dilluns, 18 de juny del 2012

TESTIGO


Salía del trabajo a medianoche, como acostumbro a hacer rutinariamente, me dirigí a por el coche. Aquel día estaba algo más cansado que de normal, esa semana tuve que trabajar alguna que otra hora extra y el cuerpo ya no me aguantaba. De repente, la cabeza empezó a darme vueltas, me mareé  y estuve durante un tiempo, que desconozco cuanto, como dormido. Me despertó la lluvia que empezó a caer sobre el polígono que se situaba a las afueras de la ciudad. Me levanté lentamente con un fuerte mareo, no recordaba nada de lo que había sucedido. Estaba totalmente aturdido y no sabía dónde había dejado el coche, el agua empezó a empaparme de abajo a arriba y me dirigí en busca del coche. La poca luz que había en el polígono me hizo la tarea mucho más difícil de lo que había pensado, ya que muchas de las farolas apenas funcionaban. Por fin encontré el coche después de un largo rato en su busca. El agua ya me había calado todo el cuerpo y cogí del maletero la toalla, que solía usar para ir a la playa con mis amigos, para secarme lo más rápido posible antes de coger alguna pulmonía.

Decidí pasar la noche en la parte de atrás del coche porque conducir en el estado en el que me encontraba habría sido un peligro, además el mareo aún no se me  había pasado y ahora empezaba a sentir un fuerte dolor en la cabeza. Así que me dejé caer en los asientos traseros y antes de que me diera cuenta ya yacía profundamente dormido, ni el sonido de una bomba me hubiese despertado.

La luz del amanecer me obligó a abrir los ojos, recordé enseguida donde me encontraba y vi que alguien golpeaba el cristal del coche diciéndome que me despertara, me di cuenta de que aquel hombre era mi jefe. Aunque me encontraba peor que si tuviera la resaca del siglo, di un brinco y salí del coche disparado. El jefe me miró como si lo hiciera a un loco, pero cambió su gesto al descubrir en mi cabeza que llevaba sangre. Me preguntó que me había sucedido y le expliqué que no recordaba cómo me lo hice. Mi jefe me dijo que me llevaría a la ambulancia y me explicó que había habido un robo en la fábrica, dándome a entender que estaría despedido. Mientras me contaba todo esto nos dirigimos hacia la fábrica,  cuando nos acercábamos vi que había una multitud de policías y cada vez más. Primero mi jefe me llevó a la ambulancia que había junto a un coche de bomberos. Allí me curaron la herida que tenía en la cabeza y me pusieron grapas para poder cerrarla bien. Cuando ya me habían curado, me la vendaron entera de forma que no se me veía nada de pelo. Se me acercó uno de los de la policía bromeando sobre mi cabeza y no me hizo ninguna gracia, pero me hizo menos cuando sacó la placa y me explicó que era el inspector de policía y que me iba a interrogar.

Era un hombre bastante más mayor que yo, alrededor de los cincuenta años más o menos. Lo deduje por las canas que tenía por todo el cabello, lo tenía tan blanco que me atrevería a decir que ni un solo pelo de los que le quedaban fuera de otro color. El rostro lo tenía lleno de arrugas, sobre todo alrededor de los ojos cosa que le hacía parecer bastante más viejo. Tenía unas cejas pobladas que se unían por el entrecejo, también eran de color blanco como el resto del pelo. Los ojos me llamaron la atención ya que eran de un azul cielo que destacaba. Posiblemente en su juventud esos ojazos le habrían traído muchas alegrías, ligando, aunque la nariz gigante que tenía le afeaba y le hacía cara de persona muy seria y para poca broma, cosa que cuando me interrogó comprobé, me pareció antipático y poco agradable. Mientras me hablaba le observaba de arriba abajo con mucha atención y creo que me llegué a quedar paralizado mirando su bigote, que por cierto era enorme y me provocó gracia porque me recordaba a Mario Bros. Mientras me interrogaba el olor a tabaco que desprendía su ropa me llenó todo el cerebro, además tenía los dientes amarillentos y eso me hizo suponer que debía ser fumador. De hecho lo comprobé más delante de la entrevista cuando sacó el paquete de cigarrillos de su bolsillo y me invitó a uno, cosa que yo rechacé. El humo en la cara me molestaba muchísimo y estuve a punto de decirle que apagara el cigarro.

La verdad es que el hombre para fumar y tener la edad que aparentaba, se mantenía muy en forma, además era muy alto, parecía estar incluso fuerte y eso daba muestras de su profesionalidad.

Era muy observador y parecía que me examinaba con minuciosidad, comprobando cada detalle de mi cuerpo, de mi cara y de mi mente.  Tenía la sensación de que sabía lo que pensaba, parecía un asesino observando a sus víctimas y aprendiendo de ellas para cuando tuviera que cometer el crimen. 

La conversación fue avanzando y cada vez las preguntas eran más comprometidas y más extrañas, muchas parecían no tener ningún sentido pero las respondí con todos los detalles que pude y con la máxima sinceridad.

 Una vez acabadas las preguntas, concluyó en que a las horas en las que se produjo el robo yo ya había acabado mi turno de guardia, ya que pudieron verificar la hora con las cámaras del almacén. Esto me tranquilizó algo, ya que quizás mi jefe no me despediría con un poco de suerte. Volví en busca del jefe y me dijo que me marchara a casa y que descansase. El tema de si estaría despedido o no ya lo hablaríamos. Seguramente estaría de baja alguna semana y de hecho así sucedió, tres semanas me dieron para recuperarme. A veces sufría algún mareo pero nada del otro mundo, si me sucedía me acostaba y luego ya me encontraba como nuevo.

Ese tiempo me ayudó para ponerme al día, para ver como estaba la sociedad y qué sucedía en el mundo. Esto antes no lo podía hacer ya que siempre hacía vida nocturna y por el día dormía, parecía un vampiro, esa es la causa por la que no sabía de la actualidad. Solo sabía algo de la crisis ya que me afectaba directamente a mí, por culpa de esta y los cambios en la leyes laborales ahora tenía que trabajar más y cobrar menos, aunque para mí tampoco era un grave problema porque no tenía ninguna familia a la que mantener.

Ahora dormía por la noche y por el día me dedicaba a vivir la vida, pero los primeros días de ver noticias, periódicos,… me di cuenta que no solo era la crisis el problema del mundo, también se estaba produciendo un cambio climático, parecía que un meteorito podía caer en la Tierra en los próximos meses, las reservas de energía de todos los países se estaban acabando, el vandalismo, las guerras y el caos en el mundo iba creciendo, buena parte de Internet estaba controlada por intereses y la tercera guerra mundial, podría precipitarse. Me conciencié sobre muchos de estos temas y me afilié a una de las organizaciones ecologistas del momento “Verdes en acción” y al sindicato laboral “Nuestro trabajo”. Me hacía sentir mejor formar parte de colectivos que luchaban por la vida y la dignidad.

La segunda semana de reposo sufrí casi todos los días fuertes mareos, así que me la pasé casi siempre durmiendo, solo me levantaba para comer algo y para ir al aseo cuando lo necesitaba.

A final de semana estaba algo mejor y sin dudarlo salí a dar una vuelta para despejarme un poco, pero al llegar al portal de la comunidad de vecinos vi que un comunicado informaba que esos días habían fallecido siete vecinos. La noticia me conmocionó, aunque mi relación con ellos no había sido muy estrecha, ya que casi nunca había sabido de ellos debido a mi trabajo.

