Esta historia comienza como todas las demás, en un lugar determinado y con unos personajes con carácter definido, pero su protagonista, posiblemente sea el prototipo de héroe moderno. Héctor es un chaval de 17 años que vive en Barcelona y que nació en 1994. Es un chico rubio, alto, delgado y con los ojos grandes de color verde claro. Este chaval es muy alegre y de gran simpatía, que siente el amor y el dolor muy profundamente, pero que muestra una coraza increíble para no mostrar sus sentimientos a la gente y que todo lo malo le resbale. Héctor se creó su propia coraza al principio de esta historia, donde al principio la adversidad le jugó malas pasadas, pero que al final logró enfrentarse a ellas y superarlas. El ejemplo de superación es contado en esta historia, que al fin y al cabo, está por terminar.
Nuestra historia comienza cuando Héctor acudía a primero de educación secundaria en un colegio privado de Barcelona, donde tenía un gran grupo de amigos y compañeros. Héctor se mostraba simpático con todo tipo de personas y era el primero de la clase en cuanto a notas y trabajos. Sus grandes amigas eran una chica rubia y algo contestona llamada Soraya, una amiga que compartió desde la infancia hasta ahora; Claudia, la niña pija y perfecta de la clase que todo chico quería conseguir; Blanca, que era la mejor amiga de Soraya, era la chica más comprensible de su grupo de amigas, con rasgos indios y una figura envidiable; Mónica era la chica de la clase de al lado, la que más tarde se anexionó al grupo, pero con la que más confianza tenía Héctor para contarle todo tipo de cosas; y por último la gran amiga y confidente de Héctor, su clon en femenino y a la que quiere por encima de todo, Carmen. Héctor era un chico que se juntaba con todas las chicas de su clase, pero que no mostraba ningún interés en acercarse a los chicos de su clase. Desde muy pequeño, Héctor siempre había tenido gustos femeninos, en vez de jugar al fútbol en el patio con los chicos. A pesar de ello, Héctor contaba con un grupo de chicos que más adelante, se convertirían en sus grandes amigos. Dani y Javi eran sus amigos de la infancia y con los que siempre había compartido gustos por series y por seres fantásticos; César era el guapo del grupo, el gran amigo de Héctor; y por último Mauro y Fabián, que tardaron más en salir con el grupo, pero que no les costó nada relacionarse con ellos.
Un día cualquiera, Héctor se encontraba andando por la calle porque se iba a comer a casa de su abuela Anabel, y de repente un grupo de chicos, algo mayores que él, le dijeron:
-Oye chaval, ¿quieres venirte a mi casa a jugar un rato?
-No te conozco de nada, no sé quien eres- dijo Héctor.
-¿Querías venirte, eh maricón?-dijo el chico entre risas.
-Déjame en paz- respondió Héctor.
Héctor siguió andando para ir a casa de su abuela, y éstos lo seguían diciéndole todo tipo de insultos. Héctor empezó a ponerse nervioso y a llorar, porque los chavales lo cogieron y empezaron a darle collejas. De repente, por la esquina de la calle, apareció César por casualidad y les empezó a chillar y les dijo que le dejaran en paz. Los chavales se fueron y Héctor le dio las gracias a César:
-No tendrías que haberte metido- dijo Héctor.
-Encima que te ayudo y te libro de esos imbéciles, ¿así me lo pagas?- respondió César.
-Lo siento, pero no me gusta que nadie salga perjudicado por lo que me pueda pasar a mí- dijo apenado Héctor
Héctor llegó a casa de su abuela y seguía pensando en lo que le había pasado por la mañana. Siempre había sido un chico especial y diferente, pero esos cambios comenzaban a cobrar protagonismo, y la gente no los aceptaba. Héctor se dio cuenta que él no era como sus amigos, no le gustaba el fútbol ni tampoco, las chicas. Héctor comenzaba a despertarse sexualmente y se daba cuenta que le atraían físicamente los chicos, pero tenía un miedo terrible al soltarlo en público y delante de su familia.
Pasó primero de secundaria y llegó el campamento de verano, donde Héctor se destapó por completo, en cuanto a gustos sexuales. Llegó la hora de las duchas, y Héctor se sentía incómodo con los demás chicos, y entonces ocurrió lo siguiente:
-Dios que fuerte tíos, el Héctor se ha empalmao- dijo uno de los chicos.
