Salía del trabajo a medianoche, como
acostumbro a hacer rutinariamente, me dirigí a por el coche. Aquel día estaba
algo más cansado que de normal, esa semana tuve que trabajar alguna que otra
hora extra y el cuerpo ya no me aguantaba. De repente, la cabeza empezó a darme
vueltas, me mareé y estuve durante un
tiempo, que desconozco cuanto, como dormido. Me despertó la lluvia que empezó a
caer sobre el polígono que se situaba a las afueras de la ciudad. Me levanté
lentamente con un fuerte mareo, no recordaba nada de lo que había sucedido.
Estaba totalmente aturdido y no sabía dónde había dejado el coche, el agua
empezó a empaparme de abajo a arriba y me dirigí en busca del coche. La poca
luz que había en el polígono me hizo la tarea mucho más difícil de lo que había
pensado, ya que muchas de las farolas apenas funcionaban. Por fin encontré el
coche después de un largo rato en su busca. El agua ya me había calado todo el
cuerpo y cogí del maletero la toalla, que solía usar para ir a la playa con mis
amigos, para secarme lo más rápido posible antes de coger alguna pulmonía.
Decidí pasar la noche en la parte de
atrás del coche porque conducir en el estado en el que me encontraba habría
sido un peligro, además el mareo aún no se me
había pasado y ahora empezaba a sentir un fuerte dolor en la cabeza. Así
que me dejé caer en los asientos traseros y antes de que me diera cuenta ya
yacía profundamente dormido, ni el sonido de una bomba me hubiese despertado.
La luz del amanecer me obligó a abrir los ojos,
recordé enseguida donde me encontraba y vi que alguien golpeaba el cristal del
coche diciéndome que me despertara, me di cuenta de que aquel hombre era mi
jefe. Aunque me encontraba peor que si tuviera la resaca del siglo, di un
brinco y salí del coche disparado. El jefe me miró como si lo hiciera a un
loco, pero cambió su gesto al descubrir en mi cabeza que llevaba sangre. Me
preguntó que me había sucedido y le expliqué que no recordaba cómo me lo hice.
Mi jefe me dijo que me llevaría a la ambulancia y me explicó que había habido
un robo en la fábrica, dándome a entender que estaría despedido. Mientras me
contaba todo esto nos dirigimos hacia la fábrica, cuando nos acercábamos vi que había una
multitud de policías y cada vez más. Primero mi jefe me llevó a la ambulancia
que había junto a un coche de bomberos. Allí me curaron la herida que tenía en
la cabeza y me pusieron grapas para poder cerrarla bien. Cuando ya me habían
curado, me la vendaron entera de forma que no se me veía nada de pelo. Se me
acercó uno de los de la policía bromeando sobre mi cabeza y no me hizo ninguna
gracia, pero me hizo menos cuando sacó la placa y me explicó que era el
inspector de policía y que me iba a interrogar.
Era un
hombre bastante más mayor que yo, alrededor de los cincuenta años más o menos.
Lo deduje por las canas que tenía por todo el cabello, lo tenía tan blanco que
me atrevería a decir que ni un solo pelo de los que le quedaban fuera de otro
color. El rostro lo tenía lleno de arrugas, sobre todo alrededor de los ojos
cosa que le hacía parecer bastante más viejo. Tenía unas cejas pobladas que se
unían por el entrecejo, también eran de color blanco como el resto del pelo.
Los ojos me llamaron la atención ya que eran de un azul cielo que destacaba.
Posiblemente en su juventud esos ojazos le habrían traído muchas alegrías,
ligando, aunque la nariz gigante que tenía le afeaba y le hacía cara de persona
muy seria y para poca broma, cosa que cuando me interrogó comprobé, me pareció
antipático y poco agradable. Mientras me hablaba le observaba de arriba abajo
con mucha atención y creo que me llegué a quedar paralizado mirando su bigote,
que por cierto era enorme y me provocó gracia porque me recordaba a Mario Bros.