Me  sabía mal ir a preguntar al presidente de la comunidad porque uno de las muertes había sido la de su mujer, creí que sería mejor ir al ayuntamiento a informarme. La larga caminata me hizo sentirme mucho mejor, me sentía como nuevo. Llegué un buen rato después, en la puerta me encontré con el inspector de policía que me había interrogado el día del robo en la fábrica. Rápidamente le saludé y él con cara de pocos amigos me preguntó que me traía por allí. Le dije que iba a informarme sobre la muerte de mis vecinos. Él  me dijo que el pueblo estaba de luto durante una semana. Le pregunté qué había sucedido y él mirándome con cara de desconfianza y haciendo una pausa me dijo que habían sido asesinados, seguramente por un asesino en serie y lo peor de todo lo había hecho con una brutalidad desmesurada y torturándolos. Me sorprendí muchísimo y me di cuenta de la enorme suerte que había tenido ya que entrar aquellos días a mi casa mientras dormía habría sido muy fácil. Antes de que yo dijera nada el policía me dijo: - por lo que veo usted tiene mucha suerte últimamente.

Me miró a los ojos con una mirada fulminante y sin despedirse se marchó. Di una vuelta por el casco antiguo que hacía tiempo que no visitaba y comí en una bar que solía ir a menudo años atrás. Mientras comía y charlaba con el dueño del bar que era un viejo conocido mío, miraba de reojo las noticias que ese momento retransmitían por la televisión. Después de salir dos noticias seguidas relacionadas con la corrupción de algunos políticos, cosa que en aquellos tiempos ya no sorprendía a nadie. Salió una de última hora relacionada con el meteorito que impactaría sobre la Tierra. Decían con exactitud las horas del día y las latitudes en que caería. Nos miramos el uno al otro, el del bar y yo, todos los del bar se habían quedado paralizados. Si de aquella espantosa noticia que anunciaba el fin de la humanidad se podía sacar algo positivo era que el meteorito caería justamente en la otra parte del mundo. Esto quería decir que en Mallorca, donde vivía, había posibilidades de sobrevivir.  
         
Salí del bar lo más rápido que pude en busca de alguien que me pudiera informar, pensé que la organización ecologista a la que estaba afiliado me podría ayudar. Así que fui a la sede, pero antes cogí un taxi ya que esta se encontraba muy lejos de allí. Al llegar tuve la suerte de que se encontraban reunidos, me explicaron que solo quedaba un mes para el impacto del meteorito y que donde nos situábamos, teníamos posibilidades de salvarnos siempre y cuando nos metiéramos dentro de un refugio por si la onda  expansiva que causaría el meteorito llegaba hasta aquí.

Fue un mes muy duro, pero finalmente pudimos construir un refugio, como una especie de bunker situado debajo de la fábrica donde trabajaba. Lo cargamos de provisiones para dos semanas como mucho, aunque pensábamos que con eso sería más que suficiente. A todo esto, yo ya me había recuperado del todo de mis mareos y además me había podido quitar ya el vendaje que me cubría toda la cabeza. Vi con la ayuda de un espejo que aún se me podía ver el largo y profundo corte y la escena me produjo repelús aunque también algo de  gracia, ya que en esa parte ya no me crecía el pelo nunca más.

Llegó el día en que nos tuvimos que meter en la que iba a ser nuestra casa durante un tiempo. Antes de entrar miré el cielo, respiré aire puro y me pregunté si sería la última vez que lo podría hacer. El bunker no tenía un aforo de más de cincuenta personas, pero allí éramos más del doble aproximadamente. Una vez dentro aquello estaba muy oscuro y estábamos todos apretujados, menos mal que pusimos literas de hasta cuatro plantas para que al acostarnos estuviéramos más cómodos. 