-¡La puta el maricón! ¡Qué fuerte!, ven aquí anda- dijo otro entre risas.
El problema de Héctor cada vez se hacía más grande y no tenía a quien contarle su orientación sexual. Héctor tenía miedo de como la gente iba a reaccionar, pero Héctor necesitaba contarle a alguien su nueva personalidad, o si no explotaría. Pasó un año de sufrimiento, donde cada vez su homosexualidad se notaba más, pero Héctor seguía con su vida normal, tragándose las lágrimas que le provocaban la gente que no lo aceptaba. Entonces llegó el momento en tercero de educación secundaria cuando Héctor no podía más y tuvo que confesarle a sus amigas su verdadero yo, y quitarse la máscara que llevaba.
Una tarde quedaron Héctor y sus amigas más cercanas: Claudia, Soraya, Blanca, Carmen y Mónica. Llegaron a un parque de la zona alta de Barcelona, hacía un día soleado y el parque contaba con un verde césped, acompañado por un riachuelo que llevaba un agua completamente cristalina. Entre risas y risas, Héctor decidió decirles a sus amigas:
-Bueno chicas, que os tengo que contar algo-dijo Héctor con la voz entrecortada.
-A ver a ver, que es eso que nos tienes que contar nuestro querido Héctor-dijo Carmen con una actitud risueña, la cual la caracterizaba.
-Bueno, veréis. Vosotras sabéis que yo no soy un chico convencional, que le guste jugar al fútbol o que vaya a mirarles a las tías por debajo de la falda.
-¿Qué nos quieres decir con eso?-dijo Claudia.
-Pues eso, que…em….bueno, no sé.
-¡Vamos por dios Héctor, dilo ya!-dijo Soraya, la más nerviosa de las chicas.
-Que soy gay-dijo Héctor de forma rápida y sin casi vocalizar.
Al unísono y de forma muy curiosa dijeron a la vez Claudia, Mónica, Carmen y Blanca:
-¿Eso era?, por favor Héctor ya lo sabíamos, tonto-dijeron las chicas.
-¿A si?, bueno de todas formas os lo quería contar, así me quedo mucho más a gusto y desahogado. Es que me pensaba que me ibais a rechazar si os enterabais por otra gente, o cuando os lo contara yo.
-No digas tonterías por favor, te queremos igual tonto, o incluso más, a mí me encanta la idea de que me digas que bien me queda un vestido y no me mires el culo- dijo Carmen con cariño.
A Héctor se le escapó una lágrima de emoción, ya que la reacción de sus amigas fue tan natural que se alegró mucho de que las cosas fueran igual de bien, e incluso a mejor. Pero hubo una destacada reacción que a Héctor le había llamado la atención. Su amiga Soraya fue la primera amiga que tuvo en la vida y la que más callada se quedó ante el testimonio de Héctor. La verdad es que Soraya había profesado un especial cariño por su amigo que había desembocado en un profundo amor de adolescencia. Héctor y Soraya habían sido novios en infantil, las típicas relaciones de chiquitajos donde se organizaban bodas improvisadas donde toda la clase estaba invitada. A Soraya le dio mucha rabia no haber sabido ver lo mal que lo había pasado Héctor durante estos últimos años, ya que Héctor era muy especial para sus cosas personales, pero desde ese momento, Soraya quiso más a Héctor y se profesaron una amistad fuerte y duradera.
El curso iba pasando, y Héctor se sentía cada vez más a gusto consigo mismo, y el siguiente paso fue el más duro que le costó hasta el momento: contárselo a sus amigos. Héctor no sentía ni tenía ninguna necesidad de contarles su condición sexual a sus amigos, ya que él lo veía algo normal y pensaba que le iban a querer y aceptar igual, pero bueno, si hay algo que caracterizaba a Héctor era su indecisión y el agobio que le provocaba guardarse cosas dentro de él.
Un sábado del mes de abril fueron al cine César, Dani, Fabián, Mauro, Javi y el propio Héctor. Acudieron al cine para celebrar el cumpleaños de Héctor y cuando acabaron fueron a dar una vuelta por el centro comercial y a cenar. Después de cenar, se fueron a la discoteca más popular de la zona alta de Barcelona. Héctor esa noche había bebido mucho, y sus amigos también. Cuando ya estaban en el momento cumbre de la fiesta, César acompañó a Héctor al servicio para que se refrescara la cara. De repente, Héctor le dijo a César que tenía que hablar con ellos. Los efectos del alcohol le habían trastornado a Héctor, y César decidió acompañarlo a casa, cosa a la que se opuso por completo Héctor. Salieron a la una y media de la madrugada y de camino a Héctor les dijo a sus amigos que se sentaran en un banco:
-Chicos, no sé si es el mejor momento para contaros esto, pero bueno, que más da. Soy gay.
-¿Qué?-dijeron todos al unísono y voz de sorprendidos.
-Si chicos como lo oís, me gustan los chicos.
-¿En serio?, el maricón este de mierda mira que lo sabía, venga vámonos- dijo Dani, al cual acompañó Javi detrás.
Los demás se quedaron sentados callados y de repente dijo Mauro:
-Ese maricón es mi amigo, así que tener cuidado con lo que decís. Allá vosotros, perdéis un gran amigo que no merecéis, y si pensáis eso de Héctor, conmigo no habléis.
Había sucedido lo que peor había pensado Héctor que podía pasar, perder sus amistades por contar como era de verdad. Fabián y César apoyaron por completo el testimonio de Mauro y de ahora en adelante, sabía quienes eran sus amigos de verdad.
Llegó cuarto de educación secundaria y era hora de abandonar el colegio que tantos recuerdos le aportaba. Pasaron las últimas excursiones, exámenes finales y llegó el día de la orla. Todos iban perfectamente arreglados. Mauro fue acompañado por Carmen, que hacían una de las parejas más sonadas y enamoradas; Claudia y César marcaron tendencia por su belleza y despilfarro en sus trajes; Blanca y Fabián acudieron juntos a la celebración; Mónica acudió para sacar todos los detalles de la celebración y los mejores vestidos; por último una de las parejas más emotivas…. Héctor se encontraba preparado en el portal del colegio esperando a su acompañante. Una chica de melena rubia en un semirrecogido con una flor llena de brillantes daba el toque final a un vestido blanco con un cinturón marrón impresionante. Subida en unos tacones de vértigo, se acercaba Soraya con una sonrisa de oreja a oreja. La celebración acabó entre lloros y risas, ya que todos comenzaban una nueva etapa, y para Héctor la más relevante de su vida. Pasaron todos juntos un verano de campamento inolvidable y llegó primero de bachiller.
Todos rebosaban nerviosismo por los nuevos profesores y compañeros, cuando apareció un nuevo amigo que cambió la vida de todos, y especialmente la de nuestro protagonista. Era un chico alto y demasiado musculado para su edad, con una composición física increíble que rozaba la perfección. Su pelo rubio y sus grandes ojos azules llamaban la atención de todas las chicas. Su acento, ya que era de Argentina, las volvía locas y su saber comprender a todo el mundo le daba puntos a su favor. Yago era un chico extremadamente simpático que caló hondo en los corazones de todos y un día de repente, sucedió lo inesperado. Un día Héctor se sentía indispuesto y acudió a los servicios del instituto cuando se encontró a Yago:
-¿Estáis bien?- dijo el argentino.
-Si, tranquilo, no es nada. La cena de ayer no me sentó muy bien.
En ese momento Héctor entró al inodoro a vomitar, y cuando terminó salió y aún estaba ahí el argentino. Yago le volvió a preguntar si estaba bien a lo que Héctor reafirmó su respuesta anterior. Yago se fue acercando a Héctor, y no comprendía lo que estaba pasando, o al contrario, no quería hacerse ilusiones para después llevarse una desilusión. Pero ocurrió lo esperado por Héctor y Yago se abalanzó sobre el y le besó. La pasión les podía y sus hormonas adolescentes estaban a flor de piel, entraron en uno de los aseos y se desnudaron y dieron rienda suelta a su pasión.
Desde ese mismo momento, Héctor se sentía el chico más afortunado del mundo: tenía amigos, había tenido su primera experiencia sexual, la cual fue muy satisfactoria, disfrutaba de una buena relación con su familia y sacaba buenas notas durante el curso. Pero un día como otro cualquiera de los que Yago y Héctor quedaban en casa de éste, el argentino le dijo:
-Héctor, verás, vos sois muy importante para mí, pero yo no estoy preparado para salir fuera del armario, no creo que yo lo pueda afrontar.
-Vale, lo respeto, pero no veo porque eso tiene que ser un impedimento para nuestra relación.
-Mejor será que dejemos esta aventura, no creo que acabemos bien, y no quiero hacerte daño.
Héctor se fue enojado de casa de Yago y muy triste. La vida no le sonreía como el quería y simplemente no le apetecía estar alegre. Pasaron los dos trimestres siguientes, el verano, y llegó segundo de bachiller y Héctor era incapaz de mirar a Yago a la cara. A Héctor le resultaba muy difícil estar con sus amigos porque Yago se juntaba con ellos, y no era nada fácil superar todo el dolor que le provocaba verlo cada día y cada hora. Llegó selectividad y todo el grupo de amigos se enfrentaba a sus exámenes finales para poder llegar a la nota mínima de la carrera que querían hacer. El día del examen de historia, se declaró un incendio en el aula de ciencias mientras César y Mauro hacían unas pruebas prácticas para el examen de selectivo. Todo el instituto fue evacuado, pero cuando todos estaban en el patio, Héctor se dio cuenta de que faltaba alguien. Carmen se había quedado atrapada en los servicios y Héctor fue corriendo a rescatarla. A Mauro, su pareja, le había dado un ataque de ansiedad y se desmayó, y todos los demás intentaron pararle los pies a Héctor. Cuando entró dentro del edificio, las vigas se caían y los muros estaban completamente calcinados. El humo no dejaba ver los pasillos y Héctor al final consiguió llegar a los aseos, consiguió derribar la puerta y sacó a Carmen de allí. Salieron fuera del edificio y los servicios médicos atendieron a Carmen, y Héctor se desmayó por una fuerte intoxicación de humo. Cayó desplomado y no podía respirar y Yago fue corriendo a su lado llorando y cogiéndole la mano y diciéndolo que le hablara, que le dijera que estaba bien. Héctor no conseguía reanimarse y todos sus amigos estaban a los lados muy preocupados. Al final, Héctor volvió a respirar y Yago sacó una sonrisa de oreja a oreja y le dio un beso delante de todos. Todo el mundo se quedó con la boca abierta y Yago no paraba de decir que lo sentía y que siempre lo había querido y que le perdonara su cobardía. Al final todos aplaudieron a Héctor por su hazaña heroica, y Yago y Héctor se quedaron abrazados en un banco al lado de un árbol del patio.
Pasó selectividad y todos aprobaron sus exámenes con buenas calificaciones y cada uno emprendió un camino distinto. Fabián decidió estudiar arquitectura, Mauro estudió ingeniería aeronáutica, César se decantó por filosofía, Soraya estudió psicología, Carmen estudió medicina, Blanca decidió decoración de interiores, Mónica estudió turismo, Claudia estudió en la escuela de moda, Yago se decantó por criminología y nuestro último personaje y protagonista decidió estudiar arte dramático. Todos por suerte siguieron estudiando en Barcelona y no perdieron para nada el contacto.
Pasaron los años y las décadas y decidieron hacer una reunión en aquel parque donde Héctor les había contado a sus amigas hace ya un tiempo su homosexualidad. Su marido Yago y todos los amigos y amigas le montaron una fiesta sorpresa a Héctor por su cuarenta cumpleaños. Héctor venía de gira mundial con su última película de acción, y cuando le dijo Yago que se acercara al parque se quedó muy extrañado. Llegó a aquel lugar y reconoció el césped tan verde de aquella primavera de tercero de secundaria, y a la otra orilla del riachuelo vio a todos sus amigos rodeados de sus respectivos hijos y con una amistad increíble. Al contemplar tanta felicidad y alegría, Héctor comprendió que había conseguido aquello que quería desde que era un adolescente: un mundo sin máscaras y sin falsas personalidades. Sólo dejaría la actuación y la máscara para la profesión que ejercía en las tablas de un teatro.
Candel Gutiérrez, Pablo Ángel.
1º Bachillerato B.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada