dilluns, 13 de juny del 2011

Diario de unos turistas extraviados

Esta historia se desarrolla en San Francisco, California. En la época actual. Está basada en un sueño. 
Son tres jóvenes, David, Sandra e Ismael, los que durante un viaje que realizaban para pasarlo bien y aprender inglés, se encuentran con algo que ellos no contaban para nada, unos sucesos que les llevan a conocer a los Tawson, una familia de San Francisco, y a saber que siempre hay gente que agradece el esfuerzo y dedicación de los demás.
Novela
Nuestro viaje iba a comenzar. Estábamos a 20 de febrero de 2007 y eran las tres de la madrugada, nos encontrábamos en el aeropuerto de Barajas (Madrid), desde donde viajaríamos hasta el San Francisco International Airport. 
Nuestro vuelo no tardaría en llegar, nos quedaban cerca de dieciocho horas de viaje.
Poco después de las tres, llamaban a los pasajeros del vuelo 5.643 a San Francisco, era el momento de embarcar, Ismael, David y yo, nos dirigimos a la puerta de embarque, no había mucha gente para ese vuelo.
Durante nuestro largo vuelo, aprovechamos para descansar, nos iría bien, ya que a la llegada debíamos buscar nuestro hotel, Club Quarters San Francisco, que se encontraba en pleno centro del distrito financiero de San Francisco.
Era nuestro primer viaje a California, nos hacía muchísima ilusión, estábamos dispuestos a pasarlo en grande.
  • ¡Chicos! Tengo unas ganas tremendas de llegar. – dije.
  • Es cierto, la verdad es que salir un poco a la aventura nos va a ir genial, disfrutaremos desconectando de todo lo que nos rodea pasando una semana por California. – dijo Ismael.
  • Bueno, es cierto, pero no nos precipitemos que todavía tenemos muchas horas de vuelo por delante, será mejor que descansemos lo que podamos, el día va a ser muy largo. – dijo David 
Los tres caímos rendidos, no tardamos mucho en dormirnos. Las azafatas pasaban de vez en cuando por si los pasajeros necesitábamos alguna cosa. La verdad es que el viaje se hizo un poco largo, al despertarnos tomamos algo y pedimos que nos conectasen el televisor, momento que  David, aprovechó para consultar y memorizar los planos para preparar nuestra llegada.
En los asientos traseros había un par de niños que correteaban por el avión de aquí para allá sin parar. Un par de parejas jóvenes, y una familia de unas siete personas que viajaban para ver a la hija mayor que acababa de tener su primer hijo, la alegría del nacimiento se les notaba en la cara. 
Nosotros seguíamos con los nervios del viaje y viendo como pasaban las horas allí dentro del avión.
Ya no tardaríamos mucho en llegar al aeropuerto de San Francisco. Dieron aviso de que íbamos a aterrizar. Eran las 22.00 horas en España, las 13.00 horas en California.
  • ¡Por fin llegamos! ¡Que ganas tenía!- dije.
  • ¡Al fin!... a ver chicos, entonces vamos a ver, tendremos que buscar taxi que nos lleve hasta el hotel, de esta forma llegaremos más pronto.- dijo David.
  • De acuerdo pues vamos a ver si a la salida del aeropuerto, encontramos un taxi que nos lleve al hotel.- respondió Ismael.
Entonces salimos del aeropuerto y vimos varios taxis allí. Cogimos uno de ellos, cargamos nuestro equipaje y le pedimos al taxista que nos acercase al hotel. Pedimos las llaves de nuestra habitación y descargamos el equipaje en ella.
Aprovechamos entonces para ir a comprar algo de comida a un supermercado, para evitar un gasto elevado de la comida para el primer día, ya después buscaríamos bares o restaurantes donde poder comer algo de caliente.
Después de la compra subimos a la habitación preparamos unos bocatas, comimos y sin nada más que hacer por el momento nos acostamos un rato para descansar del agotador viaje.
Al despertar, nos duchamos y nos cambiamos para salir a dar un paseo por la zona. Parecía un agradable barrio, la gente se agolpaba en las calles, andaban de aquí para allá, quiero decir que eran calles por las que se paseaba mucha gente. Además las construcciones eran imponentes, altísimos edificios. Los edificios más altos de la ciudad están ubicados en el Distrito Financiero y entre ellos se incluyen el 555 California Street, la Pirámide Transamérica, 101 California Street o 345 California Street. Así que una vez allí mientras dábamos el paseo nos decidimos a visitarlos y la verdad es que son construcciones bastante impresionantes. También pasamos por el Montgomery Street conocido como el “Wall Street del oeste”, que es el tradicional corazón del Ditrito.