Mientras me interrogaba el olor a tabaco que desprendía su ropa me llenó todo
el cerebro, además tenía los dientes amarillentos y eso me hizo suponer que
debía ser fumador. De hecho lo comprobé más delante de la entrevista cuando
sacó el paquete de cigarrillos de su bolsillo y me invitó a uno, cosa que yo
rechacé. El humo en la cara me molestaba muchísimo y estuve a punto de decirle
que apagara el cigarro.
La verdad
es que el hombre para fumar y tener la edad que aparentaba, se mantenía muy en
forma, además era muy alto, parecía estar incluso fuerte y eso daba muestras de
su profesionalidad.
Era muy
observador y parecía que me examinaba con minuciosidad, comprobando cada
detalle de mi cuerpo, de mi cara y de mi mente.
Tenía la sensación de que sabía lo que pensaba, parecía un asesino
observando a sus víctimas y aprendiendo de ellas para cuando tuviera que
cometer el crimen.
La conversación fue avanzando y cada vez las
preguntas eran más comprometidas y más extrañas, muchas parecían no tener
ningún sentido pero las respondí con todos los detalles que pude y con la
máxima sinceridad.
Una vez
acabadas las preguntas, concluyó en que a las horas en las que se produjo el
robo yo ya había acabado mi turno de guardia, ya que pudieron verificar la hora
con las cámaras del almacén. Esto me tranquilizó algo, ya que quizás mi jefe no
me despediría con un poco de suerte. Volví en busca del jefe y me dijo que me
marchara a casa y que descansase. El tema de si estaría despedido o no ya lo
hablaríamos. Seguramente estaría de baja alguna semana y de hecho así sucedió,
tres semanas me dieron para recuperarme. A veces sufría algún mareo pero nada
del otro mundo, si me sucedía me acostaba y luego ya me encontraba como nuevo.
Ese tiempo me ayudó para ponerme al día, para ver
como estaba la sociedad y qué sucedía en el mundo. Esto antes no lo podía hacer
ya que siempre hacía vida nocturna y por el día dormía, parecía un vampiro, esa
es la causa por la que no sabía de la actualidad. Solo sabía algo de la crisis
ya que me afectaba directamente a mí, por culpa de esta y los cambios en la
leyes laborales ahora tenía que trabajar más y cobrar menos, aunque para mí
tampoco era un grave problema porque no tenía ninguna familia a la que
mantener.
Ahora dormía por la noche y por el día me dedicaba
a vivir la vida, pero los primeros días de ver noticias, periódicos,… me di
cuenta que no solo era la crisis el problema del mundo, también se estaba
produciendo un cambio climático, parecía que un meteorito podía caer en la Tierra en los próximos meses, las reservas de energía de
todos los países se estaban acabando, el vandalismo, las guerras y el caos en
el mundo iba creciendo, buena parte de Internet estaba controlada por intereses
y la tercera guerra mundial, podría precipitarse. Me conciencié sobre muchos de
estos temas y me afilié a una de las organizaciones ecologistas del momento
“Verdes en acción” y al sindicato laboral “Nuestro trabajo”. Me hacía sentir
mejor formar parte de colectivos que luchaban por la vida y la dignidad.
La segunda semana de reposo sufrí casi todos los
días fuertes mareos, así que me la pasé casi siempre durmiendo, solo me
levantaba para comer algo y para ir al aseo cuando lo necesitaba.
A final de semana estaba algo mejor y sin dudarlo
salí a dar una vuelta para despejarme un poco, pero al llegar al portal de la
comunidad de vecinos vi que un comunicado informaba que esos días habían fallecido
siete vecinos. La noticia me conmocionó, aunque mi relación con ellos no había
sido muy estrecha, ya que casi nunca había sabido de ellos debido a mi trabajo.
