El
espejo del ascensor me revelaba aquello que yo me negaba a
aceptar, me hacía vieja. Las arrugas invadían mi rostro,
tenía los labios agrietados, y multitud de canas empezaban a
poblar mi cabello que un día resplandecía al sol. El
maquillaje paso a ser algo imprescindible para mí, aquello a
lo que me aferraba para negar el pasó de los años. El
ascensor paró en la planta baja, mientras bajaba decidí ir
con el coche, no estaba muy lejos pero llovía a cántaros.
Abrí la puerta, y entré rápidamente intentando mojarme lo
mínimo posible. El coche estaba frío al igual que mis manos.
Metí la llave en el contacto y arranqué. Encendí la
radio, un comentarista de voz aguda me taladró los oídos,
cambié rápidamente, el fútbol no me importaba lo más
mínimo.
No me quedó otra que poner la radio nacional para
no oír mis propios pensamientos que me atormentaban con
tentativas de futuro. Aquella emisora era mediocre, al igual
que sus programas, pero los prefería al fútbol al fin y al
cabo. Estaban entrevistando a una violinista cuya existencia
desconocía, tampoco es que fuera una prodigio de la música
pero por los fragmentos de canciones que tocó parecía
buena, o al menos original, mucho más de lo que se podía
pedir para la música hoy en día.
El
trayecto duró poco más de diez minutos por las
concurridas calles del centro, llenas de semáforos y
transeúntes con una extraña tendencia a pasar por el paso
de peatones mientras el semáforo estaba en rojo. El
edificio está en una parte recóndita de la periferia
central, justo al límite de ésta. Solo había ido dos veces,
una a preguntar los precios y otra para la exanimación de
mi hijo y ambas veces me había preguntado si el portón del
edificio estaba carcomido, pues su estado era lamentable.
Toqué al telefonillo, me respondió la voz de la joven
secretaria. Me abrió la puerta y subí los tres pisos
pensando en el motivo de el comportamiento de mi hijo,
estaba siempre ausente, absorto en sus pensamientos, le
hablaban y no contestaba hasta la tercera vez que le
preguntaban, como si todo lo que le contarán le diera
igual y solo contestará para que le dejaran en paz, de
nuevo solo, con su mente. Yo no tenía manera de saber que
era lo que escondía en ésta, por eso contacté con un
profesional, soy su madre, estaba preocupada por él pero
también me movió la curiosidad, he de reconocer, la
curiosidad de saber qué habría en lo más profundo de su
cerebro. Estaba prácticamente segura de que mi hijo no era
autista, de pequeño solía relacionarse con bastante fluidez
con los demás, fue desde hace aproximadamente cuatro meses
que empezó este comportamiento. Por fin llegué a mi
destino, la casa estaba caliente, algo que se agradecía en
el crudo febrero. La secretaria me saludó y me indicó que
podía pasar para saber aquello que había venido a buscar.
Aquel día era gris y lluvioso, se reflejaba en los
cristales repletos de gotas.
-Buenos
días, me alegro de verte.
-Lo
mismo digo doctor.-dije-Cuénteme, ¿que es lo que le pasa?
-Veamos,-
extrajo una carpeta con el nombre de mi hijo de un cajón
del gran escritorio de aspecto moderno- aquí esta. Debo
decirle que su hijo no sufre ningún tipo de enfermedad
mental. Es cierto que no parecía muy dispuesto a hablar
así que le propuse que escribiera todo lo que pasaba por
su cabeza en un folio y he de decir que me sorprendió
bastante el resultado. Si le parece se lo leo y si tiene
alguna duda o inquietud no dude en interrumpirme, ¿de
acuerdo?
-Me
parece bien.