Más sobre la noche nos fuimos al Crocker Galleria, un gran centro comercial de tres plantas que era todo de cristal, es decir, el tejado era de cristal, en la parte de arriba de la puerta de acceso, había un gran reloj que se veía funcionar por los dos lados, estaba por fuera y por dentro.
Aprovechamos nuestra visita al centro para cenar algo, así que cenamos en el 360º Gourmet Burritos, y después tomamos un café en el SoGreen Frozen Yogurt, nos prepararon unos deliciosos yogures con frutas.
No estábamos nada cansados, así que nos propusimos seguir dando un pequeño paseo hasta que nos fuimos hacia el hotel a descansar para empezar un nuevo día en esta gran ciudad.
¡Algo estalló a mitad de la noche!
Nos despertamos los tres asustados, nos acercamos a la ventana, para ver que había ocurrido, algo había impactado en uno de los grandes edificios, no supimos en cual, ni a qué distancia exactamente, solo se veía una gran nube de polvo que no dejaba visualizar las cosas. Así que en pijama salimos corriendo de la habitación, de inmediato, junto con nosotros salieron muchísimas personas alojadas en la misma planta, todos nos preguntábamos lo mismo, ¿qué es lo que estaba ocurriendo?, un par de personas se apresuraron a bajar a la zona de recepción donde encontraron mucha más gente que también preguntaba que estaba pasando. En recepción decían que no tenían idea de lo que pasaba, pero para tranquilizar al personal pidieron calma. Nadie sabía nada.
Nosotros seguíamos arriba así que entretanto aprovechamos para ponernos algo de ropa para salir a la calle y coger lo más importante por si nos pedían salir corriendo de allí.
El resto de gente empezó a hacer lo mismo que nosotros, pensaron que era la mejor manera de salir corriendo en caso necesario.
Volvimos a escuchar otra gran explosión o lo que fuera que fuese eso, parecían explosiones, pero ¿por qué?, ¿qué es lo que estaba sucediendo allá fuera?, es la pregunta que nos rondaba a todos por la cabeza en esos momentos.
Salimos a la calle, la gente vagaba por allí sin rumbo, sin saber a donde ir, corrían despavoridos, asustados, niños, mayores, todo el mundo tenía miedo. Preguntamos a una par de personas, nos dijeron que acababan de estallar un par de bombas, en unos edificios cercanos.
Pero la duda seguía ahí, había aviones del ejército sobrevolando la zona, no era normal. Fuimos a buscar a ver si encontrábamos algún cuerpo de seguridad que nos pudiese informar.
  • Hola, ¿de dónde sois?, nos preguntó una pareja.
  • Venimos de España, respondimos.
  • ¿Saben qué está ocurriendo?, preguntó David.
  • No, sólo sabemos que se han derrumbado un par de edificios en dos explosiones, pero no sabemos nada más.
  • ¿Dónde se dirige la gente?, ¿dónde podemos refugiarnos, para quedar a salvo?
  • No lo sabemos, nadie lo sabe, todo el mundo corre para alejarse de los edificios, porque podría ser que hubiese más explosiones.
  • Nosotros andamos buscando a alguien de un cuerpo de seguridad que nos pueda informar.
  • No busquéis, parece que están retenidos, no les dejan hacer movimientos, deberíais ir a las oficinas centrales de la policía o de los bomberos, pero quedan un poco lejos ahora mismo.
  • Bueno pues vamos a ver qué hacemos, muchísimas gracias por su ayuda.
  • De nada, gracias a vosotros también, ¡suerte y tened cuidado! – dijeron
Salimos de nuevo corriendo, nos tropezamos con un niño moreno, de unos 7u 8 años, delgado con unos ojos azules muy rasgados, parecía extrovertido, estaba llorando desconsoladamente, acababa de perderse de sus padres, no sabía dónde ir y estaba muy asustado, así que le convencimos para venir con nosotros y que no se quedase allí en la calle. Por suerte era un niño de allí de San Francisco, así que nos podría ayudar, y si encontrábamos a sus padres ellos también nos ayudarían.
