La amistad amansa a los seres humanos evitando que se conviertan en animales. Pero en muchas ocasiones son ellos quienes se convierten en verdaderas fieras tratando de evitar dañarte…Una solitaria muchacha, hizo su propia creación de una amistad que guardaría en su alma hasta el final de su vida. Pero, la muchacha descuidó el paso del tiempo, y a pesar de haber llegado a la adultez, ansiaba reencontrarse con aquella amistad que creó en su niñez. Era tan grande la pasión que sentía por ella, que fue su propia creación quien acabó por dominar el cuerpo y la mente de la muchacha, convirtiéndola en su propia esclava, y dando lugar al comportamiento esquizofrénico que puso su vida al pie del abismo. El extraño visitante se adueñaba noche tras noche de su delicado cuerpo, mientras su alma quedaba retenida entre las esqueléticas manos de la parca, que se acercaba sigilosamente con el paso del tiempo.
El silencio reinaba en medio de la oscuridad de aquella habitación. Al final de ella, una ventana entreabierta alumbraba, con la claridad de la luna, un cuerpo recostado sobre la cama y envuelto en sábanas. Un viento invernal se adueñó del lugar, congelando las lágrimas derramadas por la dulce soñadora. De pronto, una figura desconocida surgió de entre las sombras, rompiendo el silencio con el sonido de sus pasos. Se acercó lentamente por la sombría habitación, como si se tratase de un alma que divaga perdida sin rumbo alguno. En la penumbra visualizó un cuerpo, y a pesar de la oscuridad se quedó admirado por su belleza. Se acercó a él y, sin pensarlo dos veces, alargó su mano temblorosa hasta alcanzar su pelo, y lo acarició con delicadeza y dulzura. Al observar que el cuerpo no se inmutaba de su presencia, apartó cuidadosamente la sábana para observar más minuciosamente su belleza. El observador se aposentó sobre el cabezal de la cama, y mientras acariciaba su rostro y su pelo, cantó una dulce melodía:
-Dulce soñadora, que nada entre aguas extrañas,
Viaja sin rumbo con la cabeza bien alta.
Trata de respirar al ritmo del oleaje,
Trata de palpar el viento salvaje.
Dulce soñadora, marinera de estas aguas
Abre tu corazón hambriento de nuevas tierras
Obséquiale con el regalo que ofrece la vida
Adentrando tu pensamiento en el amanecer de un nuevo día.
Lágrimas se deslizaban por el rostro de la dulce soñadora, pero seguía sin percatarse de la presencia de su acompañante. El observador se introdujo en la cama, agarró fuertemente su mano y cerró los ojos durante unos minutos. El cuerpo, aturdido y molesto, le devolvió un apretón de manos. Seguidamente el visitante se levantó sigilosamente y se despidió de ella con un beso en los labios. En ese momento, la dulce soñadora despertó, percatándose de la presencia de un extraño. Abrió los ojos, y distinguió cada una de las facciones de su propio rostro. Se quedó paralizada al observar que el extraño visitante nocturno era ella misma, como si fuese su propio reflejo. El visitante se abalanzó sobre su propio cuerpo y golpeó fuertemente con el puño su pecho.
La muchacha despertó al instante, le faltaba el aire, y un mar de lágrimas inundaba sus ojos. Desesperadamente miró a su alrededor tratando de encontrar al extraño visitante, pero no había nadie. Desconcertada, se sentó sobre la cama tratando de normalizar su respiración. Durante horas trató de adentrarse nuevamente en un sueño, pero sentía la presencia de alguien en todo momento, por lo que finalmente el miedo venció, obligándola a levantarse de la cama.
Abrió el grifo de la bañera, y mientras el agua la iba llenando, se quedó observando atentamente su reflejo en el espejo del baño. Desconcertada, pensó nuevamente en el sueño de la pasada noche. Fue tan real, que parecía que su propio reflejo la golpeara. De pronto un dolor agudo en el pecho volvió a dejarla sin respiración. Se inclinó sobre la pila intentando recuperar el aire, y furiosa, levantó la mirada observando de nuevo su reflejo, y entre el vaho del agua caliente, se percató del estado de su cuerpo, que estaba desnudo. Rápidamente miró su vestimenta; volvió a alzar la mirada, pero en su reflejo estaba desnudo. Se desvistió lentamente desconcertada por su reflejo. Se descalzó y tocó con la planta de sus pies el gélido y húmedo suelo, y un escalofrío ascendió por su espalda, erizando su piel. Volvió a mirar su reflejo, y observó su cuerpo detenidamente. Unos ojos hundidos y ojerosos se perdían en la profundidad de su mirada. Mojaba sus quebradizos labios mientras trataba de normalizar la respiración. El temblor de sus delgadas piernas, le impedía permanecer demasiado tiempo en pie. Deslizó sus frías manos por su espalda y por su vientre, contando repetidas veces cada uno de los huesos de su figura, hasta que descubrió un hematoma en su pecho. Asustada se quitó la camiseta con desesperación hasta que lo vio. Una sensación de embriaguez debilitó sus piernas, obligándola a introducirse en la bañera. Comenzó a acariciarse los brazos tratando de calmar los temblores que dominaban su cuerpo. La sensación de malestar aumentaba, así que decidió cerrar los ojos. Pero al oír algo moverse en el agua, abrió los ojos rápidamente; y nuevamente enfrente de ella se encontraba su propio reflejo, mirándola atentamente. Su pesadilla la acompañaba a todas partes, y el miedo la dejó inconsciente, flotando en el agua como un cuerpo sin vida.
