Pablo se acostaba cada noche leyendo una de las cartas de su mujer que le había escrito mensualmente durante toda su relación. Las descubrió cuando tenía 74 años y no le dijo nada a ella porque sabía que se tomaría mal que las leyera; a ella le gustaba escribirlas para sentirse mejor, y él solo poseía alrededor de trece cartas que ella le había entregado en mano, pero ella escondía una caja bajo la cama con 684, todas las que había escrito todos los días 28 de cada mes desde que tenía 17 años.
Desgraciadamente ella había muerto hacía cosa de 3 años, cuando apenas hizo siete días que el mismo Pablo había cumplido los 77.
Todo indica que la salud de su mujer no era lo esperada en sus últimos meses, pero ella no le quiso decir nada a Pablo. Así, apunta a que ella esperara de manera indirecta a que él cumpliera los 77 para marcharse, ya que desde joven le había prometido que estaría junto a él en aquel día.(El número 7 era muy especial para la pareja)
CARTA A MI PRIMER Y ÚLTIMO AMOR. CARTA A LA FUERZA Y SONRISA DIARIA.
28-07-2069
Todo esto es una recopilación de nuestra magnífica vida juntos. Qué bien suena y qué buena ha sido…, quién nos hubiera dicho a nosotros, Pablo, que aquella tarde en que nos abrazamos por primera vez nos llevaría a estar juntos en tus 77 años.
27 de octubre, los cumplirás de aquí unos días…, y éste es mi regalo(que no te entrego).
No pretendo sorprenderte como de joven lo hacía con mis miles de cartas que guardaba en una caja, las cuales siempre querías leer al entrar a mi habitación.
La verdad es que a pesar de mis 75 años, puedo asegurarte que recuerdo todos y cada uno de los detalles más importantes que han hecho que a estas alturas el sentimiento sea el mismo y que, nunca, jamás, por muchos motivos que haya tenido, me haya querido rendir o si quiera pensar en la posibilidad de abandonar. Siempre he apostado por ti, por nosotros. Desde bien jovencita con 13 años lo hice…, y me salió bien. Siempre he sabido que tenía ese séptimo sentido -puesto que creo que el sexto lo tenemos todos- que me guiaba como nadie lo hacía…, sabes que siempre te he dicho que mi mejor amiga soy yo misma, que me conozco y me aconsejo como nadie.
Pablo, eres vitalidad, fuerza, sonrisas, amor, tranquilidad, paz, alegría, confianza…, eres la felicidad representada en forma de ser no normal.
Lee esto despacio, presta atención y piensa que estoy apoyada en ti, escuchando los latidos de tu corazón. Si sonríes cuando termines o mientras lo lees, toda la vida habrá valido la pena. (No te asustes que sé que eres muy propenso a hacerlo…)
Me conoces taaaaan bien, que no he podido engañarte nunca(tampoco he tenido la intención). Si lo he hecho, ha sido bromeando y a los tres minutos te he contado la verdad.
Has sido y eres lo más importante de mis días desde aquel día. Día estúpido en el que yo tenía 13 años y tu 15; nos conocimos con dos besos por casualidad y nada pasó.
Pasó el tiempo y continuamos en contacto…, mi inocente inquietud me llevó hacia ti y tú respondiste de la misma manera.
La primera vez nos fundimos en un cálido abrazo que duró apenas cinco segundos. En ese momento pude sentir una fuerza que calaba dentro de mí. Pasó el tiempo y parecía que todo avanzaba…, éramos jóvenes, tal vez pequeños aún. Aproximadamente seis meses más tarde me di cuenta del amor verdaderamente que había brotado en mí. Te habías convertido de alguna manera en una necesidad para una niña insignificante en el mundo de 13 años.
Eras “raro” o mejor, especial, no normal, como siempre te he definido.
Decidiste abandonar durante una temporada para pensar si querías que todo siguiera adelante o si tu vida tenía el mismo sentido sin mi insignificante compañía.
Estuve año y medio esperando una respuesta…, el año que tal vez más costoso me ha resultado. Tuve que soportar la presión de familiares y amigos que me impulsaban a vivir la vida sin ti, me querían hacer reconocer que nunca ibas a volver, pero yo sabía que lo nuestro era especial, que tú no eras como todos y que podía observar en tus ojos que algo quedaba cuando me mirabas cualquier día que nos cruzábamos.
Así que, apostando siempre por ti, acerté una vez más. Pensaste, recapacitaste, te alejaste, te despejaste…, volviste.
Volviste, qué insignificante parece y qué grandioso fue para mí aquel día en que me informaste que creías querer volver a retomar la relación…, tenía 15 años(creo) y verdaderamente pude sentir que todo brotó de manera brutal. Que todo lo que había escondido y no había podido sacar durante ese tiempo salió de nuevo a la luz.
Me encantabas en todos y cada uno de los aspectos. Me hubiera comido tus defectos con fresas y azúcar como tanto te gustaban.
Fuiste siempre el primero en todo. Primordial en todas y cada una de las cosas que realizaba a diario y sobre todo, el primero en llegar a mí en todos los sentidos.