Me sabía
mal ir a preguntar al presidente de la comunidad porque uno de las muertes
había sido la de su mujer, creí que sería mejor ir al ayuntamiento a
informarme. La larga caminata me hizo sentirme mucho mejor, me sentía como
nuevo. Llegué un buen rato después, en la puerta me encontré con el inspector
de policía que me había interrogado el día del robo en la fábrica. Rápidamente
le saludé y él con cara de pocos amigos me preguntó que me traía por allí. Le
dije que iba a informarme sobre la muerte de mis vecinos. Él me dijo que el pueblo estaba de luto durante
una semana. Le pregunté qué había sucedido y él mirándome con cara de
desconfianza y haciendo una pausa me dijo que habían sido asesinados,
seguramente por un asesino en serie y lo peor de todo lo había hecho con una
brutalidad desmesurada y torturándolos. Me sorprendí muchísimo y me di cuenta
de la enorme suerte que había tenido ya que entrar aquellos días a mi casa
mientras dormía habría sido muy fácil. Antes de que yo dijera nada el policía
me dijo: - por lo que veo usted tiene mucha suerte últimamente.
Me miró a los ojos con una mirada fulminante y sin
despedirse se marchó. Di una vuelta por el casco antiguo que hacía tiempo que
no visitaba y comí en una bar que solía ir a menudo años atrás. Mientras comía
y charlaba con el dueño del bar que era un viejo conocido mío, miraba de reojo
las noticias que ese momento retransmitían por la televisión. Después de salir
dos noticias seguidas relacionadas con la corrupción de algunos políticos, cosa
que en aquellos tiempos ya no sorprendía a nadie. Salió una de última hora
relacionada con el meteorito que impactaría sobre la Tierra. Decían con exactitud las horas del día y las latitudes
en que caería. Nos miramos el uno al otro, el del bar y yo, todos los del bar
se habían quedado paralizados. Si de aquella espantosa noticia que anunciaba el
fin de la humanidad se podía sacar algo positivo era que el meteorito caería
justamente en la otra parte del mundo. Esto quería decir que en Mallorca, donde
vivía, había posibilidades de sobrevivir.
Salí del bar lo más rápido que pude en busca de
alguien que me pudiera informar, pensé que la organización ecologista a la que
estaba afiliado me podría ayudar. Así que fui a la sede, pero antes cogí un
taxi ya que esta se encontraba muy lejos de allí. Al llegar tuve la suerte de
que se encontraban reunidos, me explicaron que solo quedaba un mes para el
impacto del meteorito y que donde nos situábamos, teníamos posibilidades de
salvarnos siempre y cuando nos metiéramos dentro de un refugio por si la
onda expansiva que causaría el meteorito
llegaba hasta aquí.
Fue un mes muy duro, pero finalmente pudimos
construir un refugio, como una especie de bunker situado debajo de la fábrica
donde trabajaba. Lo cargamos de provisiones para dos semanas como mucho, aunque
pensábamos que con eso sería más que suficiente. A todo esto, yo ya me había
recuperado del todo de mis mareos y además me había podido quitar ya el vendaje
que me cubría toda la cabeza. Vi con la ayuda de un espejo que aún se me podía
ver el largo y profundo corte y la escena me produjo repelús aunque también
algo de gracia, ya que en esa parte ya
no me crecía el pelo nunca más.
Llegó el
día en que nos tuvimos que meter en la que iba a ser nuestra casa durante un
tiempo. Antes de entrar miré el cielo, respiré aire puro y me pregunté si sería
la última vez que lo podría hacer. El bunker no tenía un aforo de más de
cincuenta personas, pero allí éramos más del doble aproximadamente. Una vez
dentro aquello estaba muy oscuro y estábamos todos apretujados, menos mal que
pusimos literas de hasta cuatro plantas para que al acostarnos estuviéramos más
cómodos.