Al verla tan frágil, dormitando en el agua no pudo evitar tocarla; volver a acariciarle el pelo, su cuello, su pecho amoratado y quebradizo. Acariciar cada uno de los huesos de su espalda, acariciar su vientre hundido entre las costillas. Recordó lo último que ella le tocó antes de desaparecer entre la oscuridad la noche anterior. Después de golpearla en el pecho con el puño, ella le agarró con ira del brazo, tratando de evitar el golpe. Tal recuerdo hizo que la sensación de admiración por ella desapareciese, sus ojos se volvieron fríos como el hielo.
- ¿Me amas?- preguntó el reflejo. Pero el cuerpo inconsciente no dio respuesta alguna, por lo que la agarró fuertemente de las manos, mientras cantaba de nuevo una dulce melodía:
-Dulce soñadora, que nada entre aguas extrañas.
Sigue el rumbo que tu corazón te manda
Duerme sin miedo, nuevos tiempos han venido
Ya es hora de que el cuco abandone el nido.
Dulce soñadora, sigue luchando por tu liberación.
Sin que te lo impida esta bella canción.
El miedo envejece, pero ahí siempre estaré.
No temas por tu vida, pues yo te cuidaré.
Cogió una cuchilla que alguien había dejado sobre el suelo, y sin recapacitar, cerró los ojos, llenó sus pulmones del aire caliente que inundaba la habitación y la estacó sobre su brazo, realizando un pequeño corte sobre la muñeca. En cuanto la sangre comenzó a teñir el agua de rojo, ella desapareció.
La muchacha abrió los ojos en cuanto sintió un objeto atravesándole la piel. Al ver la sangre bañando su cuerpo desnudo, comenzó a gritar. Rápidamente miró su delgado brazo ensangrentado, y cuidadosamente buscó en el fondo de la bañera, la hoja que le hizo un corte en su brazo izquierdo. Una sensación de angustia recorrió su cuerpo aposentándose sobre su pecho, hundiéndola en el agua. Su corazón se aceleró, no por el miedo que sentía ante tal pesadilla, sino por el ansia a querer despertar y salir de aquellas aguas tan extrañas en las que el dolor poco a poco la estaba ahogando.
Salió del agua colocando sus pies sobre la ropa sucia que había dejado en el suelo. Alzó la mirada hasta que pudo distinguir de entre el vaho su propio reflejo, era ella. Observó a su alrededor, todo era normal. Desconcertada se miró el brazo, ningún corte había sobre él. Miró detalladamente el resto de su cuerpo, y no encontró ningún signo de agresión. Abrió la ventana, y tratando de calmar su mente, inspiró profundamente el aire puro del campo. Al comprobar que su cuerpo estaba en calma, decidió abandonar la habitación, dirigiéndose de nuevo hacia su dormitorio.
Al entrar en la oscura habitación, la pesadilla recobró vida, y el miedo comenzó a apropiarse de su cuerpo, haciendo que pequeños escalofríos recorriesen su espalda. Se dirigió hacia el espejo y, con la mirada cansada, pudo distinguir una figura desnuda entre polvo que se había retenido en ella por el paso de los años. Alzó la vista pausadamente hasta detenerse ante la mirada de su propio reflejo. Fue la primera vez en la que su gélida mirada se fusionó con la suya, convirtiéndose en un único ser cuya alma fue apoderada por un gran vacío. Una pícara sonrisa apareció en su rostro, haciéndole recordar las nanas que alguien cantaba en sus sueños. De nuevo, dirigió su atención hacia la figura del espejo y preguntó:
-¿Quién eres? ¿Soy yo tu reflejo, o eres tú el mío?