Le preguntamos hacia dónde se dirigían cuando se perdió y nos dijo que iban hacia El Golden Gate Park, un parque de 4,12 km2 de terreno, dónde podríamos estar protegidos de la caída de los edificios. Como el niño no sabía por dónde se iba preguntamos a ver si alguien lo sabía, pero debíamos cruzar prácticamente toda la ciudad hasta llegar casi a la otra zona costera que es donde se encontraba el parque, así que rápidamente, nos pusimos en camino.
Continuamente seguían habiendo explosiones y derrumbamientos de los edificios y los aviones seguían sobrevolando la zona.
  • ¡Mirad! Son los aviones los que están lanzando bombas, dijo Ismael.
Ahora si que empezamos a asustarnos, sabíamos que no eran bombas colocadas en edificios, al parecer era el mismo ejército el que las lanzaba. Pero, ¿qué motivos les llevaban a hacer tal barbarie contra los ciudadanos de la ciudad?.
Desde cualquier punto de la ciudad, lo único que se podía ver era polvo, la visibilidad era escasa, todos nos cubríamos la boca y la nariz con pañuelos, con algo de ropa, cada uno con lo que podía, se respiraba un aire espeso, se hacía imposible el desplazamiento.
No faltaba mucho ya para llegar al Golden Gate Park, todos temíamos lo peor, haber entrado en una Guerra Civil. De golpe, David recordó que en el avión vio unas imágenes de un debate en el Congreso, en el que discutían sin llegar a una solución o a un trato, pero no se enteró de cual era el motivo de la disputa.
Estaba empezando a amanecer, y los bombardeos seguían, por fin llegamos al Golden Gate Park, es cierto, allí había muchísima gente, estaba bastante lleno, todos habían pensado ir allí para protegerse, pero, no estábamos muy seguros de que esa fuese la solución, ya que, si quizás lo que querían era hacer daño a la población y atacar los lugares llenos de gente, el parque en esos momentos estaba bastante repleto.
Decidimos acercarnos a la zona de la playa, porque así, quizás el efecto de las bombas fuese menor, además en la playa no había edificios. 
  • ¿Qué efecto tendrá una bomba si la dejan caer al mar?, pregunté.
  • No sé, podría provocar una gran ola, quizás... – dijo Ismael.
  • No sé chicos, esperad, seguro que... a ver si puedo localizar alguna emisora de radio o algo que pueda ayudarnos a saber que es lo que ocurre y principalmente si saben que zonas serán atacadas. - Dijo David.
  • ¡Vamos funciona!, desde luego las antenas no funcionan, así que no podremos llamar.
  • ¡Prueba a llamar al número de emergencias!, ese número suele funcionar. – dije.
David preguntó a Tom cual era el número de emergencias de allí y dijo que era el 911 pero que no estaba del todo seguro, que lo dijeron una vez en su colegio. 
Llamamos, las líneas estaban saturadas. Así que seguimos esperando a la llegada de algún tipo de información. La espera se hacía eterna.
Mientras tanto se seguían escuchando los continuos bombardeos. Llegó un periodista a la zona, le preguntamos, seguro que los medios de comunicación sabían algo.
  • Hola, somos visitantes de España, vinimos a pasar unos días y esto nos ha pillado por sorpresa, ¿nos podría decir qué es lo que está pasando? – dijimos.
  • Hola chicos, la verdad es que nadie sabe muy bien que está pasando, al parecer, por la información que hemos podido obtener, el ejercito se ha dividido en dos, no llegaron a un acuerdo ayer en el Congreso.
  • ¡Es un golpe de estado! O al menos eso parece, como en España en el año 1981, pero es diferente, aquí ya han empezado a bombardear. – dijo Ismael.
  • Si chicos, podría tratarse de algo así, esperemos salir pronto de esto, la gente está muy alarmada, y eso que no se tiene prácticamente información de ningún tipo.
  • ¿Dónde podríamos ir para estar seguros?, ¿tienen algún tipo de refugio?, esto es algo desesperante.
  • No sufráis, aquí por el momento estamos seguros, pero no os despistéis.
Dicho esto, nos quedamos cerca de la playa, por el momento era donde más seguros estábamos.
Los periodistas grabaron unas escenas, hablaron con algunas personas y después se fueron a otra parte a ver cómo andaban las cosas. Parecía que el tiempo no pasaba, que los relojes se habían detenido para dejar que bombardeasen la ciudad. 
La playa se empezó a llenar de gente, muchos hicieron lo mismo que nosotros, pensaron que el efecto en la playa sería menor y como el parque estaba lleno se acercaron hacia allí a ver si había muchas personas.
