la quiten) y nos metimos
en la avioneta destino el Gabón. No tardamos mucho en ponernos en
marcha ya que el tiempo es muy impredecible y volar es peligroso.
Llegamos al Gabón en diez horas, se han hecho interminables pero
por fin hemos llegado y lo más importante es, que no hemos tenido
complicaciones durante el trayecto. De haberlas tenido seguro que a
Neri le hubiera dado un paro cardíaco porque estaba cogida
fuertemente al asiento con las manos y mirando hacia arriba de la
avioneta.
La
avioneta nos ha dejado en Ivindo National Park, que está por el
centro del Gabón. A partir de ahí empezamos a atravesar la selva
hacia el Congo poco a poco hasta estar casi en la frontera donde
termina el Gabón. Todavía nos queda encontrar dónde está situado
el refugio, aunque por otra parte la mochila ha dejado de pesar un
poco ya que nos hemos terminado la comida y me resulta más fácil
moverme y cazar.
Neri
cree saber dónde se encuentra el refugio y yo decido seguir su
instinto ya que es lo único que tenemos. Tras varias semanas más
conseguimos llegar al refugio, era igual que el de la Isla María
madre aunque más grande.
- ¿Cómo entramos ahora? – dice Neri.
- No lo sé, probemos a llamar a la puerta.- digo acercándome a una puerta de dos metros de alto.
Tras
llamar, se abre una ventana a la altura de nuestras cabezas y aparece
un par de ojos oscuros y enfadados.
- ¿Quiénes sois? – pregunta el dueño de los ojos.
- Nuevas residentes.- responde Neri.
- Lo siento, pero solo puede pasar una de vosotras.- dice el hombre.
- ¿Por qué? ¿Tan lleno está? – respondo.
- No aceptamos personas de raza diferente, es normativa del refugio para evitar problemas.- dice él en tono seco.
El
hombre abre el portón y se queda quieto delante de nosotros
impidiéndonos el paso.
No
puedo creer lo que estoy oyendo, la raza humana se está acabando ¿Y
aún así hacen excepciones? Miré a Neri y la vi quieta, mirando
fijamente los ojos del hombre con expresión de miedo, como si
estuviese viendo algo increíble. De hecho, esto es increíble.
- ¿Vas a entrar? – me pregunta el hombre.
Miro
al hombre con odio con ganas de insultarle y gritarle, sin embargo no
me servirá de nada. Como siempre, las personas sólo se ocupan de
sus propios problemas al margen de los demás pero yo no estoy
dispuesta a seguir su juego. No salí de una guerra para meterme en
una dictadura. Esto debería cambiar de una vez por todas ¿Cuándo
el ser humano dejará de comportarse de manera egoísta y preocuparse
por el bien común? Me vienen a la mente las palabras que Larry me
dijo en el camión, “Nada está perdido mientras quede un
insensato dispuesto a luchar por ello…”
Por
fin entiendo su significado…
- Oye no tengo todo el día, ¿Entras o no? – dice el hombre levantando la voz.
- Ni aunque fuera la única esperanza de vida.- contesto secamente.
Doy
media vuelta y camino a paso ligero adentrándome en la selva
mientras oigo como se cierra el portón. Cuando estoy suficientemente
lejos me paro y me giro hacia Neri, me ha seguido nada más verme
atravesar al bosque y aunque estaba llamándome mi cabeza no la
escuchaba, estaba ocupada odiando a los del otro lado del muro.
- Bueno, ¿Qué quieres hacer ahora? – me pregunta seria.
Supongo
que sabe por qué no he entrado.
- Buscaremos más supervivientes.- digo con el mismo tono de su pregunta.
- ¿Para qué? – frunce el ceño.
- Porque habrá más gente que piense como nosotras y que esté harta de la forma de gobernar que hemos tenido hasta ahora y porque somos capaces de cambiar nuestro futuro si nos unimos.- la miro con expresión enfadada.- No sé tú pero yo estoy cansada de vivir viendo como las personas se preocupan por sus propios intereses y deja a los demás de lado. ¿Estás conmigo… o no?
Mantuve
mi mirada fija a la de ella esperando que no tuviera miedo a lo que
nos tendríamos que enfrentar.
- Eres más lista de lo que pareces ¿Sabes? Por supuesto que estoy contigo querida.- dice al fin.- ¿Pero cómo pretendes que los demás se unan a tu causa perdida?
No
sé cómo voy a hacerlo… pero al menos Neri me acompañará. Me
recuerda un poco a Larry, porque decidió ayudarme ciegamente aunque
eso le costara lo único de valor que poseía. En ese momento
recuerdo a Larry y la gran confianza que depositó en mí sin apenas
conocerme. Tomo una decisión y digo lo único que puede hacer que no
perdamos la esperanza.
- Ninguna causa está perdida mientras quede una insensata dispuesta a luchar por ella….- le digo en tono misterioso mirando fijamente sus ojos.
Veo
cómo Neri cambia su expresión de confusión a una llena de energía
mientras sonríe, y en ese momento sé que ha leído en mis ojos lo
que estoy pensando, y sobre todo sé que me ayudará a ponerlo en
marcha.
Angelica Jolie Gusatinada
Angelica Jolie Gusatinada
FIN.
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