Observó a su alrededor a través de espejo, estaba sola, pero sentía que, ante su delirio, alguien la estaba acompañando. Se giró bruscamente, con la esperanza de encontrar a alguien y poner fin a esa tan sensación tan escalofriante y tenebrosa, sin embargo no había nadie. En ese mismo instante, escuchó como alguien le susurraba al oído preguntándole si alguna vez la había amado. Pero no había nadie más, solo estaba ella y el reflejo del espejo. Sentía una respiración tras ella, por lo que decidió no moverse. Le acarició cuidadosamente el brazo; unos dedos se deslizaron sobre su pelo mientras inspiraba el perfume de su cuello. Seguidamente, dio media vuelta pero seguía estando sola. Un empujón, un tirón de pelo y un arañazo en la espalda fueron suficientes para irritarla. Daba vueltas y vueltas a su alrededor tratando de encontrar alguna explicación a lo que sucedía, pero no halló ninguna respuesta; solo consiguió que el temor y el nerviosismo la enloquecieran. Cerró los ojos con fuerza y un grito surgió de su boca. Después de esto, el silencio reinaba en la habitación.
Minutos más tarde abrió los ojos. No había nada. No recordaba nada. No sabía quién era. No tenía a nadie, únicamente a su propio reflejo. Su mente arrojaba palabras sin sentido, hasta que en medio de la oscuridad oyó de nuevo una melodía que rompió en silencio:
-Dulce soñadora, que nada entre aguas extrañas.
Escucha las voces que junto a ti naufragan.
Goza del sonido de mis silenciosos susurros.
Cuida de tu alma, que duerme sobre el muro.
Dulce soñadora, que en la oscuridad se esconde.
Sal de tu cascarón, y perdámonos juntas en el horizonte.
Miles de olas intentan derribar nuestras almas.
Pero solo tú podrás poner estas aguas en calma.
Mientras la música inundaba la habitación, oyó unas palabras en la lejanía. Al no saber de dónde provenía la voz, observó aturdida a su alrededor. Poco a poco pudo apreciar más claramente el contenido de esas palabras, hasta que finalmente detuvo su mirada ante su reflejo. Durante unos segundos, escuchó la dulce melodía, sin prestar atención al silencio que la rodeaba. Rápidamente reconoció la musicalidad de sus palabras; reconoció su propia voz que era la que tarareaba la canción. Desconcertada miró al espejo, y la figura que habitaba en él había dibujado una sonrisa en su rosto.
-¡Loca!- chilló, mientras una sonora carcajada salía por su boca.
Repitió esa misma palabra varias veces, cada una de ellas más fuerte que la anterior:
-¡Loca, loca, loca, loca…!- repitió varias veces, cada una de ellas más fuerte que la anterior.
Confusa, retrocedió dando un paso hacia atrás, tratando de alejarse de su propio reflejo. Con esas palabras, el poderoso reflejo consiguió extraer la rabia retenida en su cuerpo durante años, haciendo que las lágrimas ahogaran sus ojos; y entre sollozos y gritos de desesperación por despertar de aquella pesadilla, tarareó la melodía durante horas, hasta que definitivamente su cuerpo se rindió cayendo de rodillas hacia delante. La mente perversa de la muchacha intentó golpear el espejo, con tal de romperlo, pero alguien la levantó evitando que se desplomase en el suelo. Seguidamente, adentró su mirada en su reflejo, e inesperadamente le preguntó:
-¿Me quieres?
Rápidamente retrocedió al ver que la figura que habitaba en el espejo salió furiosa de la cárcel que la retenía, y tropezó con un objeto golpeándose la cabeza contra el suelo.
Abrió los ojos exaltada y miró a su alrededor. El silencio volvió a apoderarse de la sombría habitación. Desconcertada, observó el polvoriento espejo, e inconscientemente adentró su mirada en el interior, pero no vio nada: Su reflejo no estaba. Aterrada, dio unos pasos hacia atrás y tropezó con un cadáver. El cuerpo que había a sus pies era el suyo. En ese momento comprendió que se había convertido en su propio reflejo, un reflejo vacío y sin vida. Se inclinó y agarró el cuerpo, acomodándolo sobre la cama. Se aposentó sobre el cabezal, y mientras acariciaba su rostro y su pelo, cantó de nuevo una dulce melodía:
-Dulce soñadora, que nada entre aguas extrañas,
Viaja sin rumbo con la cabeza bien alta.
Trata de respirar al ritmo del oleaje,
Trata de palpar el viento salvaje.
Dulce soñadora, marinera de estas aguas
Abre tu corazón hambriento de nuevas tierras
Obséquiale con el regalo que ofrece la vida
Adentrando tu pensamiento en el amanecer de un nuevo día.
Con el crepúsculo de la mañana la esencia del reflejo se iba desvaneciendo, por lo que con un dulce beso y un “Te quiero” se despidió de ella, dejándola divagando por un sueño profundo, que guardaría su cuerpo en aguas extrañas, y donde nadaría eternamente entre olas y recuerdos.
Aida Parres Lluch
1º BAC - E
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