La imagen era desoladora, teníamos ganas de huir de allí cuanto antes, deseábamos que no hubiese pasado, o no haber ido, daba igual, lo que no queríamos era estar allí. Eso era un calvario, era horrible.
No tardó mucho más en llegar el ejército de tierra a la zona. Los daños ya eran cuantiosos, había familias que ya no tenían nada, todas sus pertenencias estaban entre escombros. El centro comercial donde cenamos anoche, también había sido destruido.
Preguntamos a la gente de por allí a ver si alguien nos podía decir, si los aeropuertos estaban en funcionamiento, pero nos dijeron que no, que no funcionaban las líneas aéreas, al parecer habían dejado ya no solo la ciudad, sino, gran parte del país incomunicado, no había salida. 
No podíamos avisar a nuestras familias de que estábamos bien, no podíamos salir de allí porque andar por las calles no era seguro para nadie.
  • Chicos, ¿qué hacemos? No podemos estar aquí todo el tiempo hasta que esto se acabe, tendremos que buscar recursos. –dije.
  • Y ¿qué pretendes, meterte entre los edificios y arriesgarte a morir aplastada por la caída de alguno de ellos?, no gracias, yo prefiero quedarme hasta que la cosa se calme.
  • David no seas así, sabes que esto puede durar mucho tiempo, debemos aprovechar ahora que aún tenemos la posibilidad de encontrar algo. –respondió Ismael.
  • ¿Pero vosotros habéis pensado que llevamos a un niño con nosotros?, no podemos ir a muchos sitios con él.- dijo de nuevo David.
  • Por mi no os preocupéis, no es necesario que vaya con vosotros... –dijo el niño, pensando que era una molestia por lo que dijo David.
  • ¡No, tú vienes con nosotros allá donde vayamos!, no te vamos a dejar por ahí, no hagas caso a lo que dice, es que está asustado y nervioso, como todo el mundo, pero no te preocupes.- le dije al niño.
Mientras yo daba un pequeño paseo con el niño por la arena, sin alejarnos demasiado, David e Ismael seguían discutiendo, porque no sabían qué sería mejor si quedarse o irse por ahí; desde mi punto de vista, no era fácil decidir, porque era, o arriesgarse a morir entre escombros, o quedarse en la playa con toda la gente que estaba llegando, sin comida, sin refugio, al intemperie...
Finalmente tras un largo tiempo de disputa, decidimos probar suerte largándonos de allí, así que salimos hacia los edificios procurando no alejarnos de la zona costera, para estar un poco más a salvo.
  • Vamos, rápido no os paréis, ¿y si vamos hacia el Golden Gate? –preguntó Ismael. Quizás si cruzamos el puente estemos más protegidos.
  • No creo, date cuenta que un golpe de estado no afecta sólo a una ciudad, si no a un país entero, y el ejército ha quedado dividido en dos partes. Podemos acercarnos una vez que estamos, pero no creo que sea una zona recomendable en estos casos, y si lo que pretenden es dejar el país incomunicado, una forma de hacerlo es destruir los puentes.
  • Yo sé de un sitio que podría irnos bien, está cerca del puente, es como un callejón subterráneo, muchos no lo conocen, pero mis abuelos me llevaron una vez allí, dijeron que se escondían allí cuando eran pequeños y en la ciudad pasaba algo malo. Igual ahora es un momento malo y podemos ir. Está construido en piedra, bajo unos edificios y tiene unas pequeñas ventanas que dan a un barranco desde donde se ve el puente. –dijo Tom.
  • De acuerdo, iremos allí, mirad a ver si hay algún supermercado o algún sitio donde poder comprar algunos alimentos y algo de bebida. Y si no pues ya veremos que hacemos, pero si ese refugio soportó lo de entonces, resistirá lo de ahora.
Salimos corriendo de camino al refugio, Tom iba a mi lado, lo cogí de la mano para no perderle y nos guió hasta allí. Era un lugar muy húmedo y oscuro, no se veía casi, las ventanas no dejaban entrar mucha luz.
David si cogió algunos alimentos como pan, agua y queso, algo era, ya teníamos algunas provisiones aunque sabíamos que con eso no aguantaríamos más que un par de días, además éramos cuatro personas, no era suficiente.
