dijous, 12 de març del 2015

El fin de semana


No lo pensé ni un solo segundo. Me dio a elegir y elegí. ¿Para qué quería quedarme con él? ¿Qué es lo que pretendía? No querría quedarme allí ni un solo segundo más para resolver aquellas preguntas que me daban vueltas en la cabeza y que no me dejaban pensar con claridad. Aquel fin de semana ya me resultó realmente largo como para quedarme allí un segundo más.
Aunque sabía que me iba a soltar para darme a elegir, me sorprendí cuando su mano ya no me apretaba el antebrazo, sino que se deslizaba con delicadeza hacia mi mano, como si fuera a romperse al tacto, como muchas otras veces había hecho, y que él sabía que me enloquecía. Entonces me susurró al oído una frase que me devolvió al mundo real “Si quieres irte vete, pero, nunca dejaré de buscarte hasta encontrarte”.
Aquella frase no me la esperaba. No quería que me encontrara y me hiciera lo que me había estado haciendo todo ese fin de semana: torturarme. Aquella frase influyo tanto en mí de lo que yo hubiese querido. Aquella frase me devolvió al mundo real de una manera tan brusca que no pude contener una lágrima.
Pero fui fuerte. Sin mirarle a los ojos di un paso no tan firme como yo hubiese deseado y bruscamente aparté mi mano de la suya. Quería echar a correr hacia mi casa, quería no volver a verle en mi vida. Pero si volvía a casa me encortaría fácilmente, sabia donde vivía. Necesitaba un sitio donde esconderme, donde no mirar atrás, donde pudiera salir a la calle sin miedo de verle. Entonces recordé un motel que había visto el viernes de camino a esta cabaña en medio de la nada.
Ese podría ser mi escondrijo hasta que las cosas se calmaran. Él sabía que no me gustaban los hoteles y menos los moteles. ¿Por qué no intentarlo? Cuando intente echar a correr no podía, las piernas no me respondían. Necesitaba ganar tiempo para recuperarme del “shock”:
-¿Cuándo me vaya me seguirás?
-¿De verdad crees que soy tan cruel?
- ¿Debo recordarte lo que me has hecho?
- No te seguiré hasta que amanezca, así que yo de ti saldría pitando por esa puerta. Y si te preguntas el porqué…, no lo hay. Así que corre.
No podía darme la vuelta para verle al cara así que volví a intentar lo de correr. Esta vez sí que pude. Pero al salir de la cabaña no veía nada todo estaba oscuro. Pero no podía parar y arriesgarme a no poder volver a correr.
Corrí y corrí hasta que las piernas me fallaron y caí. Cuando me levanté vi que el motel estaba más cerca de lo que pensaba. Cuando llegué a recepción me di cuenta de que parte de mi todavía quería ver por última vez a mi novio, quería ver por última vez al hombre que había estado torturándome durante todo un fin de semana. ¿Por qué no podía odiarle con todas las cosas que me había hecho? Y allí mismo empecé a llorar.