Di una vuelta por los corredores del refugio, habíamos hecho una auténtica obra de arte, con cada paso que daba me impresionaba más de todo lo que habíamos sido capaces de construir en apenas un mes. Fui a ver si conocía a alguien, los pasillos estaban a rebosar de gente, habían familias enteras, parejas, ancianos y jóvenes, y otros no tan jóvenes que se encontraban solos. Muchos de ellos me dieron la impresión de que se me quedaban mirando cuando pasaba. Supuse que sería por el mal aspecto que presentaba mi cabeza, incluso llegué a pensar que a más de uno le habría causado miedo. El bunker no era un sitio agradable para estar, las paredes no tenían ningún color eran de acero, sólo transmitían soledad. No había nada de decoración, solamente lo justo y necesario para poder sobrevivir y estar más o menos cómodos durante supuestamente dos semanas. Ni siquiera había ventanas ni nada por lo que pudiéramos ver la luz del día, instalamos unas luces con tubos fluorescentes en los techos de todos los lugares de forma que en ningún momento nos quedáramos a oscuras. Los corredores comunicaban todas las habitaciones, donde se encontraban las literas y unos armarios donde la gente guardaba las maletas con poca ropa, algún recuerdo y mucha tristeza y sobre todo miedo. Además había una sala principal mucho más grande que el resto de las demás habitaciones donde nos podíamos reunir todos a la vez, de forma que sería nuestro punto de reunión y sería el sitio donde repartiríamos la comida y haríamos tareas comunes, eso nos haría sentirnos más reconfortados. Justo al lado se encontraba lo que parecía o pretendía ser una cocina, comunicada mediante una puerta, aunque más que una cocina era una enorme despensa donde estaba guardado todo el alimento que íbamos a necesitar. Los servicios se encontraban junto a los pasillos como si fueran otras habitaciones donde había lavabos y duchas muy primitivas pero suficientes.

 Al llegar a uno de los servicios me encontré con el conocido inspector de policía:

-Veo que ya estás aquí señor de la buena suerte, espero que nos des un poco a todos nosotros.

La verdad es que no me hizo gracia que me dijera eso ya que me hizo recordar todo lo del robo y los asesinatos de mis vecinos, lo que me estremeció.

Más tarde nos comunicaron por megafonía que nos reuniéramos en la sala principal para repartir la comida del primer día. Allí había una radio encendida, hacían el noticiario y escuché que en el exterior se estaba cociendo una  guerra entre las dos potencias mundiales, los Estados Unidos y sus aliados y, por otra parte, China y los suyos. La guerra tenía como finalidad hacerse con la Península Ibérica y el noroeste de África, ya que los países que se encontraban en estas zonas eran los que más probabilidades tenían de salvarse de la catástrofe.

La noticia, la verdad no me sorprendió, pero me produjo un gran malestar al pensar en todos los países pobres de América del sur, algunos de Asia y los de casi toda África porque estos no iban a tener las mismas oportunidades, simplemente por ser más pobres, simplemente por no tener suficiente armamento para competir en una guerra para sobrevivir.

Como había que ahorrar energía para las dos semanas, pararon la radio y ya no supe nada más hasta el día siguiente. Me encontraba muy cansado, sin darme cuenta había estado casi un mes sin parar por la construcción del refugio, me fui a la litera e intenté dormir. Al principio no podía, por mucho que cerrara los ojos continuaba sin descansar. Me sentía observado, como si alguien me espiara. Abrí los ojos y miré hacia todos los lados hasta que vi que el inspector de policía también estaba despierto y no dejaba de mirarme, parecía que me vigilaba. Hice como si no lo hubiera visto, finalmente me pude tranquilizar y casi sin darme cuenta conseguí dormirme.

Me desperté bruscamente cuando oí el chillido de una mujer, decía que habían matado a su hijo. Salté de mi litera al suelo, mientras mucha gente también se despertaba. Corrí a ver que sucedía, la mujer estaba en uno de los servicios llorando y arrodillada a los pies del cadáver de su hijo que estaba colgado del techo. Yo, junto a otros hombres descolgamos el cadáver y otros se quedaron consolando a la pobre mujer.

Luego fui a lavarme la cara a uno de los aseos, en el espejo observé que la herida de la cabeza aún seguía sin cicatrizar del todo. Me calmé, la imagen del niño ahorcado me había traumatizado y me había puesto la carne de gallina. Unos minutos después descubrieron que en otros servicios había más gente asesinada, pero esta vez yo no fui a descolgarlos, ya había tenido bastante con uno. Más tarde nos reunimos todos en la sala principal donde habló el inspector:

-Esta noche alguno de nosotros se ha dedicado a colgar en los servicios a veintisiete personas, el asesino  está entre nosotros o entre los muertos si es que luego se ha suicidado y no puede haber sido nadie del exterior ya que la puerta que da con la fábrica está blindada y es imposible de abrir sin la clave.