Di una
vuelta por los corredores del refugio, habíamos hecho una auténtica obra de
arte, con cada paso que daba me impresionaba más de todo lo que habíamos sido
capaces de construir en apenas un mes. Fui a ver si conocía a alguien, los
pasillos estaban a rebosar de gente, habían familias enteras, parejas, ancianos
y jóvenes, y otros no tan jóvenes que se encontraban solos. Muchos de ellos me
dieron la impresión de que se me quedaban mirando cuando pasaba. Supuse que
sería por el mal aspecto que presentaba mi cabeza, incluso llegué a pensar que
a más de uno le habría causado miedo. El bunker no era un sitio agradable para
estar, las paredes no tenían ningún color eran de acero, sólo transmitían
soledad. No había nada de decoración, solamente lo justo y necesario para poder
sobrevivir y estar más o menos cómodos durante supuestamente dos semanas. Ni
siquiera había ventanas ni nada por lo que pudiéramos ver la luz del día,
instalamos unas luces con tubos fluorescentes en los techos de todos los
lugares de forma que en ningún momento nos quedáramos a oscuras. Los corredores
comunicaban todas las habitaciones, donde se encontraban las literas y unos
armarios donde la gente guardaba las maletas con poca ropa, algún recuerdo y
mucha tristeza y sobre todo miedo. Además había una sala principal mucho más
grande que el resto de las demás habitaciones donde nos podíamos reunir todos a
la vez, de forma que sería nuestro punto de reunión y sería el sitio donde
repartiríamos la comida y haríamos tareas comunes, eso nos haría sentirnos más
reconfortados. Justo al lado se encontraba lo que parecía o pretendía ser una
cocina, comunicada mediante una puerta, aunque más que una cocina era una
enorme despensa donde estaba guardado todo el alimento que íbamos a necesitar.
Los servicios se encontraban junto a los pasillos como si fueran otras
habitaciones donde había lavabos y duchas muy primitivas pero suficientes.
Al llegar a
uno de los servicios me encontré con el conocido inspector de policía:
-Veo que ya estás aquí señor de la buena suerte,
espero que nos des un poco a todos nosotros.
La verdad es que no me hizo gracia que me dijera
eso ya que me hizo recordar todo lo del robo y los asesinatos de mis vecinos, lo
que me estremeció.
Más tarde nos comunicaron por megafonía que nos
reuniéramos en la sala principal para repartir la comida del primer día. Allí
había una radio encendida, hacían el noticiario y escuché que en el exterior se
estaba cociendo una guerra entre las dos
potencias mundiales, los Estados Unidos y sus aliados y, por otra parte, China
y los suyos. La guerra tenía como finalidad hacerse con la Península Ibérica y el noroeste de África, ya que los países que se
encontraban en estas zonas eran los que más probabilidades tenían de salvarse
de la catástrofe.
La noticia, la verdad no me sorprendió, pero me
produjo un gran malestar al pensar en todos los países pobres de América del
sur, algunos de Asia y los de casi toda África porque estos no iban a tener las
mismas oportunidades, simplemente por ser más pobres, simplemente por no tener
suficiente armamento para competir en una guerra para sobrevivir.
Como había que ahorrar energía para las dos
semanas, pararon la radio y ya no supe nada más hasta el día siguiente. Me
encontraba muy cansado, sin darme cuenta había estado casi un mes sin parar por
la construcción del refugio, me fui a la litera e intenté dormir. Al principio
no podía, por mucho que cerrara los ojos continuaba sin descansar. Me sentía
observado, como si alguien me espiara. Abrí los ojos y miré hacia todos los
lados hasta que vi que el inspector de policía también estaba despierto y no
dejaba de mirarme, parecía que me vigilaba. Hice como si no lo hubiera visto,
finalmente me pude tranquilizar y casi sin darme cuenta conseguí dormirme.
Me desperté bruscamente cuando oí el chillido de
una mujer, decía que habían matado a su hijo. Salté de mi litera al suelo,
mientras mucha gente también se despertaba. Corrí a ver que sucedía, la mujer
estaba en uno de los servicios llorando y arrodillada a los pies del cadáver de
su hijo que estaba colgado del techo. Yo, junto a otros hombres descolgamos el
cadáver y otros se quedaron consolando a la pobre mujer.
Luego fui a lavarme la cara a uno de los aseos, en
el espejo observé que la herida de la cabeza aún seguía sin cicatrizar del
todo. Me calmé, la imagen del niño ahorcado me había traumatizado y me había
puesto la carne de gallina. Unos minutos después descubrieron que en otros
servicios había más gente asesinada, pero esta vez yo no fui a descolgarlos, ya
había tenido bastante con uno. Más tarde nos reunimos todos en la sala
principal donde habló el inspector:
-Esta noche alguno de nosotros se ha dedicado a
colgar en los servicios a veintisiete personas, el asesino está entre nosotros o entre los muertos si es
que luego se ha suicidado y no puede haber sido nadie del exterior ya que la
puerta que da con la fábrica está blindada y es imposible de abrir sin la
clave.