Nos sentamos en el suelo, allí no había nadie aún, al parecer pocos conocían el lugar como dijo Tom, así que por el momento mejor, porque así no habría tampoco problema con los alimentos. Estábamos cansados de tanto correr, y los nervios nos iban agotando a medida que pasaba el tiempo, no podíamos dormirnos, pero si que acabábamos dando cabezaditas, entre estallido y estallido, era la única forma de descansar un poco.
Nos levantábamos cada vez que había un estallido y salíamos a ver, era realmente deprimente, ya había heridos, muertos y la imagen de la gente que corría se repetía por todas partes. Entrábamos de nuevo, nos sentábamos, conversábamos un poco, pero era imposible mantener la mente alejada del exterior.
  • Tom, ¿cómo es que tus abuelos te enseñaron este lugar?, porque nos has dicho que ellos se escondían aquí de jóvenes, pero ¿cómo lo conocieron ellos?
  • Pues mi abuela me contó que cuando eran pequeños, hubo un tiempo, en que se peleaban mucho, por conseguir libertades o algo así me dijo, y un día escondiéndose de los malos, vinieron aquí con sus familias. Pero dicen que nunca dijeron a nadie dónde se escondían para que no viniese mucha gente, porque no era un sitio grande. Y un día dando un paseo con mis abuelos, hace tiempo, me trajeron hasta aquí y mi abuelita me dijo que este era el sitio aquel del que me hablaba. Lo que no hicimos fue entrar, porque mis abuelos, ya no podían. 
Y al preguntar vosotros que dónde podíamos ir, me he acordado de este lugar, que me dijeron que fue un buen escondite, y por eso os he traido.
Pasaban las horas y los temas de conversación se iban agotando, ya no sabíamos de que hablar para distraernos un poco.
Por fin un rato de calma, hacía ya rato que no se escuchaba ninguna explosión, ni nada. Salimos a ver si es que todo había terminado, o se trataba de una tregua. No había nadie por las calles, no se escuchaba nada. 
  • ¿Qué hacemos, nos esperamos a ver si ha pasado todo o vamos a ver si encontramos a los padres de Tom? – dije.
  • Mejor nos esperamos a ver si es cierto que todo ha terminado, pero mientras podríamos ir a ver si encontramos algo más de bebida y de alimentos, nos podría ser útil si aún no  ha terminado.
  • Vale, pues hagamos eso, dile a David que espere aquí con Tom, que no salgan de ahí bajo ningún concepto, podríamos perdernos.
Ismael avisó a David para que se quedasen allí abajo.
  • David, nos vamos a por comida, a ver que encontramos, no salgáis de aquí, ¿de acuerdo?, quédate con Tom.
  • Vale... está bien, nos esperaremos a que volváis, tened cuidado, que no está claro que hayan parado tan de golpe.
  • Lo tendremos, pero no podemos pasar sin más alimentos, así que tenemos que aprovechar.
Salimos de allí corriendo, nos metimos por unas calles a ver si encontrábamos alguna tienda de donde poder comprar algo, pero el caos también había sacudido la ciudad, además de el miedo en las calles ahora, había saqueos de todo tipo, y como los comercios estaban cerrados, la gente optó por romper persianas, cristales... para poder entrar a por las cosas, nosotros sabíamos que en esos momentos si no era así no íbamos a conseguir nada, así que entramos al primer comercio que encontramos con las persianas y los cristales rotos. Cogimos un par de barras de pan, pan de molde, leche, agua, aceite, un bote de tomate triturado, un cartón de huevos y después fuimos a los refrigeradores a buscar algo de companajes.
  • ¿Cogemos algo de verdura?
  • No creo que nos pongamos a comer verdura tal y como estamos, pasa vamos, corre, volvamos al refugio...
  • ¡¡Ssssh!! No lo digas alto, sabes que hay mucha gente que no sabe dónde esconderse, y el sitio donde estamos no es grande, así que vamos y procuremos como antes que no nos vean entrar y salir, si nos ven querrán entrar y no cabremos.
Salimos de la tienda cargado con todo lo que podíamos, cogimos un par de bolsas para meterlo todo, íbamos muy cargados esta vez. No tardamos en llegar.
  • ¿Cómo están las cosas por ahí fuera? – peguntó David.
  • Está empezando a salir la gente a las calles, los comercios están saqueados, algunos están aprovechando para hacerse con objetos de valor, en los supermercados y pequeñas tiendas aún hay bastante comida, no parece que la gente vaya a por eso, pero si que en algunos había personas peleando por unas barras de pan. – respondió Ismael.