Mientras acababa de decir estas palabras, la gente empezó a mirarse, unos a otros, ya solo quedaban unas setenta personas pero aún así era muy difícil adivinar quién había sido el culpable. El bunker entró en un estado de desesperación y pánico contenido, todos querían hablar a la vez, unos chillaban, otros paralizados por el miedo, otros lloraban... 

Después de un rato discutiendo, intentamos resolver el problema, decidimos entre todos hacer guardias por la noche e ir haciendo turnos, cada día un grupo diferente de gente.

Mientras llegaba la hora para acostarse, en la cabeza se me repetía constantemente la imagen del niño ahorcado y me entraban ganas de vomitar, pensaba en quién podría haber cometido tal barbaridad, pero nada más mirar a toda la gente que había a mi alrededor pensé que era imposible que hubiera sido alguno de ellos. Ninguno tenía pinta ni cara de asesinar a nadie, todos parecían y seguramente serían gente normal pero alguien tenía que ser, la gente no se ahorca sola. No sé cómo, pero se puso en mi cabeza como principal sospechoso el inspector de policía que ya conocía anteriormente. Recordé que siempre que se había cometido últimamente un crimen estaba él. Ya sé que era su trabajo, pero aún así… Siempre era el primero en aparecer en la escena del crimen, lo sabía todo casi como si lo hubiera visto con sus propios ojos. Del robo en la fábrica tal vez no pueda tener motivos para culparlo, pero en el caso de las muertes de mis vecinos, él ese día no estaba de servicio cosa que supe más adelante y cuando me lo encontré ya lo sabía todo. Otra de las causas que lo convertían en mi principal sospechoso era que anoche fue el último en acostarse y esto le ponía bastantes galones para convertirlo en el culpable, aunque sin ninguna prueba real. Seguramente no eran nada más que imaginaciones mías, a partir de ese día me centré en observarle especialmente a él y a espiarle, pero no descubrí nada  raro en su comportamiento.

Cuando ya era tarde me acosté y ese día con más éxito que el anterior me dormí mucho más rápido, pero antes me aseguré de que se quedaría el grupo que le tocaba el segundo día a hacer la guardia.

Al día siguiente me despertaron unos golpecitos en la espalda, era el inspector. Me dijo a la oreja que sin hacer ruido le acompañara. En ese momento me entró mucho miedo pensé que me iba a matar. Bajé de la cama y me llevó hasta otras habitaciones, donde se repitió la situación del día anterior. Más muertes, esta vez habían sido degollados en sus camas y los que se encargaron de la guardia de esa noche también habían sido asesinados.  Le dije en voz baja:

- ¿Tiene idea de quién puede ser el asesino?

- La verdad es que no, he intentado descubrir quién puede haber sido pero de momento no lo he conseguido. Es muy difícil adivinar quién es el culpable, nadie tiene el perfil de un asesino, si te digo la verdad no tengo ni un solo sospechoso.

- Bueno yo también he intentado por mi cuenta atar cabos para intentar hacerme con él, pero de momento nada. Eh, ¿qué hacía usted despierto?

- Me he desvelado al oír un ruido cerca de mi litera, pero cuando me he levantado ya estaba todo en orden. Sin embargo, ya estaban los muertos en la habitación de al lado.

- ¿Está seguro de que estaba dormido?

- Sí, claro. ¿Por qué no iba a estarlo?

- ¿Y entonces se ha levantado y ha dado una vuelta a ver si estaba todo con normalidad?

- Sí, así es. Al comprobar que no era así, he ido a despertarte para que lo vieras.

- ¿Y por qué a mí? Ni que yo fuera un policía como usted…

- Pues porque ya te conocía de antes y seguramente seas el único con el que tengo algo de confianza.