Mientras acababa de decir estas palabras, la gente
empezó a mirarse, unos a otros, ya solo quedaban unas setenta personas pero aún
así era muy difícil adivinar quién había sido el culpable. El bunker entró en
un estado de desesperación y pánico contenido, todos querían hablar a la vez,
unos chillaban, otros paralizados por el miedo, otros lloraban...
Después de un rato discutiendo, intentamos
resolver el problema, decidimos entre todos hacer guardias por la noche e ir
haciendo turnos, cada día un grupo diferente de gente.
Mientras llegaba la hora para acostarse, en la
cabeza se me repetía constantemente la imagen del niño ahorcado y me entraban
ganas de vomitar, pensaba en quién podría haber cometido tal barbaridad, pero
nada más mirar a toda la gente que había a mi alrededor pensé que era imposible
que hubiera sido alguno de ellos. Ninguno tenía pinta ni cara de asesinar a
nadie, todos parecían y seguramente serían gente normal pero alguien tenía que
ser, la gente no se ahorca sola. No sé cómo, pero se puso en mi cabeza como
principal sospechoso el inspector de policía que ya conocía anteriormente. Recordé
que siempre que se había cometido últimamente un crimen estaba él. Ya sé que
era su trabajo, pero aún así… Siempre era el primero en aparecer en la escena
del crimen, lo sabía todo casi como si lo hubiera visto con sus propios ojos.
Del robo en la fábrica tal vez no pueda tener motivos para culparlo, pero en el
caso de las muertes de mis vecinos, él ese día no estaba de servicio cosa que
supe más adelante y cuando me lo encontré ya lo sabía todo. Otra de las causas
que lo convertían en mi principal sospechoso era que anoche fue el último en
acostarse y esto le ponía bastantes galones para convertirlo en el culpable,
aunque sin ninguna prueba real. Seguramente no eran nada más que imaginaciones mías,
a partir de ese día me centré en observarle especialmente a él y a espiarle,
pero no descubrí nada raro en su
comportamiento.
Cuando ya era tarde me acosté y ese día con más
éxito que el anterior me dormí mucho más rápido, pero antes me aseguré de que
se quedaría el grupo que le tocaba el segundo día a hacer la guardia.
Al día siguiente me despertaron unos golpecitos en
la espalda, era el inspector. Me dijo a la oreja que sin hacer ruido le
acompañara. En ese momento me entró mucho miedo pensé que me iba a matar. Bajé
de la cama y me llevó hasta otras habitaciones, donde se repitió la situación
del día anterior. Más muertes, esta vez habían sido degollados en sus camas y
los que se encargaron de la guardia de esa noche también habían sido asesinados. Le dije en voz baja:
- ¿Tiene
idea de quién puede ser el asesino?
- La
verdad es que no, he intentado descubrir quién puede haber sido pero de momento
no lo he conseguido. Es muy difícil adivinar quién es el culpable, nadie tiene
el perfil de un asesino, si te digo la verdad no tengo ni un solo sospechoso.
- Bueno
yo también he intentado por mi cuenta atar cabos para intentar hacerme con él,
pero de momento nada. Eh, ¿qué hacía usted despierto?
- Me he
desvelado al oír un ruido cerca de mi litera, pero cuando me he levantado ya
estaba todo en orden. Sin embargo, ya estaban los muertos en la habitación de
al lado.
- ¿Está
seguro de que estaba dormido?
- Sí,
claro. ¿Por qué no iba a estarlo?
- ¿Y
entonces se ha levantado y ha dado una vuelta a ver si estaba todo con
normalidad?
- Sí, así
es. Al comprobar que no era así, he ido a despertarte para que lo vieras.
- ¿Y por
qué a mí? Ni que yo fuera un policía como usted…
- Pues
porque ya te conocía de antes y seguramente seas el único con el que tengo algo
de confianza.
- El otro
día le vi despierto hasta muy tarde, ¿qué hacía?