Mi primer y último amor, el abrazo más dulce, el que me hizo descubrir un nuevo mundo, la madurez, la sensatez y el objetivo en sí.
Llegó aquel día en que en aquella habitación de paredes verdes que tenía en la casa de mis padres me hiciste tuya. Te regalé todo cuanto tenía en aquel momento y me entregué en cuerpo y alma a ti. Me acariciaste, me besaste y me amaste como lo has hecho todas y cada una de las veces, a pesar del dolor, me hiciste sentir bien. Llegaste a mí de este modo, como una estrella fugaz donde pude observar el brillo y la intensidad con la que alcanzaba la velocidad que en mí se convertía en valentía y fuerza.
Morimos de vergüenza mutuamente el día que nos presentamos a los familiares, las caras de ambos fueron espectaculares puesto que los dos para ello éramos muy tímidos. Qué inocentes éramos entonces…
Los días eran maravillosos a tu lado, sacrifiqué miles de tardes de estudios por ti, tú también lo hiciste y la verdad, nos complementábamos de manera ideal. Nos
queríamos, éramos uno y sabíamos y sobretodo, queríamos, que esto fuera para siempre.
Siempre hemos conseguido lo que nos hemos propuesto en conjunto.
Pudiste felicitarme, acompañarme en el camino siempre, agarrar mi mano, besarme, tocarme, acariciarme, sentirme, rozarme, escucharme, comprenderme, inspirarme, observarme, hablarme…, pudiste hacerme todo cuanto quisieras. Lo hacías y lo hacía.
Éramos siempre uno, a pesar de todo.
Tuvimos muchos obstáculos que superar: problemas, distancia, alguna pelea sin sentido, días silenciosos en que ninguno hablaba…, todo esto nos sucedía porque podría decirse que en algunos aspectos éramos totalmente diferentes, pero la verdad, coincidíamos en muchas cosas que nos hacían pensar que el futuro marcharía bien.
Preferías queso con agujeros al gouda, como yo. Te decantabas por una ensaimada en lugar de una galleta y yo también lo hacía. Te gustaba más el color azul que el rojo, y a mí también. Ambos preferíamos la montaña. Los dos elegiríamos siempre el número 7. Siempre escogeríamos un lugar frío y no cálido. Pero lo más importante, coincidíamos en desear una vida en común, tuya, mía, nuestra; los dos juntos.
¿Recuerdas todos los sueños que teníamos comunes?, la verdad es que son inocentes y muy graciosos…, tres hijos –particularmente dos niños y una niña-, un perro de raza San Bernardo, también un gato(por mí y también por mi madre), un viaje juntos a Alaska, otro a África(de nuevo por mí) para ayudar a los niños(me hubiera hecho ilusión adoptar uno pero decías que cuatro ya era demasiado, y que tres, te parecía también exagerado) y muchos tantos más que fuimos construyendo a lo largo de los años.
De este modo constituías el sueño diario. Mi objetivo en la vida se había convertido en hacerte feliz, en sacarte una sonrisa diariamente y que, con una mirada pudieras comprender lo que pretendía transmitirte.
Es increíble que con 75 años me continúe pasando…, no sé qué pueda significar pero no es agradable. Nunca puedo recordar tu cara, sabes perfectamente que recuerdo cada parte de tu cuerpo con exactitud, pero no puedo construir la imagen de tu cara en conjunto. Siempre me he tenido que conformar con una fotografía, pero, ¿sabes?, siempre me ha encantado en parte porque cada vez que te he mirado me has parecido siempre algo nuevo, me has hecho descubrir nuevamente que eres lo más bonito y maravilloso del mundo. Me has vuelto a enamorar.
La belleza brutal que te compone es espectacular…, tu pelo en forma de champiñón(cuando lo llevas largo) o de piña(cuando está recién cortado), tus ojos achinados, profundos y tan oscuros como los míos; tu nariz tan rara y peculiar, tu boca de patito que contiene los dientes más graciosos, tu cuello siempre ardiente, tu fuerte y grande espalda, tu barriguita decorada con ese ombligo sin apenas profundidad, tu culo respingón, tus fuertes piernas y tus maravillosos pies. (Sabes que odio los pies, y que los tuyos, como todo tú, son la excepción mundial).
Nunca me he podido acostumbrar a que seas tan tan guapo, me encanta, me sorprende, me hace sentirme la más afortunada aunque actualmente tu cara esté repleta de arrugas y tus manos se hayan quedado sin uñas prácticamente porque cuando eras joven no parabas de mordértelas, por mucho que me enfadara para que no lo hicieras. Todo sigue igual…, tienes y has tenido siempre una magia para cautivarme en cualquier situación y creo que, junto a ti he aumentado unos cuantos kilos desde entonces…, no me extraña puesto que das los besos más dulces del mundo.
Pensarás que todo esto son párrafos sueltos y palabras que se me vienen a la mente y que vomito en esta carta para hacerte sonreír una vez más. Pero no, no lo es.
Hago esto porque quiero agradecer y compensar a la vida por el gran regalo que me hizo al conocerte. Nadie, ni siquiera tú puede hacerse la idea de lo importante que ha sido para mí tu existencia en la faz de la Tierra. Nadie, tampoco yo.