Perfecto,
allá vamos pues:
“Escribo
esto obligado por no preocupar a mi madre, normalmente solo
pienso y saco conclusiones de aquello que observo. Escribir
no me molesta, es como pensar pero dejando constancia de
ello, al contrario que las palabras que solo duran ese
pequeño, insignificante y perecedero momento en el que se
pronuncian. Usted me ha dicho que escriba todo lo que se
me pase por la cabeza y eso haré. Lo primero que he
pensado al entrar en esta habitación que parece ser su
despacho es que huele a lavanda. La lavanda es un olor que
odio, pero creo que esto no es lo que usted quiere leer.
Soy consciente de que realmente no quiere saber lo que
pienso en este preciso instante, así que escribiré lo que
usted quiere que escriba, escribiré sobre el sentido de la
vida”
-¿Sobre
el sentido de la vida?
-Así
es, parece que su hijo tiene las cosas claras, parece ser
bastante inteligente, ¿no crees?
-Desde
pequeño lo ha sido. Continúe por favor.
“La
vida es aquello que pasa mientras nuestro cerebro se
preocupa por inhalar aire para que el cuerpo no se quede
sin oxígeno y muera. Es decir, la vida es la preocupación
por la muerte. Parece paradójico pero yo he llegado a
esta conclusión. Si sabemos esto no debemos preguntarnos qué
es la vida sino qué es la muerte, para qué existe y
porqué nos preocupa tanto. La muerte es algo abstracto,
solo la podemos definir como la ausencia de vida, pero si
esto es así, ¿para qué existe la vida si esta es solo
la preocupación por la muerte? La vida es algo inservible.
La muerte es nuestro destino, todos vamos a acabar muertos
al fin y al cabo, ¿de qué nos sirve vivir? Esto es algo
para lo que no tenemos respuesta, pero aún sabiendo que
la vida no tiene sentido nos levantamos cada mañana y
vamos al trabajo o al colegio o a cualquiera que sea el
lugar en el que se ejecuta nuestra rutina diaria.”
-¿Mi
hijo es gótico o algo por el estilo?
-Es
curioso que hagas esa pregunta, justo ahora. Lo explica a
continuación:
“Mi
madre me preguntó una vez si era gótico. No soy gótico
ni nada por el estilo, es solo que creo que he escogido
el camino alternativo, quien sabe si el correcto. El camino
de las reflexiones y las cuestiones, el camino sin asfaltar
y sin señalizar. Este camino es muy diferente al
normalmente escogido por los demás. Tengo 15 años y las
relaciones con los demás no me importan lo más mínimo,
¿cómo van a importarme si la gente es idiota? Allá donde
miro solo veo idiotas; idiotas hablando, idiotas enamorados
de más idiotas o idiotas riendo. Me pregunto si las
personas son idiotas por naturaleza y yo soy la excepción
o realmente todos son como yo solo que la sociedad los ha
trastornado. Muchas veces me imaginó qué pasaría si una
persona creciera fuera de la sociedad, como un eslabón
perdido. Para empezar esta persona viviría sin aprender a
hablar, pues no habría nadie para enseñarle ni para
comunicarse. Esto le permitiría aprender a pensar por sí
mismo y no por los demás. No poder hablar también le
impediría enamorarse. El amor es lo que lleva a la gente
a ser más idiota, es como un cáncer para la inteligencia,
yo nunca me he enamorado y estoy seguro de que nunca lo
haré. No poder hablar ni comunicarse le impediría reír o
pasárselo bien y es algo en lo que he meditado mucho;
reír realmente es bueno o solo nos engaña y nos hace
creer que todo va bien cuando en realidad es al contrario.
La respuesta es simple, las cosas nunca van bien. Las cosas
siempre van mal, repito, empezando por el hecho de que
llevamos muriendo desde el momento en que nacemos. ¿Pero
por que la gente sigue engañándose? Porque realmente no
saben que es lo que quieren, viven engañados por los demás
que a la vez engañan a otros sin saber que lo hacen
debido a que son engañados, en un bucle de engaños
infinitos que les impide abrir los ojos y ver todo lo que
el mundo rezuma. Rezuma odio, odio intrínseco al ser
humano. Ese eslabón perdido, pese a ser diferente es malo,
es malo porque todos lo somos, todos los humanos, todos los
seres vivos. Todos destruyen para su propio provecho. Todos
exterminan vida o recursos para perpetuar en la tierra.