  • ¿Habéis ido muy lejos?
  • No aquí cerca, a una pequeña tienda, pero hemos podido coger bastante. – dije.
Sacamos las cosas de las bolsas, teníamos que ingeniárnoslas de alguna forma, para poder hacer unos huevos o tortillas con lo que habíamos comprado, si no los cocinábamos pronto se pondrían malos.
Pensamos que con algo metálico, si lo calentábamos por abajo y poníamos el huevo encima funcionaría, así que buscamos a ver si encontrábamos alguna chapa por allí dentro. Como no encontramos nada, Ismael volvió a salir un momento al supermercado a coger una paella. La cogió y volvió enseguida, no tardó más de diez minutos en volver.
Nos pusimos a hacernos unos bocadillos, al menos, podíamos comer algo. Comimos y descansamos un poco.
  • ¡Callad!, viene alguien... – dijo David.
Escuchamos a ver, alguien estaba entrando, alguien más se estaba metiendo en el refugio que nos enseño Tom. El niño se paró a escuchar como hicimos todos, de golpe se levantó y salió corriendo sin decir nada.
  • ¿Tom, dónde vas? ¡Vuelve aquí, no salgas fuera!
  • ¡Mamá, papá! –dijo Tom, mientras les abrazaba.
  • ¿Hijo, estás bien?, llevamos dos días buscándote, ¿dónde estabas?
  • Mamá estos son mis amigos, ellos me llevaron, cuando os perdí, me encontraron y me dijeron que no me quedase allí en la calle, que era peligroso.
  • Hola señora, nosotros somos David, Ismael y Sandra, acompañamos todo el tiempo a su hijo, pero no les encontramos y finalmente decidimos venir a este lugar.
  • Os estoy muy agradecida de que hayáis cuidado de él durante estos días. Ahora la gente anda buscando alimentos, ¿tenéis algo aquí?
  • Sí, tenemos pan, leche, aceite, pan de molde, tomate triturado y algo de companaje, no pudimos coger mucho más...
  • Vale, es que parece que esto no ha acabado, queda aún mucho, la gente esta saqueando la ciudad, así que mi marido y yo vamos a salir de nuevo a buscar algo.
  • ¡No, mamá!, no quiero que os volváis a ir.
  • ¡Tranquilos! –dijo David. Nosotros saldremos. Ustedes quédense aquí con su hijo.
  • Pero no sois de aquí, no conocéis la zona como nosotros. –dijo el hombre.
  • Está bien, pues iré yo con usted. ¿Le parece bien? – preguntó David.
  • Sí, me parece bien. ¡Vamos, rápido! Antes de que vuelvan a empezar con los bombardeos.
  • ¡No tardéis por favor! –dijo la mujer con miedo.
David y el padre de Tom, Brandon, salieron del refugio a buscar comida.
Nosotros nos quedamos hablando sobre todo lo que habíamos hecho por el momento con Cailin. Ella estaba aún muy emocionada por el encuentro con su hijo, nos dijo que volvieron al lugar donde lo perdieron y al no verle, temieron no volverle a encontrar, pero que ella recordó que un día al llegar a casa, Tom le dijo que en el paseo con sus abuelos, ellos le enseñaron el lugar secreto donde se escondían de jóvenes. Así que decidieron acercarse por si estaba allí, pero por algunas calles no les dejaron pasar, a parte las calles que quedaron destruidas o las que eran inaccesibles por los derrumbamientos, y tuvieron que buscar la forma de llegar. Encontraron a unos amigos que les dijeron que con todo el caos que se estaba viviendo no lo encontrarían y no les querían dejar ir a buscarlo, pero ellos al final insistieron y salieron de allí, hasta que llegaron al refugio.
Mientras nos contaba todo esto y nosotros le contabamos también, llegaron David y Brandon, habían cargado con muchas cosas. Ahora teníamos alimentos para cerca de una semana. 
Todos nos tumbamos a descansar un poco. Y la verdad es que descansamos de lo más a gusto hasta que de nuevo empezaron con los bombardeos, pasaron varias horas, así que ahora estábamos alerta y por supuesto más descansados que antes.
Nos dedicamos a conocernos, no teníamos otro remedio, íbamos a pasar un largo período de tiempo allí dentro.