- El otro día le vi despierto hasta muy tarde, ¿qué hacía?

- Ya basta de preguntas, esto parece un interrogatorio y para tu información aquí el policía soy yo. Si te digo la verdad antes te he mentido, no tengo pruebas pero si tengo algún sospechoso, ese eres tú.

Me quedé con la boca abierta y muy sorprendido. Terminó rematando:

-Últimamente hemos coincidido demasiado, me apareces hasta en la sopa… Lo mejor será que avisemos de lo que ha sucedido o que nos acostemos, no sea que se despierte alguien, nos vea y piense que nosotros hemos cometidos los crímenes.

Mientras me decía esto último me miró con cara amenazante, con los ojos casi a punto de salírsele, medio desorbitados y con la vena del cuello tan hinchada que parecía que fuera a reventar. Yo asentí con la cabeza, como un niño al que su padre le acaba de reñir y sin decir nada, aunque en el fondo seguía pensando en mi sospechoso, él.

Nos reunimos de nuevo, todos nos mirábamos como si cualquiera de nosotros fuera el asesino y como si solo con mirarlo fuéramos capaces de adivinar quién era. Aquella noche había muerto casi el doble de gente que la anterior y ya solo quedábamos no más de cuarenta personas.

Luego fui a recoger la ración diaria de comida y aproveché para intentar robar un cuchillo o algo con lo que pudiera defenderme si mientras dormía alguien intentaba matarme. Lo conseguí, robé un cuchillo de los que se usan para cortar jamón que encontré en una de las despensas y me fui a la cama para guardarlo debajo de la almohada. Enseguida volví para comer y escuchar la radio, los datos que daba el noticiario eran realmente alarmantes, millones de muertos en ambos bandos y habían rumores de unas bombas nucleares que podrían caer en La Casa Blanca, otra en Nueva York y una tercera en Pekín. Las noticias cada hora que pasaba eran peores, más y más muertos. Finalmente, desconectaron la radio y un profundo malestar envolvía la sala y los rostros de los que allí quedábamos.

Al refugiarme en la cama lo primero que hice fue buscar el cuchillo, cuando lo cogí, sentí como tranquilidad, una sensación de protección que me reconfortaba y me relajaba. Me acurruqué y me tapé con todas las mantas que pude, luego me las subí hasta más arriba del cuello como si fuera un niño pequeño que se esconde de un monstruo que le va a visitar por la noche.

Sería alrededor del mediodía cuando desperté, me sentía extraño, parecía que aquella noche no había pasado nada, la gente se sentía rara, parecía que ya se habían acostumbrado a que al levantarse se encontraran a algún muerto. La muerte estaba demasiado presente dentro y fuera del bunker. La esperanza de salir con vida era cada vez más remota.

Comí poco y rápido, mi estado de ánimo estaba bajo y como había hecho los días anteriores estuve atento a la retransmisión de la radio. Aquel día me enteré de que el control de la zona, donde más posibilidades habían de salvarse del meteorito, lo tenían los estadounidenses, los aeropuertos los tenían bajo vigilancia y las fronteras bloqueadas. Por lo visto el objetivo del gobierno americano era ir llevando, con un plan de evacuación, a todos sus habitantes hasta los lugares protegidos, por otra parte los chinos querían destruir los aeropuertos de América con aviones “caza”. La última cifra de muertos no la recuerdo pero recuerdo que dijeron que tres cuartas partes de la población china habían muerto en dos días y de la americana la mitad. No supe más de noticias del exterior en la estada en el bunker, ya que los de la radio se despidieron diciendo que era la última retransmisión que harían  porque el meteorito estaba previsto que cayera en tres días.

Cuando acabamos de comer el inspector vino a buscarme  y me informó que habían desaparecido tres familias, no las habían visto en todo el día. Le dije que le ayudaría a buscarlas pero que no sería muy difícil, ya que el refugio no era demasiado grande.

