Dijo
el escritor Fiódor Dostoyevski en uno de sus libros -"El
idiota"- que "la Belleza salvará al mundo". Tras
formular esta idea, ladeó la cabeza, la apoyó en un árbol, junto
las manos cómodamente y, con una sonrisa en los labios, se echó a
dormir. Y así fue como se dispuso a disfrutar de ella, de la Belleza
en mayúsculas, en un parque perdido de la Rusia de finales del XIX.
Porque una siesta, a medio camino entre el sol y la sombra y tras
haber contemplado un bonito paisaje, es una forma muy sencilla de,
simplemente, ser feliz.
Esto
último es, evidentemente, invención propia: del hecho de imaginar
que una frase como la que sí escribió sólo puede ir seguida de un
momento de paz. ¿Qué podría ser mejor ahora, en plena Era de la
Tecnología?
A
lo largo de la Historia, la búsqueda de la Belleza para el hombre ha
sido una constante, un deseo propio y natural. ¿Una necesidad? Sí,
creo que sí. Más allá de las diferencias culturales, de los
periodos históricos y de las clases sociales o de la edad, hay algo
que nos empuja hacia lo bello. Pero ¿por qué?¿Qué es lo que nos
aporta?
La
Belleza, como pasión y como ideal, va más allá de lo que es útil
o no; de lo que podemos comprar y consumir. Satisface necesidades
íntimas y propias, a veces hasta las inexplicables, y es totalmente
subjetiva. La ganancia es perfecta, es personal. Por eso, contemplar
un cuadro o escuchar una canción nos produce un placer sensorial del
que, a veces, podemos disfrutar más que explicar. La Belleza produce
un efecto calmante y transformador: es un bálsamo.
Remontándonos
en la Historia, también podemos decir de ella que ha viajado con
nosotros en el Tiempo nos ha devuelto parte de nuestro reflejo. La
mejor versión del Ser Humano ha quedado también en esculturas,
obras literarias, o en ballets. Cuando algo es bello y emociona,
estamos allí. Aun cuando las representaciones hayan evolucionado,
los hombres de Altamira, los del Renacimiento y los de hoy en día
han quedado fascinados.
¿Dónde
está la clave? Para mí en la mirada. Vivimos en la Era
Post-moderna, de la proliferación de los medios, y de la co-creación
artística así que, ahora más que nunca, poseemos el acceso y las
capacidades. Entonces, ¿qué ocurre? ¿Por qué ésta pasa tan
desapercibida o la olvidamos? Porque corremos demasiado. Y la Belleza
necesita de un tiempo y de un espacio.
Sostengo
con fuerza que las prisas son el enemigo número uno de la Belleza. Y
que el café de la mañana, la tiranía del reloj de pulsera y los
semáforos en rojo, todos ellos, nos dicen "venga, corre, corre
¡llegas tarde!". En cambio, la Belleza es lenta, necesita
tiempo, como las siestas, como los veranos, como el Amor.
No
sé si el escritor tenía razón y "la Belleza salvará al
mundo", pues las personas somos complejas, como un lienzo
pintado a capas que posee infinidad de interpretaciones pero algo por
lo que si apuesto es la potencia de los medios de expresión. Cada
cual a su manera, cada uno en su lenguaje. Pues la Belleza, en
cualquiera de su manifestación artística, o simplemente mediante la
contemplación de la Naturaleza, "nos rasca" en lo
profundo, incide en quienes somos. Nos trastoca los esquemas.
Seguramente
mañana nosotros seremos los mismos, pero donde sea que encontremos
algo bello, podremos apoyarnos, y eso hará de nuestro día a día un
camino mucho mejor: más placentero y, sobre todo, más auténtico.
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