Pasaron tres días, teníamos ganas de poder volver a salir, algunos alimentos empezaban a faltarnos. Era ya el quinto día de un viaje que creíamos que sería genial, y que resultó ser el peor de nuestras vidas. Ya no sabíamos que hacer, estábamos inquietos, desesperados... La falta de higiene se empezaba a notar. Las explosiones más cercanas lo hacían temblar todo, temíamos que se derrumbasen los edificios que cubrían el refugio, de hacerlo quizás no podríamos salir, podríamos quedarnos allí dentro atrapados.
  • Tenemos que salir a por más provisiones, pero ahora no se detienen, ¿qué hacemos? – dijo Brandon.
  • Tendremos que salir, no nos queda otra, lo necesitamos, quedaros vosotros, como hicimos el otro día, saldremos nosotros. – dijo David.
  • Tened mucho cuidado, ahora no son nada seguras las calles y ya hace días que bombardean sin parar, no quedará mucho más por destruir, esperemos que esto no dure mucho ya.
Salieron de nuevo Brandon y David. Esta vez estaban tardando mucho, nos empezamos a alarmar, ¿por qué tardaban tanto?¿les habría pasado algo?... Los nervios nos desesperaban cada vez más, estaban en juego muchas vidas. Después de hora y media de estar fuera llegaron, pero se hizo eterno.
  • ¿Estáis bien?
  • Sí, respondieron.
  • Hemos tenido que ir mucho más lejos que las veces anteriores, ya no quedan alimentos básicos y las frutas y las verduras se están poniendo malas todas, la gente ha agotado todo lo que había. Si esto no acaba pronto tendremos un problema, porque no tendremos nada para dar a los chicos y a Tom. – explicó Brandon.
Sabíamos que si las cosas no mejoraban notablemente o se detenía todo por completo, íbamos a pasarlo muy mal. No estaba llegando ayuda ni siquiera del resto de países, no sabíamos qué pasaría si lo más importante se acababa, bueno, nos hacíamos una idea.
Cogieron pocos alimentos, para no más de dos días esta vez, y no había tampoco mucho, es decir tendríamos que racionar la comida si queríamos tener provisiones para más tiempo.
Siguieron así durantes dos días, sin dar tregua. Cuando por fin, escuchamos pasar helicópteros, aviones, pero ninguna explosión. Salimos a ver que estaba sucediendo, parecía que todo había vuelto a la calma, pero la ciudad estaba prácticamente demolida, en cambio, el puente del Golden Gate, estaba bien, no habían cortado esa vía de comunicación. Sabíamos que podríamos hacer movimientos a la otra parte, pero no estábamos seguros de que pudiese resistir del todo. Estuvimos un tiempo fuera, necesitábamos respirar un ambiente no tan húmedo, llevábamos demasiados días allí dentro.
Un día después al ver que no había bombardeos, ya decidimos alejarnos de allí, conforme íbamos moviéndonos por las calles, veíamos gente herida, muertos, las casas demolidas... los escombros se acumulaban unos encima de otros, eran imágenes impactantes y muy tristes, no era justo que la población acabase así.
Nos dirigimos hacia la casa de los Tawson, no estaba, había quedado totalmente destruida y habían perdido todas sus pertenencias, ahora ellos, como muchas otras familias no tenían nada, todo aquello en lo que tanto trabajaron había sido reducido a escombros. Ahora es cuando llegaba la peor parte, porque no sabían dónde pasar los días. No tenían ni casa, ni recuerdos, ni nada de nada.
Nos acompañaron hacia el hotel, pero también había quedado reducido a escombros, la verdad es que pocos edificios quedaban en pie. La gente lloraba desconsolada.
Decidimos quedarnos unos días más para poder ayudar a todas estas familias, no queríamos abandonar a toda esta gente con su desgracia, después de todo ellos nos ayudaron, los Tawson estuvieron con nosotros para que no nos pasase nada, así que de alguna forma debíamos agradecerles su ayuda.
Pensamos que quizás, podríamos viajar todos hasta España, pero no era lo que ellos querían, sus familiares y amigos también estarían por allí.
Pero sería una buena opción, era tomarlo como unas vacaciones, pero sabían que cuando volviesen estarían con la misma, seguirían sin tener nada. Algunos edificios públicos tampoco estaban en pie. El Golden Gate Park no quedó muy libre de escombros, la caída de algunos edificios llenó sobre todo las orillas del parque.
Se empezaba a ver algunos vehículos oficiales de bomberos, los policías patrullaban a pie, ya que la mayoría de calles eran inaccesibles. Los helicópteros echaban grandes cantidades de agua sobre la ciudad para poder extinguir los incendios, y rebajar un poco el polvo que se acumulaba y no dejaba respirar.
  • ¿Vosotros cuándo os volvéis a casa? – preguntó Tom
  • Nos quedaremos con vosotros unos días para ayudaros con lo que haga falta.
  • No, no os quedéis, ya habéis tenido suficiente con todo lo que ha pasado, no os merecíais un viaje así. – dijo Cailin.
  • Iros, volved con vuestras familias, no os quedéis aquí, estarán preocupados si han visto algo por las noticias, y no han podido tener ningún contacto con vosotros desde que empezó todo esto, además no sufráis por nosotros, estaremos bien, ahora ya no puede pasar nada.
  • Pero ustedes nos ayudaron mientras estábamos en el refugio, les debemos la vida y su hijo nos llevó con él. –dijo David.
  • Eso no importa, es lo mismo que hubiese hecho cualquiera y es lo mínimo que podíamos hacer ya que vosotros también ayudasteis a nuestro hijo. Volved a casa con vuestras familias.
  • Esta bien pero antes debemos llamar a casa para que nos paguen unos billetes de vuelta, si no no podremos irnos, perdimos todo nuestro dinero del viaje entre los restos del hotel. – dijo Ismael.
  • De acuerdo pues. – respondió Brandon.
Tardamos tres días en poder contactar con la embajada española para que nos pusieran en contacto con nuestras familias, les contamos lo sucedido y de inmediato nos mandaron los billetes. En cosa de dos días más de espera nos llegaron para poder salir de allí.
Mientras los esperábamos, pasamos los días en campamentos improvisados en el parque y en las playas, por los ciudadanos y los cuerpos de seguridad. Alimentos no había muchos, pero al menos daban servicio a los heridos y a las familias que habían quedado sin hogar.
Recogimos nuestras pertenencias, cogimos nuestros nuevos billetes y fuimos a despedirnos de los Tawson. Tom se entristeció porque pensó que nunca más nos volvería a ver, pero la verdad es que les dimos nuestros números de contacto en España, para que cuando pudiesen nos llamasen para ver cómo estaban.
  • Que tengáis buen viaje chicos, esperamos veros por aquí en otra ocasión, aunque debo reconocer que a uno se le van las ganas de volver en estas condiciones.- dijo Brandon.
  • Muchas gracias, la verdad es que sí, que por ahora, no tenemos muchas ganas de volver, pero no se preocupen, volveremos a vernos. – dijimos.
  • Tened cuidado, esperamos saber pronto de vosotros. – dijo Ismael.
Nos dimos los últimos abrazos y dando media vuelta, salimos del campamento. Nos entristeció muchísimo no poder quedarnos para ayudarles, porque estaban pagando los que menos se debían.
Fuimos al aeropuerto y cogimos nuestro vuelo. Después de dieciocho horas y cuarto de viaje, llegamos a Madrid. Ya estábamos en España, era estupendo pensar que estábamos a salvo, sólo nos quedaba coger el último vuelo que nos llevara de vuelta a casa, el que nos llevase al aeropuerto de Manises. Y junto a nuestras familias que nos esperaban en el aeropuerto de Valencia, acababa nuestro viaje a California.
Quince meses después...
Estando en casa recibí una llamada desde San Francisco, eran los Tawson. Me dijeron que las calles ya quedaron prácticamente limpias, que habían podido volver a trabajar, no en lo mismo que antes, pero ahora el Estado de California pagaba a las personas que les ayudaban a construir una nueva ciudad. Así que Cailin se puso a trabajar en un centro atendiendo heridos y a personas que habían perdido a los suyos durante el golpe, y Brandon se puso a trabajar en la obra, construyendo edificios públicos y algunas viviendas. Tom empezó con unas clases en el campamento.
Y cómo no, nos dieron las gracias por haber hecho que desde España les llegasen alimentos, mantas y demás ayudas, porque a la vuelta, decidimos trasladar nuestra historia a los medios de comunicación y presentamos algunas imágenes que grabamos con nuestros teléfonos móviles antes de que se nos agotase la batería.
Y con todo esto la gente se volcó por mandarles lo necesario.
En cuanto colgué el teléfono, llamé a los chicos, para contarles de la llamada de los Tawson, ellos también se alegraron de saber que todo les iba bien y que de alguna forma, estaban volviendo a llevar una vida normal.

Lorena Jover Cortés