Mi estado de ánimo siempre ha dependido del tuyo. Mi felicidad, de la tuya. Mi tiempo, del tuyo…, y ahora más que nunca, mi vida de la tuya.
Hemos logrado todo aquello que nos hemos propuesto, estamos casados, tenemos tres hijos y, puedo recordar la luna de miel como el mejor viaje realizado nunca jamás(superando a la perrita Laica cuando marchó a la Luna).
Siempre has tenido tal poder para hacerme feliz que muchas veces he pensado que ha sido malo durante mi vida porque no he podido tomar una sola decisión sin pensar en ti antes que en mí. Te has convertido en mi ego Pablo. Has sido todo cuanto he tenido y te debo la vida, la respiración y todas y cada una de mis sonrisas.
Amanecer a tu lado, acostarme, observar, almorzar, comer, dormir, ducharme, viajar, pensar, caminar, saltar, reír, llorar, abrazar, sentir, cambiar, realizar, soñar, querer, amar…, sólo a tu lado, siempre a tu lado.
La fortaleza con que haces feliz a las personas y también hablo en nombre de nuestros hijos es inexplicable. De este modo me pregunto por qué existes, por qué llegaste a mí.
Puedo recordar perfectamente las noches en que discutíamos si la estrella que más brillaba en el cielo era el satélite universal o el planeta Marte. Recuerdo también cuando besabas mi frente y podía sentirme tan protegida como feliz o cuando me decías que por qué era tan bonita y tenía aquella piel tan suave.
Recuerdo una tarde, en una parada de autobús, en que me preguntaste por qué la noche anterior te había enviado aquel mensaje telefónico tan bonito en donde ponía:
y te respondí que porque lo sería durante toda la vida para estar siempre contigo y protegerte para que nada malo te pasara. A todo esto, tan gracioso como siempre dijiste:
- Y,¿ qué serás entonces si no hay sol?
- Mmmmm…, ¡seré una estrella! - respondí yo entonces.
Reías con facilidad porque realmente pensabas que lo llevaba preparado de casa, pero sabes que me inspiras de manera espectacular y que me encanta que seas así, que lo hagas porque eres espontáneo y sorprendente.
La verdad es que tenemos tantos recuerdos juntos…, viajes, paseos por la playa, excursiones a la montaña, peleas(la mayoría tontas), tardes de palomitas, noches peliculeras, mañanas dormidas, baños, días de chucherías…
Siempre has sido miedoso a las atracciones y, quise aquel día que vencieras ese miedo cuando fuimos a aquel parque temático, ¿recuerdas?. No subiste a nada, pero sólo el hecho de ir para demostrarme que lo hacías por mí fue como si ya vencieras ese miedo…
Me hubiera gustado subir al Himalaya por lo menos, para gritarte con un micrófono y miles de altavoces lo muchísimo que significas para mí (pero mi condición física respecto a los pulmones me echaba para atrás)y que tú lo hubieras escuchado acostado en la cama y hubieras sonreído. También para decirte cómo puede ser posible desear la felicidad de una persona con tanta fuerza…, es algo incomprensible.
Una vez más eres la excepción en cada tópico de la vida misma y respecto a las demás personas que habitan en el planeta…
Por todo lo vivido y por todo lo que nos queda vivir en una nueva vida Pablo, en donde continúes entrándome a la cama los desayunos los sábados y dándome a diario los miles de besos y abrazos que logran que continúe adelante. Gracias por permanecer a mi lado en mis últimos y peores momentos.
Ojalá mi salud me hubiera permitido que en tus 77, hubiéramos podido realizar de nuevo un viaje a Alaska, para dormir abrazados o mejor pegados y transmitirnos todo el calor que necesitáramos, para hacer como siempre la función de manta. Te amo como siempre lo he hecho y, me iré pronto, lo puedo presentir(como siempre), pero cuando ya no esté en cuerpo presente, habrá una estrella en el cielo que resaltará sobre las demás, que siempre estará mires donde mires y, ahí estaré yo.
Nada más que decir, supongo que no escribiré ninguna carta más porque mi estado no me permitirá vivir otro 28…;dile a nuestros hijos(si es que algún día descubres esto) que amen como tú y yo lo hicimos, porque con ese sentimiento, se puede contra todo lo que venga en contra, y que, junto a la persona que amas, todo se vuelve fácil y posible.
Gracias por haberme regalado toda tu vida Pablo. Gracias por haber hecho que la tuya haya sido la mía.
Recuérdame siempre como algo positivo y piensa que siempre estoy a tu lado, continuaré siendo tu sombra.
Gracias por haber sido en mi vida como un salto en el vacío…, esa sensación única e inexplicable.
Des este modo, Pablo derramó una lágrima; miró al cielo y observó una estrella, justo en frente de la ventana, la que más brillaba… Se acostó y apagó la luz de la lamparita.
Pudo sentir que su sombra tomaba la forma de su mujer, pudo acostarse feliz una vez más y notar que la manta transmitía un calor humano…; ella siempre estaría con él.
Elsa Castañer Pérez
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