No
lo pensé ni un solo segundo. Me dio a elegir y elegí. ¿Para qué
quería quedarme con él? ¿Qué es lo que pretendía? No querría
quedarme allí ni un solo segundo más para resolver aquellas
preguntas que me daban vueltas en la cabeza y que no me dejaban
pensar con claridad. Aquel fin de semana ya me resultó realmente
largo como para quedarme allí un segundo más.
Aunque
sabía que me iba a soltar para darme a elegir, me sorprendí cuando
su mano ya no me apretaba el antebrazo, sino que se deslizaba con
delicadeza hacia mi mano, como si fuera a romperse al tacto, como
muchas otras veces había hecho, y que él sabía que me enloquecía.
Entonces me susurró al oído una frase que me devolvió al mundo
real “Si
quieres irte vete, pero, nunca dejaré de buscarte hasta
encontrarte”.
Aquella
frase no me la esperaba. No quería que me encontrara y me hiciera lo
que me había estado haciendo todo ese fin de semana: torturarme.
Aquella frase influyo tanto en mí de lo que yo hubiese querido.
Aquella frase me devolvió al mundo real de una manera tan brusca que
no pude contener una lágrima.
Pero
fui fuerte. Sin mirarle a los ojos di un paso no tan firme como yo
hubiese deseado y bruscamente aparté mi mano de la suya. Quería
echar a correr hacia mi casa, quería no volver a verle en mi vida.
Pero si volvía a casa me encortaría fácilmente, sabia donde vivía.
Necesitaba un sitio donde esconderme, donde no mirar atrás, donde
pudiera salir a la calle sin miedo de verle. Entonces recordé un
motel que había visto el viernes de camino a esta cabaña en medio
de la nada.
Ese
podría ser mi escondrijo hasta que las cosas se calmaran. Él sabía
que no me gustaban los hoteles y menos los moteles. ¿Por qué no
intentarlo? Cuando intente echar a correr no podía, las piernas no
me respondían. Necesitaba ganar tiempo para recuperarme del “shock”:
-¿Cuándo
me vaya me seguirás?
-¿De
verdad crees que soy tan cruel?
-
¿Debo recordarte lo que me has hecho?
-
No te seguiré hasta que amanezca, así que yo de ti saldría pitando
por esa puerta. Y si te preguntas el porqué…, no lo hay. Así que
corre.
No
podía darme la vuelta para verle al cara así que volví a intentar
lo de correr. Esta vez sí que pude. Pero al salir de la cabaña no
veía nada todo estaba oscuro. Pero no podía parar y arriesgarme a
no poder volver a correr.
Corrí
y corrí hasta que las piernas me fallaron y caí. Cuando me levanté
vi que el motel estaba más cerca de lo que pensaba. Cuando llegué a
recepción me di cuenta de que parte de mi todavía quería ver por
última vez a mi novio, quería ver por última vez al hombre que
había estado torturándome durante todo un fin de semana. ¿Por qué
no podía odiarle con todas las cosas que me había hecho? Y allí
mismo empecé a llorar.
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