- Ya
basta de preguntas, esto parece un interrogatorio y para tu información aquí el
policía soy yo. Si te digo la verdad antes te he mentido, no tengo pruebas pero
si tengo algún sospechoso, ese eres tú.
Me quedé
con la boca abierta y muy sorprendido. Terminó rematando:
-Últimamente
hemos coincidido demasiado, me apareces hasta en la sopa… Lo mejor será que
avisemos de lo que ha sucedido o que nos acostemos, no sea que se despierte
alguien, nos vea y piense que nosotros hemos cometidos los crímenes.
Mientras me decía esto último me miró con cara
amenazante, con los ojos casi a punto de salírsele, medio desorbitados y con la
vena del cuello tan hinchada que parecía que fuera a reventar. Yo asentí con la
cabeza, como un niño al que su padre le acaba de reñir y sin decir nada, aunque
en el fondo seguía pensando en mi sospechoso, él.
Nos reunimos de nuevo, todos nos mirábamos como si
cualquiera de nosotros fuera el asesino y como si solo con mirarlo fuéramos
capaces de adivinar quién era. Aquella noche había muerto casi el doble de
gente que la anterior y ya solo quedábamos no más de cuarenta personas.
Luego fui a recoger la ración diaria de comida y
aproveché para intentar robar un cuchillo o algo con lo que pudiera defenderme
si mientras dormía alguien intentaba matarme. Lo conseguí, robé un cuchillo de
los que se usan para cortar jamón que encontré en una de las despensas y me fui
a la cama para guardarlo debajo de la almohada. Enseguida volví para comer y
escuchar la radio, los datos que daba el noticiario eran realmente alarmantes,
millones de muertos en ambos bandos y habían rumores de unas bombas nucleares
que podrían caer en La Casa Blanca, otra en Nueva York y una tercera en Pekín. Las
noticias cada hora que pasaba eran peores, más y más muertos. Finalmente,
desconectaron la radio y un profundo malestar envolvía la sala y los rostros de
los que allí quedábamos.
Al refugiarme en la cama lo primero que hice fue
buscar el cuchillo, cuando lo cogí, sentí como tranquilidad, una sensación de
protección que me reconfortaba y me relajaba. Me acurruqué y me tapé con todas
las mantas que pude, luego me las subí hasta más arriba del cuello como si
fuera un niño pequeño que se esconde de un monstruo que le va a visitar por la
noche.
Sería alrededor del mediodía cuando desperté, me
sentía extraño, parecía que aquella noche no había pasado nada, la gente se
sentía rara, parecía que ya se habían acostumbrado a que al levantarse se encontraran
a algún muerto. La muerte estaba demasiado presente dentro y fuera del bunker.
La esperanza de salir con vida era cada vez más remota.
Comí poco y rápido, mi estado de ánimo estaba bajo
y como había hecho los días anteriores estuve atento a la retransmisión de la
radio. Aquel día me enteré de que el control de la zona, donde más
posibilidades habían de salvarse del meteorito, lo tenían los estadounidenses,
los aeropuertos los tenían bajo vigilancia y las fronteras bloqueadas. Por lo
visto el objetivo del gobierno americano era ir llevando, con un plan de
evacuación, a todos sus habitantes hasta los lugares protegidos, por otra parte
los chinos querían destruir los aeropuertos de América con aviones “caza”. La
última cifra de muertos no la recuerdo pero recuerdo que dijeron que tres
cuartas partes de la población china habían muerto en dos días y de la
americana la mitad. No supe más de noticias del exterior en la estada en el
bunker, ya que los de la radio se despidieron diciendo que era la última retransmisión
que harían porque el meteorito estaba
previsto que cayera en tres días.
Cuando acabamos de comer el inspector vino a
buscarme y me informó que habían
desaparecido tres familias, no las habían visto en todo el día. Le dije que le
ayudaría a buscarlas pero que no sería muy difícil, ya que el refugio no era
demasiado grande.
Nos pasamos toda la tarde buscando, empezamos por
las habitaciones, volvimos a mirar en la sala principal, en los servicios, pero
nada, no los encontrábamos. Finalmente la desesperación nos llevó a buscar en
el cuarto donde habíamos apelotonado los cadáveres de los dos días anteriores.
Al abrir ya nos imaginábamos lo que encantaríamos, estaban las tres familias
allí metidas. Estaban todos los miembros muertos pero ninguno presentaba
indicios de violencia.
Los dos avisamos por megafonía del suceso y nos
reunimos en la sala principal, ya solo quedábamos quince personas, casi un
centenar de muertos en tres días dentro de aquel infierno. Lo que para muchos
suponía que iba a ser la salvación les llevó a la muerte y por lo que parecía
el asesino debía de ser una de las quince personas que tenía delante de mí.
Estuvimos hablando y algunos se planteaban abandonar el refugio, parecía que
nadie se atrevía a pasar ni una noche más allí dentro, pero para tranquilizar
los ánimos dije que el destino que les podría esperar fuera sería mucho peor y
además aquella noche aunque no me tocaba
a mi hacer el turno de vigilancia lo haría yo aunque fuera solo, ya que nadie
se atrevía porque los que estuvieron las dos noches pasadas murieron todos.
Luego se acostaron todos
en sus camas que ahora habían puesto en la sala principal para poder estar
todos los que quedábamos lo más juntos posible. Tenía miedo, pero aun tenía más
valor, así que hice la guardia de toda la noche y no dormí ni un segundo,
aunque algo en el interior me incitaba a que lo hiciese. La cuarta noche no
sucedió nada, ni ningún muerto ni ningún desaparecido, incluso vino el
inspector que aún seguía vivo a felicitarme y con tono serio me dijo que daba
suerte de verdad y que lo sentía si me había ofendido otras veces. Le dije que
no pasaba nada que solo había sido una casualidad, pero que había que plantar
la oreja porque lo más probable era que el asesino seguiría allí y dudaba mucho
que hubiera acabado con su propia vida.
Aquel día conocí más
personalmente todos los miembros del bunker, no les interrogué ni nada por el
estilo, pero me pareció que ninguno de ellos podía ser el asesino. Recordé
entonces que el inspector era mi principal sospechoso y no había ninguna causa
para que no lo fuera, además aquella noche se ofreció él como voluntario para
hacer la guardia. Lo que hice fue buscar una cámara para grabar lo que
sucedería, no encontré ninguna por más que la busqué y entonces lo que hice fue
utilizar la del móvil. La coloqué de forma que no se pudiera ver y haciendo que
grabara el mayor ángulo posible de la habitación. Los que estábamos allí no
éramos creyentes, aunque rezamos no sé a
quien a ver si el destino nos era
favorable como el día anterior.
Intenté mantenerme todo el tiempo que pude
despierto, pero finalmente el cansancio me venció y caí en un profundo sueño.
Al levantarme observé que todo el lugar se hallaba en una inmensa tranquilidad
como si estuviera solo allí dentro.
Me levanté
y al hacerlo pisé algo, me di cuenta de que era un brazo de alguien que
se encontraba debajo de mi cama. Vi quien era y era el inspector, lo saqué
arrastrándolo por el suelo y dejando un rastro de sangre. Le encontré el pulso,
aún estaba vivo, le hablé pero no me respondió. Llamé a los demás, pero los
otros estaban demasiados agotados como para ayudarme, llegaron tarde, el
inspector murió intentando decirme algo que no conseguí entender.
Luego sin que nadie me viera fui a ver mi grabación,
lo que observé me dejó atónito, no lo podía creer, mis ojos se llenaron de
espanto al ver que era yo el que anoche
se levantó y sin hacer ruido asesinó al inspector y lo escondió debajo de mi
cama. No recordaba nada, no podía ser yo aquel hombre, debía ser alguien con mi
mismo cuerpo pero yo no podía haber sido. Era imposible, había pasado toda la
noche durmiendo, también entonces sería yo el causante de todas las muertes de
los días anteriores.
Me parecía imposible lo que veían mis
ojos. Lo primero que hice fue ir a
borrar el video para que nadie lo pudiera ver, ya que si lo hacían me
matarían, pero después de haber estado utilizándolo durante un rato se me quedó
sin batería. Así que después de haber visto el video tantas veces que no
recuerdo cuantas y luego de haberlo dejado a cargar, fui a comer como si no
pasara nada e intenté actuar con total normalidad porque realmente yo no había
sido consciente de mis asesinatos. Alguien me manipulaba o me controlaba
mientras dormía, yo no querría haber matado a nadie nunca, no tenía motivos
para hacerlo y menos valor para con mis propias manos acabar con la vida de
alguien.
No encontré nada entre las provisiones
que consiguiera el efecto que deseaba, no dormir, ninguna pastilla ni alguna
especie de medicamento que pudiera hacer servir como somnífero, así que me
armaría de fuerza para no cerrar lo ojos ni un segundo en lo que restaba de la
estancia en el bunker. Estaba muy asustado de mi mismo, era un asesino sin
darme cuenta, como si tuviera doble vida. Me puse más nervioso cuando vi que no
encontraba el móvil por ninguna parte. Lo busqué y lo rebusqué, pero nada.
Luego también por la sala principal y lo que encontré, me paralizó por un
instante, me dio tanto miedo que me fui corriendo a esconderme. En la sala
había visto a los que quedaban vivos viendo en mi móvil el video y sabía que
enseguida vendrían a buscarme para matarme, así que me refugié en la cocina y
cogí un cuchillo.
En pocos minutos ya me buscaban por todo
el bunker y tarde o temprano me encontrarían. Tenía tres opciones, entregarme y que me matasen,
suicidarme o matarlos yo a la decena de personas que quedaban, cosa que no
sería demasiado difícil ya que los que quedaban eran cuatro mujeres, tres
ancianos y los otros tres serían niños de unos diez años. El miedo a morir me hizo descartar las
dos primeras opciones, aunque que yo recordara nunca había matado a nadie ahora
lo tendría que hacer y esperaba que mi habilidad que desconocía me sirviera
para hacerlo esta vez.
Los fui matando poco a poco ya que se
habían separado en pequeños grupos para buscarme y no me resultó difícil porque
los sorprendí de forma que no les diera tiempo a reaccionar. Ya solo quedaba yo
dentro del refugio. Me puse a llorar de lo que había hecho, tenía tanto miedo
de mi mismo, pero a la vez tenía el mismo para acabar con mi vida. Decidí pasar
los días que quedaban para que cayera el meteorito, dentro del bunker para
salvarme y luego cuando pudiera salir tal vez me pensaría si me entregaría a la
policía.
El tiempo que pasé allí dentro fue muy
duro de soportar, no dormí ya que pensaba que si lo hacía, podría salir y
continuar haciendo atrocidades. Reflexioné de todo lo que había pasado en el
último mes, recordé todo lo sucedido en el robo en la fábrica, los asesinatos
de mis vecinos y los del bunker. Me pregunté si habría sido yo el causante de
todo aquello.
Los días se hacían interminables y parecía
que no sucedía nada, absolutamente nada. Al pasar una semana aproximadamente, o
eso pensaba yo, decidí encender la radio a ver las noticias del exterior y comprobé que no iba, pero la radio cogía
señal y eso probablemente quería decir que retransmitirían en breve. Finalmente
perdí la noción del tiempo, y muy lentamente me dormía con la radio encendida
escuchando de fondo que el meteorito se había desviado de su trayectoria y no
impactaría en la Tierra. Empezaron a decir cifras de los muertos en la
guerra que nadie había conseguido ganar
y en la que había muerto muchísima gente. Entonces recordé que todos los países
pobres se habían salvado y se me dibujó una sonrisa en la cara. No lo pude
evitar y caí rendido en un profundo sueño.
Cuando desperté me encontraba en un
coche, la luz del amanecer me había hecho abrir los ojos. Había sido todo un
sueño, el alivio que me dio fue muy tranquilizante, nunca había sentido algo tan
real. Dirigí mi mirada en todas las direcciones y comprobé que alguien golpeaba
el cristal de mi coche diciéndome que me despertara, era mi jefe.
PAU AGULLÓ
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