Todos somos destrucción.
Deberás
estar cansado de tanta palabrería así que voy a hablar un
poco de mí, de mi historia . Mi pensamiento empezó a
cambiar el día que mi padre se fue de casa”.
-El
quería mucho a mi marido, al fin y al cabo era su
padre.
-Lo
suponía, debió ser un duro golpe para él. Ahora habla
de ello.
“Mi
padre era médico, no pasaba mucho tiempo en casa pero yo
era feliz cuando estaba conmigo y con mi madre. Salíamos
a pasear y realmente parecíamos felices, una más de esas
familias que salían por el centro. Aún recuerdo su voz.
Era una voz dura pero que incitaba al acercamiento, me
preguntaba porque no se había dedicado a ser actor de
doblaje. Se lo pregunté una vez y aún recuerdo sus
palabras: “Cuando conocí a tu madre también me incitó a
ello, pero no lo hice por dos razones: una es que el
cine debe disfrutarse en versión original y la otra es que
la vida es algo demasiado preciado y debe haber alguien
que la preserve, así que elegí ser ese alguien.” Dos
días después de aquellas palabras se marchó. El día
anterior él y mi madre discutieron, es normal, dos personas
no pueden estar juntas de por vida, las personas están
cargadas de odio y tienen que sacarlo fuera de ellos,
arrojar su odio sobre otros. Este fue el hecho de que
ahora sea como soy. Te estoy ahorrando bastante trabajo
remontándome yo mismo al origen de mis conflictos internos.
Tu trabajo es inútil, como todos los demás. Vuelvo a
repetirlo, la vida en sí misma es inútil, trabajamos para
ganar dinero, dinero que no nos servirá de nada cuando los
gusanos se coman nuestro cadáver, gusanos que también
morirán. Y no solo toda aquella persona que cultiva el
campo económico, de igual manera que la anterior todo aquel
que cultive el campo espiritual morirá igual y ni su dios
ni sus emociones permanecerán cuando muera. Podría esto
dar lugar a pensar que la única manera de conservar tus
pensamientos en un medio físico como este papel por ejemplo,
pero de igual manera se desvanecerá y aun si no lo hace
la gente que lo lea también morirá. Me estoy desviando
del tema, lo siento. Como iba diciendo mi padre nos
abandonó, no sé qué será de él, puede que esté
muerto, quien sabe. La cuestión es que desde ese momento
empecé a plantearme el sentido de todo lo que pasaba, el
sentido de cosas grandes como las guerras o como la
contaminación pero también de cosas insignificantes que a
la gente no le suelen importar, como la razón por la que
seguíamos manteniendo fe ciega en que seremos diferentes al
resto, que seremos especiales. Desde ese momento empecé a
distanciarme de todos y de todo. Seguía yendo al colegio
porque mi madre me obligaba, fui creciendo y el resto de
las personas lo hicieron conmigo. Al principio los que
solían ser mis amigos se preocuparon por mí pero ellos ya
no me importaban, se dieron cuenta de ello y dejaron de
intentar hablarme o comunicarse conmigo. En clase estaba
ausente, de la boca de los profesores solo salían cosas
que no me importaban. Mis compañeros empezaron la
adolescencia, mantenían relaciones amorosas , salían de
fiesta y hacían cosas típicas de adolescentes mientras yo
permanecía en mi grieta de atemporalismo, sin pasar a la
pubertad ni abandonar mi niñez, ésta la había perdido
hacía tiempo.”
-Así
que eso fue lo que le pasó...
-Lo
de su padre fue un duro golpe para él. Estoy a punto
de acabar.