Nos pasamos toda la tarde buscando, empezamos por las habitaciones, volvimos a mirar en la sala principal, en los servicios, pero nada, no los encontrábamos. Finalmente la desesperación nos llevó a buscar en el cuarto donde habíamos apelotonado los cadáveres de los dos días anteriores. Al abrir ya nos imaginábamos lo que encantaríamos, estaban las tres familias allí metidas. Estaban todos los miembros muertos pero ninguno presentaba indicios de violencia.

Los dos avisamos por megafonía del suceso y nos reunimos en la sala principal, ya solo quedábamos quince personas, casi un centenar de muertos en tres días dentro de aquel infierno. Lo que para muchos suponía que iba a ser la salvación les llevó a la muerte y por lo que parecía el asesino debía de ser una de las quince personas que tenía delante de mí. Estuvimos hablando y algunos se planteaban abandonar el refugio, parecía que nadie se atrevía a pasar ni una noche más allí dentro, pero para tranquilizar los ánimos dije que el destino que les podría esperar fuera sería mucho peor y además  aquella noche aunque no me tocaba a mi hacer el turno de vigilancia lo haría yo aunque fuera solo, ya que nadie se atrevía porque los que estuvieron las dos noches pasadas murieron todos.

            Luego se acostaron todos en sus camas que ahora habían puesto en la sala principal para poder estar todos los que quedábamos lo más juntos posible. Tenía miedo, pero aun tenía más valor, así que hice la guardia de toda la noche y no dormí ni un segundo, aunque algo en el interior me incitaba a que lo hiciese. La cuarta noche no sucedió nada, ni ningún muerto ni ningún desaparecido, incluso vino el inspector que aún seguía vivo a felicitarme y con tono serio me dijo que daba suerte de verdad y que lo sentía si me había ofendido otras veces. Le dije que no pasaba nada que solo había sido una casualidad, pero que había que plantar la oreja porque lo más probable era que el asesino seguiría allí y dudaba mucho que hubiera acabado con su propia vida.

            Aquel día conocí más personalmente todos los miembros del bunker, no les interrogué ni nada por el estilo, pero me pareció que ninguno de ellos podía ser el asesino. Recordé entonces que el inspector era mi principal sospechoso y no había ninguna causa para que no lo fuera, además aquella noche se ofreció él como voluntario para hacer la guardia. Lo que hice fue buscar una cámara para grabar lo que sucedería, no encontré ninguna por más que la busqué y entonces lo que hice fue utilizar la del móvil. La coloqué de forma que no se pudiera ver y haciendo que grabara el mayor ángulo posible de la habitación. Los que estábamos allí no éramos creyentes, aunque rezamos  no sé a quien  a ver si el destino nos era favorable como el día anterior.

Intenté mantenerme todo el tiempo que pude despierto, pero finalmente el cansancio me venció y caí en un profundo sueño. Al levantarme observé que todo el lugar se hallaba en una inmensa tranquilidad como si  estuviera solo allí dentro.

Me levanté  y al hacerlo pisé algo, me di cuenta de que era un brazo de alguien que se encontraba debajo de mi cama. Vi quien era y era el inspector, lo saqué arrastrándolo por el suelo y dejando un rastro de sangre. Le encontré el pulso, aún estaba vivo, le hablé pero no me respondió. Llamé a los demás, pero los otros estaban demasiados agotados como para ayudarme, llegaron tarde, el inspector murió intentando decirme algo que no conseguí entender.

Luego sin que nadie me viera fui a ver mi grabación, lo que observé me dejó atónito, no lo podía creer, mis ojos se llenaron de espanto al ver que era yo el que  anoche se levantó y sin hacer ruido asesinó al inspector y lo escondió debajo de mi cama. No recordaba nada, no podía ser yo aquel hombre, debía ser alguien con mi mismo cuerpo pero yo no podía haber sido. Era imposible, había pasado toda la noche durmiendo, también entonces sería yo el causante de todas las muertes de los días anteriores.

Me parecía imposible lo que veían mis ojos. Lo primero que hice fue ir a  borrar el video para que nadie lo pudiera ver, ya que si lo hacían me matarían, pero después de haber estado utilizándolo durante un rato se me quedó sin batería. Así que después de haber visto el video tantas veces que no recuerdo cuantas y luego de haberlo dejado a cargar, fui a comer como si no pasara nada e intenté actuar con total normalidad porque realmente yo no había sido consciente de mis asesinatos. Alguien me manipulaba o me controlaba mientras dormía, yo no querría haber matado a nadie nunca, no tenía motivos para hacerlo y menos valor para con mis propias manos acabar con la vida de alguien. 

No encontré nada entre las provisiones que consiguiera el efecto que deseaba, no dormir, ninguna pastilla ni alguna especie de medicamento que pudiera hacer servir como somnífero, así que me armaría de fuerza para no cerrar lo ojos ni un segundo en lo que restaba de la estancia en el bunker. Estaba muy asustado de mi mismo, era un asesino sin darme cuenta, como si tuviera doble vida. Me puse más nervioso cuando vi que no encontraba el móvil por ninguna parte. Lo busqué y lo rebusqué, pero nada. Luego también por la sala principal y lo que encontré, me paralizó por un instante, me dio tanto miedo que me fui corriendo a esconderme. En la sala había visto a los que quedaban vivos viendo en mi móvil el video y sabía que enseguida vendrían a buscarme para matarme, así que me refugié en la cocina y cogí un cuchillo.

En pocos minutos ya me buscaban por todo el bunker y tarde o temprano me encontrarían. Tenía tres  opciones, entregarme y que me matasen, suicidarme o matarlos yo a la decena de personas que quedaban, cosa que no sería demasiado difícil ya que los que quedaban eran cuatro mujeres, tres ancianos y los otros tres serían niños de unos diez  años. El miedo a morir me hizo descartar las dos primeras opciones, aunque que yo recordara nunca había matado a nadie ahora lo tendría que hacer y esperaba que mi habilidad que desconocía me sirviera para hacerlo esta vez.

Los fui matando poco a poco ya que se habían separado en pequeños grupos para buscarme y no me resultó difícil porque los sorprendí de forma que no les diera tiempo a reaccionar. Ya solo quedaba yo dentro del refugio. Me puse a llorar de lo que había hecho, tenía tanto miedo de mi mismo, pero a la vez tenía el mismo para acabar con mi vida. Decidí pasar los días que quedaban para que cayera el meteorito, dentro del bunker para salvarme y luego cuando pudiera salir tal vez me pensaría si me entregaría a la policía.

El tiempo que pasé allí dentro fue muy duro de soportar, no dormí ya que pensaba que si lo hacía, podría salir y continuar haciendo atrocidades. Reflexioné de todo lo que había pasado en el último mes, recordé todo lo sucedido en el robo en la fábrica, los asesinatos de mis vecinos y los del bunker. Me pregunté si habría sido yo el causante de todo aquello.

Los días se hacían interminables y parecía que no sucedía nada, absolutamente nada. Al pasar una semana aproximadamente, o eso pensaba yo, decidí encender la radio a ver las noticias del exterior  y comprobé que no iba, pero la radio cogía señal y eso probablemente quería decir que retransmitirían en breve. Finalmente perdí la noción del tiempo, y muy lentamente me dormía con la radio encendida escuchando de fondo que el meteorito se había desviado de su trayectoria y no impactaría en la Tierra. Empezaron a decir cifras de los muertos en la guerra que  nadie había conseguido ganar y en la que había muerto muchísima gente. Entonces recordé que todos los países pobres se habían salvado y se me dibujó una sonrisa en la cara. No lo pude evitar y caí rendido en un profundo sueño.

Cuando desperté me encontraba en un coche, la luz del amanecer me había hecho abrir los ojos. Había sido todo un sueño, el alivio que me dio fue muy tranquilizante, nunca había sentido algo tan real. Dirigí mi mirada en todas las direcciones y comprobé que alguien golpeaba el cristal de mi coche diciéndome que me despertara, era mi jefe.

PAU AGULLÓ