“Yo
había elegido el lado de la oscuridad para los demás,
aquel terreno sombrío que no se atrevían a tocar, que
evitaban a toda costa pues era un lugar que consumía todo
nuestro entendimiento y nos acogía plácidamente en su
extrañeza, nos distanciaba del mundo. Es el lado al que
tienen miedo, al que temen aunque no haya razón para
hacerlo. Aquí estoy bien, me siento a gusto conmigo mismo.
La gente es idiota. Somos idiotas. La gente es odio. Somos
odio. Pero no les culpo, para ellos, la vida es
maravillosa.”
-No
escribió nada más, se quedó sentado mirándome fijamente.
Después
de que dijera esto me fui, bajé las escalera construidas
tiempo atrás y corrí hacia el coche intentando pasar el
mínimo tiempo posible mojándome baja la fría lluvia que
bañaba mi peinado. En la radio ya no estaba aquella
violinista, eran las siete y media y como cada media hora
habían dado paso a las noticias. Guerras y hambrunas que
no me importaban demasiado. Gente masacrada que no conocía
asesinadas por gente sanguinaria que tampoco conocía, la
lluvia caía con monotonía sobre mi coche y los
limpiaparabrisas se movían con un ritmo inalterable ni por
la mayor racha de aire que las golpeara al igual que mi
vida seguía igual por mucho que gente muy lejos de mi
menospreciado paraíso estuviera muriendo, no me importaba, en
mi cerebro había un espacio para la lamentación pero el
destinado a olvidarlo era mucho mayor, me escondía de la
vergüenza de aquella pasmosa indiferencia. La chica del
tiempo dijo que la lluvia seguiría por días, una borrasca
del norte azotaba con fuerza nuestro clima. Irónicamente si
me lamentaba de esto, me lamentaba de un poco de agua
cayendo del cielo y no de todas las muertes injustas que
pasan mientras estamos haciendo cualquiera de nuestras
actividades diarias. Las muertes no me afectan, la lluvia
sí. Llegué a la calle de mi casa, tenía un hueco para
aparcar justo delante de mi portal, parecía que el propio
destino lo había dejado allí, esperándome. Salí del coche
y corrí de nuevo, aquella maldita lluvia me parecía
verdaderamente molesta. Mientras subía por el ascensor
pensaba en qué le diría a mi hijo. Le diría que todo
iba bien, que no se preocupara, que había leído lo que
pensaba, que no era nada malo, que incluso le entendía. Le
sonreiría y puede que incluso me diera un abrazo, hacía
mucho tiempo que no me daba un abrazo, ni siquiera
recordaba la última vez que sus brazos rodearon mi cuerpo.
Mientras pensaba todo esto veía mi reflejo en el espejo,
las arrugas seguían ahí, me lamentaba pero entendí que
tampoco podía hacer nada, el tiempo no dependía de mí.
La puerta del ascensor se abrió y el olor característico
de mi hogar recorrió mis fosas nasales, trayéndome una
buena sensación con él. Abrí la puerta y canté un
saludo, un “hola” entonado con alegría, nadie contestó,
como de costumbre. Él nunca lo hacía pero yo tenía
aquella costumbre y la repetía siempre que entraba en casa.
Dejé el abrigo en el mueble del recibidor y entre por el
pasillo a su cuarto. Allí estaba. Allí estaba su cuerpo.
Un cuchillo lleno de sangre reposaba sobre su barriga. Se
había cortado las venas a lo largo y por el charco de
sangre debió hacerlo hace bastante tiempo, hacía tiempo que
había dejado de comunicarse y ahora había dejado de
respirar. Una asquerosa sensación me revolvió. Su muerte sí
me había afectado, él era mi hijo, maldecí a la suerte
y al mundo por hacerme esto. Maldecía su muerte como
maldecía la lluvia.
-No
hace falta que me cuente nada más, tengo todo lo que
necesito saber. Entiendo porque decidiste acudir a mí, otro
profesional ajeno a todo esto en lugar de acudir al
psicólogo de su hijo, no quiere recordar nada de aquel
fatídico día, no quiere recordar la muerte, no quiere
recordar la lluvia.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada